Mil mesas fueron montadas la madrugada del lunes para los invitados procedentes de toda la República y de Estados Unidos, informó Excélsior.
Hubo quienes llegaron desde el domingo, dispuestos a dormir ahí mismo…
En coordinación con la familia Ibarra, la seguridad del evento quedó a cargo de las policías Federal y de San Luis Potosí…
Confiados en que ya todo está bajo control, don Crecencio, padre de la quinceañera, y Pedro, el tío que tomó la tarea de la megaorganización, comenzaron desde la noche del domingo.
Nervios, jaloneos, tensión, momentos de descontrol en la llegada de una quinceañera que ya no es sólo la hija de Crecencio Ibarra y Ana García.
Es Rubí la quinceañera un poco de todos, la festejada de los medios de comunicación, el personaje de Facebook
Los 15 en este paraje de la comunidad de La Joya también son como una Expo fiesta donde la industria mexicana del reventón luce sus atributos y excesos… Que si el pastel de zarzamora, queso y almendras para mil 800 personas, que si un ciento de bolsas de totopos para los chilaquiles de mole Doña María, que si…
Pero no todo es patrocinadores y mercadotecnia.
Eleuterio Hernández llegó de Altamira. Y trajo lo suyo: “mucho afecto y mis mejores deseos porque apenas alcanzó para el pasaje”.
La familia de Fátima Castañuela llegó por casualidad y como la mayoría de los invitados, agradece ser parte del festejo. Iban de Monterrey a Guanajuato y en el camino su papá prefirió desviarse hasta los 15 de Rubí, en las rancherías de los municipios de Valle de Guadalupe y Charcas, a tres horas de distancia de la capital potosina.
La primera parte del evento transcurre a unos pasos de la casa de la familia Ibarra, en la comunidad de la Joya. La quinceañera, su familia y los chambelanes llegan en camionetas que pelean con el tumulto de camarógrafos, conductores y youtubers.
Es cuando los padres de Rubí estallan contra el amotinamiento mediático. “Es un abuso”, cuestiona Crecencio.
La madre también reclama: y grita estar muy molesta con los medios. “Entiende más un animal que la prensa”, se queja.
Y es que Rubí ha quedado atrapada en el enjambre de micrófonos, cuestionamientos y hasta cámaras drones.
De pronto se pierde en las mieles de su fama.
Algunos informadores respingan: “¿no que todos éramos bienvenidos?”
Después de súplicas a los informadores para que abran paso, la valla funciona y comienza la misa. El padre hace una petición: “vamos a comportarnos como cristianos”. Y habla del nerviosismo que se respira.
Como toda buena pachanga mexicana, su organización ha sido una fiesta, una chacota mediática que le cambio la vida a este pueblo de agaves y minas.
La señora de la tienda dice que las ventas se han quintuplicado. Y aprovecha de vender café a quienes llegaban a La Joya la madrugada del lunes.
Tímida, con pena, cuando los visitantes le piden prestado el baño, comenta: “pásele, pero es un hoyo, es letrina”.
La música llega sola. Grupos, compositores y cantante voluntarios están en lista de espera para colarse la tarde del lunes en el baile.
Mientras tanto, los de la banda tamaulipeca La revancha amenizan los preparativos y hacen cantar al padre y al tío de Rubí esa que sugiere a la mujer que se ha ido “no te preocupes mi amor “.
El camino de terracería de la comunidad contrasta con el despliegue de recursos.
La próspera y nunca en crisis industria de la pachanga mexicana hace acto de presencia: que si las flores naturales y de papel; los arcos de globos, las sillas, mesas y manteles; los equipos de foto y de video; los diseñadores de imagen con maquillistas incluidos; la renta de sonido, la comedera interminable, los chilaquiles de mole Doña María, las camisetas alusivas al evento…
Orgullosos, los policías desplegados en La Joya comentan que ni siquiera Estados Unidos ha tenido una fiesta así.
Tienen razón: y es que a la invitación abierta que don Crecencio y Doña Ana hicieron a los 15 de su hija, los primeros en sumarse fueron los medios de comunicación, cuyas cámaras terminan siendo desdeñadas por la familia.
Paradójicamente, en esta ranchería no hay señal de Internet. Pero claro que la mayoría cuenta con un celular y un muro virtual dónde contar el gusto de estar aquí.
Radicado en Alabama, donde trabaja en la construcción, José Martínez manejó desde el sábado hasta la noche del domingo, durante 28 horas, para cumplirle a su hijo Omar, de 13 años, el deseo de bailar con Rubí.
Convite local con alcance global
La fiesta por los XV años de Rubí fue prevista de manera original para familiares, amigos y vecinos de la familia Ibarra, en la comunidad de La Joya, San Luis Potosí. Sin embargo, la invitación difundida en redes alcanzó a miles y la celebración a la usanza rural tuvo alcance global, vía Internet y con la presencia de los medios de comunicación, además de miles de invitados.
Desde la noche del domingo y la madrugada del lunes se trabajaba en los detalles del festejo a unas horas de que iniciara.
El banquete servido a los asistentes incluyó arroz, barbacoa, mole y el tradicional pastel para mil 800 comensales.
Ya entrada la noche, el festejo y el baile estuvo a cargo de al menos 15 bandas, y donde la festejada Rubí agradeció a los asistentes por estar en su fiesta, y a quienes sugirió “si toman, no manejen”.
Hilario Ramírez Villanueva, edil de San Blas, Nayarit, mejor conocido como Layín, le envió días antes un auto de regalo.