Los problemas de intentar retrasar la eyaculación son más de los que crees

Para los hombres – al menos, para muchos hombres entre los que yo me incluía hasta hace un tiempo – tardar en eyacular es una cuestión de hombría. Por mucho que se intenten cambiar las normas del juego, para la mayoría la virilidad se sigue midiendo por unos estándares arcaicos que consideran que cosas como el tamaño del pene, el ímpetu o el tiempo que tardas es lo que te hacen más o menos hombre a la hora de hablar de sexo.

Seguramente, de entre estas tres que acabo de mencionar la de hacer que el sexo dure cuanto más tiempo mejor es la única que actualmente no se suele criticar. Nadie duda de que el tamaño es algo secundario o que no todo es embestir y empotrar, pero lo de que el acto sexual se quede en menos de lo que se espera es algo que a todos nos hace sentir como unos perdedores.

Muchos hombres – por no decir la mayoría – viven ajenos a la burbuja progresista en la que el sexo es algo poliédrico que obviamente va mucho más allá de la penetración y del tiempo que se tarda en la que nosotros – los que nos creemos liberados sexualmente – vivimos y siguen buscando técnicas para no eyacular o simplemente aguantar todo lo que puedan, cuando eso no tiene porqué ser necesariamente bueno para nuestra vida sexual. Aunque todos hemos oído hablar del sexo tántrico y de los beneficios de no eyacular, creer que agarrarte los testículos o apretarte el perineo justo cuando vas a liberarte va a ser bueno para ti y va a mejorar tu experiencia sexual es como creer que si dejas de comer carne roja tu salud va a mejorar aunque te estés metiendo tres paquetes de cigarrillos Ducados al día.

En primer lugar, querer aguantar más tiempo solo demuestra que los hombres también estamos dominados por el sexismo y los roles de género y que la forma en la que vivimos el sexo y la sexualidad es un producto directo de la voluntad de cumplir con unas expectativas que muchas veces nuestras parejas sexuales ni siquiera tienen, pero que nos ponemos a nosotros mismos como pruebas de nuestra intachable masculinidad.

Además muchas veces esas expectativas generan sin que nos demos cuenta ansiedad y estrés que hace que prioricemos el cumplimiento de ese supuesto deber viril por encima de disfrutar realmente del sexo. Si no cambiamos esa manera de pensar y lo convertimos en elementos determinantes de nuestra vida sexual, pueden generar a la larga muchos problemas físicos y psicológicos que pueden perjudicar aún más la salud de quienes los padecen.

Por ejemplo, en muchos casos la eyaculación precoz es un problema de origen psicológico que se puede solucionar mediante la terapia adecuada, pero la vergüenza y el miedo a exponer esa “falta de hombría” ante otras personas hace que haya muchos hombres que arrastren ese problema durante años en secreto. El miedo al ridículo de no ser “suficientemente hombre” para satisfacer a tu pareja – como si solo se pudiese hacer de una forma -, durar lo que tienes que durar – como si más sexo fuese equivalente a mejor sexo– y todas esas tonterías que seguimos arrastrando pueden generar problemas como el estrés, la inseguridad y todo lo que de esto se deriva, que pueden tener aún más repercusiones que una simple eyaculación fuera de tiempo.

Para los que lo hacemos en un tiempo normal hay otros problemas que también son capaces de jodernos la fiesta y de los cuales no nos damos cuenta. Entre el estrés del día a día, de las expectativas impuestas, la sobreexposición a todo tipo de pornografía y, en general, todo lo que nos afecta sin que nos demos cuenta cuando estamos a punto de meter nuestro pene en un orificio ajeno, podemos acabar desarrollando disfunciones sexuales como la eyaculación retardada – que convierte la eyaculación y el orgasmo masculino en algo tremendamente difícil, cuando no imposible – o la eyaculación retrógrada – lo que popularmente se conoce como venirse hacia dentro, que consiste en que eyaculamos pero el semen va hacia la vejiga en vez de salir por la uretra y se mezcla con la orina, lo que aunque no impide el orgasmo puede provocar esterilidad entre otros problemas.

Seguramente todos nos hayamos encontrado en algún momento en una situación así, en la que por ser incapaces de tragarnos nuestro estúpido y mal entendido orgullo masculino hemos dejado disfrutar del sexo para cumplir y no hace falta ser Freud para darse cuenta de que eso es porque el sexo es un elemento crucial en nuestras vidas y más en una sociedad tan hipersexualizada como la actual en la que una parte del éxito y del fracaso se miden en la capacidad del individuo a la hora de tener relaciones o el número de personas con las que lo ha hecho. Es precisamente por eso por lo que deberíamos romper con ese tipo de construcciones culturales y sociales, reaprender a tener relaciones y convertirlo de nuevo en algo fácil y sencillo. Por nuestra salud mental y la de nuestros penes.

Fuente: Vice


Source: Crealo