El principio del fin-Salarios amparados-Nombramientos listos-Se va Pedro

SIN DUDA EL enfrentamiento de ayer en la colonia Granjas hizo recordar al menos dos sucesos ocurridos, uno, en el Cerro de la Cruz de esta capital el 8 de marzo del 2008. Aquel hecho que tuvo como resultado la muerte de siete personas -seis narcotraficantes y un militar- fue parte de los primeros visos de una narco guerra que puso en jaque al entonces gobierno de José Reyes Baeza; el segundo, el domingo 19 de marzo del año pasado en el Seccional Álvaro Obregón del municipio de Cuauhtémoc, conocido como Colonia Rubio, donde un tiroteo que duró casi toda la tarde de ese día dejó como saldo una decena de sicarios abatidos por diversos puntos de la región, en una refriega protagonizada por la escisión de uno de los cárteles de la droga que operan en la región y donde terminó muerto César Raúl Gamboa Sosa, alias “El Cabo”. Ese domingo, se recordará porque el gobernador Javier Corral fue informado mientras disfrutaba del sol de playa jugando su deporte favorito, golf, en un campo del Pacífico Mexicano.

Ayer, de nueva cuenta la Administración azulada enfrentó un tiroteo que duró casi una hora y comenzó por una nueva agresión a elementos de la Policía Estatal.

Y aunque los hechos ponen en evidencia que los policías estatales siguen siendo carne de cañón por parte de los criminales, aunque ahora sí detuvieron a cinco personas, el síntoma de la no gobernabilidad corralista pone al descubierto una administración de lagrimas y risas que, de seguir en la misma sintonía, podría devenir en lo que le sucedió al ex gobernador Baeza, quien no sólo se vio en problemas de salud personal por aquella guerra que ni a él perdonó, sino que dejó a Chihuahua sumido en una batalla que perdió y duró años en poder volverse a poner de pie.

“Nosotros ponemos los muertos y ellos la estrategia” son las palabras que rondaron ayer de nueva cuenta por los agentes que fueron atacados. No por nada, el gobernador Javier Coral bajó ya a menos del 3 por ciento en cuanto a su buena percepción como mandatario. De acuerdo a una reciente encuesta de Arias Consultores, el gobernador Corral goza apenas con la confianza del 2.9 por ciento de los chihuahuenses encuestados, es decir, niveles jamás vistos en un mandatario estatal, ni si quiera de César Duarte, quien terminó al final de su sexenio con el cuatro por ciento de confianza de sus gobernados. Bien dijo un oscuro narcotraficante de las novelas de hoy: “Nadie puede estar tan mal que no pueda estar peor”. ¿Será?

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MIENTRAS LAS CALLES caen en un desgobierno, igual que el resto de los temas en Chihuahua, ayer se ventiló de nueva cuenta en los corrillos de Palacio de Gobierno que existe una seria posibilidad de que la próxima semana, una vez que ya sea presidente constitucional Andrés Manuel López Obrador, se reactiven las órdenes de aprehensión en contra de los tiburones priístas que saquearon al estado de Chihuahua durante el gobierno de César Duarte.

Los malosos nos confirmaron que la cabeza de Manlio Beltrones pende de un hilo, ya que el gobernador Javier Corral necesita, con su desgobierno, seguir en la palestra nacional en su lucha contra la corrupción. Así que se vislumbran más pleitos del inquilino de Palacio con los mandones tricolores, pero de los temas sustanciales que le importan a Chihuahua no hay absolutamente nada.

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A PROPÓSITO DEL presidente electo, los malosos nos confirmaron que ya hay varios nombramientos para Chihuahua en cuanto a lo que respecta a lo que fueran los delegados, mismos que ahora adoptarán una figura de dirección porque sólo habrá un superdelegado, que en el caso de Chihuahua será Juan Carlos Loera. Nos cuentan que los nombramientos fueron peloteados por Loera, Rafael Espino, el diputado Eraclio “Yako” Rodríguez y el senador Cruz Pérez Cuellar. Así que para algunos morenitas, o no tanto, podrían gozar desde ya una blanca navidad.

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POR LO PRONTO quien ayer se despidió del personal de la delegación de la SEDESOL aquí en Chihuahua, fue el priísta Pedro Ignacio Domínguez, quien entregó las llaves del changarro a pocos días de que la orden ejecutiva de recibirle su renuncia llegara.

Institucional como ha sido el chaval, decidió decirles “gracias, aquí les dejo la silla” y, eso sí, que si no encuentran que lo atienda le pueden volver a llamar. Domínguez se retira a la vida privada, nos dicen los malosos, pues hacia el interior del PRI, su partido, ya no sabe si está en la lista de posibles expulsados o exiliados, por aquello de que la relación con la dirigencia estatal le resultó más que polarizada para sus intereses.


Source: Columna