Cuando los astronautas de la misión Apolo XI volvieron de su paseo por la Luna trajeron consigo diversos materiales para poder estudiar mejor la composición de nuestro satélite. Los más comunes, en forma de rocas lunares y polvo de su superficie, son los más famosos, pero no fueron los únicos. Junto a ellos viajaban también una colección de pequeñas esferas de vidrio naranja y negro que, desde 1969 habían sido un completo misterio para la NASA y sus científicos.
Ahora, gracias a los avances de la tecnología, su enigmático origen ha quedado resuelto. Las esferas de vidrio naranja de la Luna están estrechamente relacionadas con todas esas cuevas lunares que planean explorarse en un futuro cercano. Tanto unas como otras se formaron hace 3.300 millones de años, cuando el satélite mostraba un escenario completamente distinto.
Los estudios monitorizados de las esferas naranjas de la NASA por la Universidad de Washington y la Universidad de Brown han desvelado que, en realidad, lo que tenían bajo el microscopio era lava lunar de una época en la que la Luna tenía una actividad geotérmica completamente distinta a la actual.
Aunque el panorama actual es muy distinto, en esa época la superficie lunar era un cúmulo de explosivas erupciones procedentes de su interior, lo que terminaba generando esas enormes cuevas que tan en boca de todos han estado últimamente y, al salir la lava hacia un espacio sin atmósfera, se veía afectada por el frío espacial generando un proceso de enfriamiento que dio lugar a dichas esferas.
La razón por la que aún seguían ahí miles de años después se debe precisamente a que, sin densidad atmosférica y climatología que pudiera destruirlas, las esferas han permanecido suspendidas en el tiempo durante más de 3.000 años. Desde el propio estudio cuentan que, si no habían podido estudiarlas hasta ahora, era porque temían recibir resultados erróneos al no gozar de las condiciones y tecnología necesaria para analizarlas.
Source: Crealo


