El futuro de la humanidad, en términos generales, es motivo de preocupaciones constantes; pero, en particular, hay temas que son mucho más urgentes que otros. Este es el caso de los alimentos. Así, tomando en cuenta que para finales del siglo XXI se estima que el planeta albergue a alrededor de 11 mil millones de humanos, la necesidad de encontrar maneras para satisfacer las necesidades alimenticias de todos los habitantes del orbe resulta una carrera contra el tiempo.
Para estos casos en los que el tiempo apremia, la creatividad puede ser una buena vía de salida. De esta manera, las opciones que se barajan contemplan la instalación de redes computarizadas en los hogares para gestionar la producción de alimentos. Sin embargo, la solución más viable para muchos es convertir los rascacielos en granjas y, de esta manera, hacer crecer los cultivos (figuradamente) en el aire.
Tanto la opción casera como aquella que involucra a los edificios implican el uso de la denominada aeroponía, un método desarrollado originalmente por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) para cultivar alimentos en el espacio.
Las plantas aeropónicas, debido a su naturaleza, no requieren tierras de cultivo o suelo, y sólo un mínimo de agua. Los defensores de esta técnica, por su parte, dicen que con los controles ambientales adecuados la aeroponía podría reducir drásticamente los insumos energéticos agrícolas, eliminar el uso de pesticidas y fertilizantes y aumentar la densidad de nutrientes de los cultivos, dio a conocer el sitio Gizmodo.
No obstante, hay una pregunta que se alza con esto: ¿es este tipo de agricultura de alta tecnología viable en las escalas necesarias para alimentar a ciudades enteras o las verduras aeropónicas terminarán siendo la merienda exclusiva de un sector opulento?
De acuerdo con Caleb Harper, fundador de CityFARM del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT en inglés) y uno de los pioneros en el desarrollo de los métodos técnico-agrícolas que pueden llegar, un día, a alimentar al mundo, cada simple recurso que una planta necesite (CO2, agua o luz) puede ser monitoreado y controlado dentro de los límites del edificio con el fin de maximizar el rendimiento y minimizar los residuos con precisión.
En CityFARM, la “fábrica de plantas” con el apoyo de Media Lab del MIT, cultivos como el brócoli, fresas, lechuga y pimientos cuelgan de estantes apilados a lo largo de paredes con paneles de vidrio. Según Harper, cuando las plantas están suspendidas al aire abierto y rociadas con un spray ultrafino, sus raíces florecen con diminutos pelos, lo que aumenta considerablemente la superficie disponible para la absorción de nutrientes.
“Crecer de esta manera permite que las plantas activen la totalidad de su sistema de raíces”, dijo Harper. “En el suelo, una planta puede cavar alrededor y esperar, pero no expresar plenamente su capacidad para obtener agua y minerales. En la aeroponía puedes impulsar la planta mucho más rápido.”
Para optimizar al máximo el entorno de crecimiento, el equipo de investigación de Harper está utilizando herramientas de ciencia de datos para monitorear cuidadosamente las necesidades de sus cultivos. Los sensores conectados a las plantas centinelas vigilan los signos vitales como la hinchazón de la hoja; con esta información se alimenta a computadoras y se usa para determinar exactamente cuándo y por cuánto tiempo las plantas requieren de nebulizaciones. La niebla de agua, por otra parte, contiene porciones cuidadosamente repartidas de cada nutriente que la planta necesita (nitrógeno, fósforo, potasio y similares). Harper afirma que este enfoque es de 70 a 90 por ciento más eficiente que los métodos tradicionales de riego, con el potencial de ser hasta un 98 por ciento más eficiente.
El proceso de crecimiento se complementa con luces LED de crecimiento para aumentar la luz solar, con las que los cultivos crecen de tres a cuatro veces más rápido de lo que que lo harían en la naturaleza. Hasta ahora, las cosechas del edificio de 18 metros cuadrados han suministrado productos a 300 empleados de la Media Lab.
Los resultados son prometedores, pero, ¿podrán ser trasladados a una escala mucho mayor para satisfacer las necesidades de una población entera? Este tipo de propuestas plantean retos claros. Sin embargo, llegado el momento, cualquier persona interesada en el cultivo aeropónico tendrá que sopesar los beneficios de la mejora de los rendimientos contra el costo de la inversión tecnológica que esta solución implica.
Sin Embargo