Mientras Irán e Israel siguen intercambiando ataques, Estados Unidos ha comenzado a reforzar su presencia militar en Oriente Medio. El secretario de Defensa, Pete Hegseth, confirmó en las últimas horas a través de una publicación en X que había ordenado “el despliegue de capacidades adicionales” para proteger a sus fuerzas y mejorar la postura defensiva en la región.
Según han detallado medios como Reuters y BBC, el despliegue incluye el portaviones USS Nimitz, una de las piezas clave de la Armada estadounidense. A bordo pueden viajar hasta 5.000 personas y más de 60 aeronaves, entre ellas cazas, bombarderos ligeros y aviones de apoyo.
También se han movilizado al menos 30 aviones cisterna, en su mayoría KC-135 Stratotankers y KC-46 Pegasus, junto a una flota de cazas compuesta por modelos como los F-16, F-22 y F-35.
Portaviones, cazas y una pregunta pendiente: el B-2
Pero en medio de esta escalada, muchas miradas se dirigen a una incógnita que planea sobre la estrategia estadounidense: ¿acabará movilizándose el bombardero B-2 Spirit? Hay un motivo claro para esa pregunta. Se trata del único avión en servicio bajo control directo de Estados Unidos que está certificado para transportar y lanzar la GBU-57 Massive Ordnance Penetrator, una bomba diseñada para perforar estructuras subterráneas de gran profundidad.
Esa capacidad no es un simple detalle técnico. Según diversas estimaciones, la GBU-57 podría ser una de las pocas armas capaces de alcanzar Fordow, la instalación iraní de enriquecimiento de uranio oculta bajo una montaña, a unos 80 o 90 metros de profundidad.
Nadie ha confirmado la entrada en escena del B-2 Spirit. Sin embargo, si Estados Unidos lo movilizara bastaría para alterar la conversación estratégica. Por el momento, Justin Bronk, del Royal United Services Institute, dijo que: el tipo de despliegue actual es “altamente indicativo” de que Washington se está preparando para respaldar “operaciones de combate intensivas” en la región.
El B-2 sería la pieza más contundente de ese respaldo. Su alcance, 9.650 km sin repostar, le permite operar desde algunas ubicaciones clave. Habitualmente lo hace desde Whiteman, en Misuri. Otras opciones sobre la mesa son Fairford, en el Reino Unido, y Diego García, una base remota en el océano Índico.
El B-2 Spirit no es el bombardero más rápido ni el más nuevo, pero es uno de los más difíciles de detectar. Su diseño en forma de ala volante, sumado a materiales especiales y un perfil de vuelo bajo, le permite penetrar sistemas de defensa aérea altamente sofisticados. Es precisamente ahí donde radica su valor: puede volar donde otros no podrían.
Tiene 52 metros de envergadura y 21 metros de largo, y está propulsado por cuatro motores General Electric F118-GE-100. Presume un techo operativo de 15.000 metros y, como hemos visto, un alance intercontinental. Su capacidad de carga ronda las 20 toneladas, y puede portar tanto armamento convencional como nuclear.
Lo tripulan dos personas, mucho menos que en otros bombarderos pesados como el B-1B o el B-52, y sus misiones se coordinan desde una red limitada de bases estratégicas. Su mantenimiento es responsabilidad de la Fuerza Aérea estadounidense, con apoyo de contratistas liderados por Northrop Grumman. Solo hay 19 unidades activas.
Source: Crealo