En la actualidad, el vuelo supersónico civil es un recuerdo lejano, una hazaña que dejó más preguntas que certezas tras el fin del Concorde. La industria se enfocó en eficiencia y autonomía, y el sueño de cruzar continentes más rápido quedó archivado, en parte porque el ruido del estampido sónico lo convertía en un privilegio limitado y polémico. Hoy ese sueño vuelve a asomarse, no con promesas grandilocuentes, sino con un objetivo muy concreto: demostrar que se puede volar más rápido que el sonido sin sacudir a quienes están en tierra.
Ese regreso ya no es una intención plasmada en documentos ni un prototipo estático. El 28 de octubre de 2025, el X-59 abandonó el suelo por primera vez desde Palmdale, California, y aterrizó poco después en el centro Armstrong de la NASA, en Edwards. La salida fue deliberadamente contenida, pensada para validar sistemas y comportamiento básico en vuelo. Tras aterrizar, Lockheed Martin aseguró que “el X-59 realizó exactamente lo previsto”, señal de que el proyecto entra en la fase en la que las pruebas sustituyen a las maquetas y las promesas.
El proyecto que aspira a cambiar medio siglo de reglas del aire
El X-59 es un demostrador tecnológico desarrollado por la NASA junto a Lockheed Martin para intentar resolver el mayor obstáculo del vuelo supersónico civil: el ruido. En lugar del estampido que durante décadas ha limitado estas aeronaves, su diseño busca producir un “golpe” mucho más suave. Su fuselaje largo y estilizado, la cabina situada a mitad del fuselaje y un sistema de visión externa en 4K en lugar de ventana frontal son piezas esenciales de ese objetivo. No aspira a ser un avión comercial, sino a generar los datos que podrían permitirlo algún día.
El primer vuelo fue prudente por diseño. La NASA había anticipado que la salida inicial se centraría en comprobar la integración de sistemas, la estabilidad y las comunicaciones, sin entrar todavía en velocidades elevadas ni altitudes extremas. Según la planificación, fue un circuito a baja altitud y baja velocidad para validar lo esencial: que la aeronave responde, que la telemetría fluye y que los controles se comportan como se espera. Lo supersónico llegará después, cuando el programa avance a la siguiente fase de pruebas.
El avión se presentó oficialmente en enero de 2024 en las instalaciones de Skunk Works
El camino hasta ese primer vuelo ha sido largo. La NASA lanzó el proyecto en 2016 y fijó inicialmente el despegue para 2020, un plazo que se fue desplazando tras afrontar retos técnicos identificados en 2023. El avión se presentó oficialmente en enero de 2024 en las instalaciones de Skunk Works y, a lo largo de 2025, completó pruebas de motor, chequeos de integración y ensayos de rodaje. El 10 de julio de ese año, el piloto de pruebas Nils Larson realizó el primer taxi de baja velocidad, señal de que la fase en tierra tocaba a su fin.
A partir de este punto, el programa entra en modo progresivo. Primero se completarán vuelos adicionales de verificación y luego se irá aumentando la velocidad y la altitud hasta alcanzar el régimen supersónico previsto, con un techo de Mach 1,4 según la hoja de ruta oficial. La NASA y Lockheed Martin recopilarán datos aerodinámicos y acústicos durante esta etapa en la base de Edwards. Más adelante, el avión saldrá a sobrevolar zonas habitadas para evaluar la reacción del público, una pieza clave para trasladar resultados a los reguladores.
Más allá de la tecnología, el reto del supersónico pasa por la regulación. En Estados Unidos, los vuelos de pasajeros a más de Mach 1 sobre tierra están vetados desde 1973, cuando el Congreso impuso la medida por el impacto acústico. Otros países aplican restricciones similares. El programa Quesst intenta aportar evidencia científica que permita reconsiderar esas reglas, no a partir de hipótesis, sino de mediciones verificables. Si la NASA logra demostrar que el ruido del X-59 es tolerable, la aviación civil podría recuperar parte del terreno perdido tras el Concorde.
Conviene no confundir el X-59 con un prototipo de futuro avión de pasajeros. Es, ante todo, un banco de pruebas. No transportará civiles ni saldrá a la venta: su función es generar evidencia sobre la viabilidad de un vuelo supersónico silencioso. La NASA pretende que los datos acústicos y sociales sirvan como referencia para ajustar la regulación. A partir de ahí, si la industria considera que el escenario es favorable, podrían surgir diseños comerciales inspirados en este experimento, pero ese horizonte aún queda lejos.
A partir de ahora, cada vuelo aportará información que permitirá saber si la apuesta del X-59 tiene recorrido más allá de la investigación. La clave no estará en la velocidad máxima, sino en la huella sonora y en la respuesta social que generen los ensayos sobre comunidades reales. Solo entonces los reguladores decidirán si es el momento de revisar unas normas que han permanecido casi inalteradas desde los años setenta. El proyecto no promete un nuevo Concorde, pero sí la posibilidad de abrir una vía que hasta ahora parecía cerrada.
Source: Crealo
 
				 
															
