Trump ha dejado muy claro que quiere conquistar Marte. Ahora la NASA tiene el enorme problema de no llamarse SpaceX

Trump hizo una sola promesa en materia espacial durante su discurso de inauguración, pero no fue poca cosa.

El sueño marciano. Entre vítores y saltitos de entusiasmo de Elon Musk, Donald Trump señaló Marte como nuevo «destino manifiesto» de Estados Unidos. El recién investido presidente prometió llevar astronautas al Planeta Rojo y clavar la bandera de Estados Unidos en suelo marciano.

Trump declaró textualmente: «perseguiremos nuestro destino manifiesto hasta las estrellas, lanzando astronautas estadounidenses para plantar la bandera en el planeta Marte». Sus palabras no son casuales y tienen una clara influencia, pero parecen marcar un cambio de prioridades para la NASA que deja en el aire el futuro del programa lunar Artemis.

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La influencia de Elon Musk. «Vamos directos a Marte, la Luna es una distracción», escribió el CEO de SpaceX hace dos semanas. Nadie entendió muy bien el alcance de aquel tuit, puesto que SpaceX tiene un importantísimo contrato con la NASA para construir el módulo de aterrizaje de las misiones lunares Artemis III y IV, pero ahora ese mensaje resuena en el Capitolio.

Allí, el presidente Trump puso el foco en Marte. Podría ser solo una declaración retórica (sin prisa, pero sin pausa, hay que llegar a Marte antes de que lo haga China), pero con Elon Musk como aliado clave, el nuevo gobierno podría estar preparando realmente un giro radical en la estrategia astronáutica.

El actual programa Artemis. Fue precisamente el primer mandato de Trump el que dio forma al actual programa lunar de la NASA. El entonces administrador, Jim Bridenstine, logró encarrilar el regreso de Estados Unidos a la Luna con una arquitectura que combinaba los desarrollos internos de la NASA (el cohete SLS y la nave Orion) con naves comerciales de empresas privadas (la Starship HLS de SpaceX y el módulo lunar Blue Moon de Blue Origin).

A su vez, Bridenstine impulsó una serie de misiones lunares no tripuladas y la creación de los Acuerdos de Artemisa, que ya cuentan con 53 países firmantes, para la cooperación internacional en futuras misiones a la Luna, incluida la construcción de una base lunar, la explotación comercial del satélite y todo lo que venga después (Marte, cometas y asteroides).

Jared Isaacman aún no dirige la NASA, pero ya es visto como el último clavo en el ataúd de un gigante espacial: Boeing

La Luna es una cruel amante. Artemis no está en su mejor momento. Las misiones tripuladas se han ido retrasando por problemas en la nave Orion y retrasos en el desarrollo de Starship. Además, los demenciales sobrecostes del cohete SLS han puesto a buena parte de la opinión pública en contra de la arquitectura actual del programa, que podría reconfigurarse con el apoyo de los nuevos cohetes Starship de SpaceX y New Glenn de Blue Origin.

Para colmo, las dos primeras misiones comerciales asociadas a Artemis (CLPS‑1 y CLPS‑2) fallaron al no alcanzar la Luna o tumbarse al alunizar, lo que ha precipitado la cancelación de otras misiones más importantes como el rover VIPER de la NASA. Pero hasta el discurso de Trump, nada hacía prever que el programa Artemis fuera a estar en peligro. ¿Lo está realmente?

De la Luna a Marte. Hasta ahora, el plan de la NASA era establecerse en la Luna a lo largo de esta década y la siguiente (o por lo menos en la estación lunar Gateway en órbita con el satélite) para preparar el salto a Marte en la década de 2040. Priorizar el Planeta Rojo dejaría tres escenarios al previsible nuevo administrador de la NASA, Jared Isaacman:

  1. Un programa lunar reducido, sin aspiraciones a crear una gran base lunar como la que plantea el programa ILRS liderado por China. Así, Estados Unidos seguiría en la carrera para poner a la primera mujer en la Luna sin dejar de poner el foco en Marte. A cambio, cedería terreno lunar a sus oponentes
  2. Un programa bifurcado con misiones lunares y marcianas en paralelo que no tiren por la borda todo lo que se ha desarrollado hasta ahora. Sería el paso lógico si el presupuesto de la NASA fuera ilimitado, pero con la enorme inversión que supone el programa lunar, añadir un programa marciano se antoja imposible
  3. Una redirección total a la conquista de Marte. Seguir la visión de Elon Musk: la Luna es una distracción para el objetivo último de convertirnos en una civilización multiplanetaria. Aun con mayoría en el Congreso, es la opción en la que pierden gigantes como Boeing, Lockheed Martin, Northrop Grumman, incluso el New Space (Blue Origin tiene varios contratos lunares). Parece complicado que los congresistas se pongan de acuerdo en hacer borrón y cuenta nueva, pero no es totalmente imposible

¿Cómo llegaría Estados Unidos a Marte? Habría un concurso público, pero una opción se viene inmediatamente a la cabeza. La NASA podría adoptar el programa marciano de SpaceX como propio. Elon Musk dijo que SpaceX planeaba lanzar cinco Starship sin tripulación a Marte en 2026 y, si estas lograban aterrizar, la primera misión tripulada a Marte de la historia en 2028.

Los expertos coinciden en un punto crucial: una misión con astronautas a Marte en los próximos cuatro años es técnicamente imposible si se quiere hacer con garantías, pues los desafíos científicos y tecnológicos son monumentales. Pero también había mucha gente convencida de que Trump no ganaría de nuevo las elecciones mientras Musk apostaba dinero a que sí lo haría.


Source: Crealo