Para la mayoría de nosotros las cosquillas no son más que una demostración afectiva, una travesura para hacer reír a un ser próximo, y no pensamos en este fenómeno en términos neurológicos y psicológicos. Pero lo cierto es que las cosquillas mantienen en vilo a los científicos, que todavía no han podido comprender completamente por qué nos reímos cuando nos las hacen, ni por qué algunas personas son más propensas que otras a sentir cosquillas. Y ni siquiera por qué la mayoría de personas no pueden hacerse cosquillas a sí mismas, informó RT.
Los científicos de la Universidad Humboldt de Berlín han realizado una serie de estudios para entender mejor cuáles son los procesos del organismo que nos hacen sentir bien cuando nos tocan en ciertos lugares, examinando la actividad cerebral de las ratas, que parecen disfrutar cuando les hacen cosquillas.
De acuerdo con el artículo, publicado en la revista ‘Science’, los investigadores inicialmente descubrieron que el comportamiento animado y activo de los roedores al recibir cosquillas reales también podía ser provocado mediante la estimulación directa de las neuronas en la corteza cerebral somatosensorial.
Hasta ahora los científicos creían que esta región era solamente capaz de procesar la sensación de cosquillas, pero la nueva investigación ha demostrado que también puede accionar otros comportamientos relacionados, como la risa.
El estudio también encontró un claro vínculo entre la sensibilidad y el estado de ánimo, ya que las ratas reaccionaban menos a las cosquillas cuando experimentaban ansiedad. Este hallazgo apoya la teoría de que factores como el estado anímico o la comodidad física y mental pueden afectar la susceptibilidad. Esto explica el hecho de que las cosquillas pueden ser una experiencia positiva cuando nos las hace una persona a la que conocemos y con quien nos sentimos cómodos, mientras que si nos las hace un extraño pueden (y suelen) resultar molestas e incómodas.