Georgina Barraza Carbajal, del Colegio de Letras Hispánicas de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM, realiza una investigación para concretar un diccionario de léxico tabú en el español de México.
El texto, enfocado en el altiplano central, pretende ser un medio para enterarse de palabras “prohibidas” sobre sexo, muerte, algunas enfermedades mentales y discapacidades físicas. También, se proyecta como un registro para futuras investigaciones.
Constará de dos partes: una alfabética, con definiciones, y otra que clasificará los términos por campos semánticos, donde aparecerán referencias alusivas. En lexicografía estos órdenes se conocen como semasiológico y onomasiológico, respectivamente.
Incluirá definiciones de palabras de uso coloquial de cómo y cuándo se usan. Por tratarse de un léxico tabú, que difícilmente puede rastrearse históricamente, no se incluirá su etimología.
Actualmente, Barraza Carbajal revisa el corpus del repertorio y contempla marcaje de uso social y cultural, donde las definiciones indiquen el contexto en que se utilizan las palabras contenidas.
Inquietudes sobre conceptos, cuyos referentes resultan prohibidos en el español del país, marcaron el interés por la investigación, iniciada en 2011, después de que la universitaria participara en el Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua.
En el ámbito sexual hay gran variedad de vocabulario, lo que habla de los ejes culturales que mueven a los mexicanos. Además, en prácticas como la homosexualidad se puede ver reflejado el machismo, pues existen palabras que marcan al hombre homosexual, pero casi no las hay para referir a la mujer homosexual, manifestó.
Las nuevas generaciones, sin importar el género, forman parte de un momento cultural donde se vuelven cada vez más iguales y el léxico exclusivo de los varones ahora es utilizado por el sector femenino. Así, referencias que solían ser grotescas o groseras, muchas vinculadas con los genitales, suelen ser usadas como interjecciones, incluso por mujeres, particularmente adolescentes.
De igual manera, algunos referentes tabúes se convierten en eufemismos y se utilizan palabras que hagan alusión a objetos cuya forma sea similar. Entonces, no se dice pene como tal, sino camote o paquete; tanates o aguacates, en vez de testículos.
La falta de fuentes escritas (diccionarios) estimuló a Barraza Carbajal para iniciar la investigación. “Básicamente hago historia de la lengua, sé lo importante que es tener por lo menos una que consigne palabras prohibidas”, dijo.
Últimamente la literatura es más abierta para incorporar ese tipo de léxico, reconoció. Así sucede en novelas de narcotraficantes, otro tabú por tratarse de algo prohibido. Todas las actividades vedadas generan su propio vocabulario.
Junto con un equipo de investigación, integrado por estudiantes de licenciatura que prestan su servicio social, la universitaria centra su labor, básicamente en películas de los años 70 en adelante; incluso se han remontado un par de décadas y revisado los filmes de Pedro Infante, que sin usar malas palabras, contienen palabras tabú relacionadas con la muerte, por ejemplo.
También han seleccionado filmes sobre narcotráfico, sexo y teiboleras. Actualmente han revisado un aproximado de 200 cintas, de las cuales han obtenido el léxico aún vigente.
La zona geográfica que abarcan los diccionarios es muy amplia. La investigación se centra en el altiplano mexicano y, en la medida de las posibilidades, se incorporaría el de otras áreas.
“Se puede ser experto en léxico mexicano, pero cada zona tiene sus particularidades. Así, en el norte hay muchos préstamos del inglés y en Yucatán utilizan palabras adaptadas fonéticamente del maya”, subrayó Barraza Carbajal.
Por ello, tener un diccionario de todo el español mexicano resulta una tarea sumamente compleja. Sin embargo, contar con uno de léxico tabú lo más completo posible representa un avance para la lexicografía. La intención, insistió, es contar con un registro de lo prohibido en nuestro territorio, pues las palabras censurables son importantes para entender nuestra idiosincrasia.
Esta contribución mejoraría la comprensión, en otras latitudes, de mexicanismos como: le gusta el arroz con popote, partir piñones con los codos o asolearse de noche. La obra no será muy extensa debido a los límites, concluyó la investigadora, quien comparte tiempo con la Comisión de Consultas de la Academia Mexicana de la Lengua.