¿Y si el Sol desapareciera de repente?

No hace falta ser un astrónomo experimentado para saber que dependemos completamente del Sol. Nuestra estrella particular, en efecto, ocupa el centro de nuestro sistema planetario, mantiene los mundos en su sitio e irradia la energía necesaria para que aquí, en la Tierra, sea posible la vida. Gracias al Sol tenemos luz, calor, atmósfera, fotosíntesis, océanos… Sabemos también, sin embargo, que nada, ni siquiera el Sol, dura eternamente. Durará mucho tiempo, sí, aunque no para siempre. ¿Pero qué sucedería si un buen día el Sol desapareciera de repente? ¿Cuáles serían las consecuencias para nosotros y cómo se sucederían en el tiempo?, informó ABC.

Un gráfico recién publicado por la web SolarCentre ha recopilado mucha de la información disponible para resolver la cuestión. Y el panorama, como era de suponer, no resulta nada esperanzador…

Se acabó la gravedad

En una secuencia cronológica, lo primero que desaparecería con el Sol es su atracción gravitatoria. Todos los planetas están “ligados” gravitatoriamente al Sol, y su súbita desaparición los dejaría sin un centro alrededor del que orbitar. De modo que empezarían a viajar, más o menos, en línea recta, hasta que se toparan con otro cuerpo lo suficientemente grande como para atraerlos. La estrella más cercana, Alpha Centauri, está a 4,2 años luz de distancia, así que esta situación de “vagabundeo espacial”, suponiendo que algún mundo se dirigiera hacia allí, duraría muchos miles de años.

Por supuesto, al perder su orden establecido es muy probable que algunos planetas chocaran entre sí, o que muchas lunas acabaran precipitándose sobre los mundos a los que orbitan. Júpiter y Saturno, los dos gigantes del Sistema Solar, lograrían quizá atraer a algunos de los planetas que nos rodean, para devorarlos sin contemplaciones.

Oscuridad eterna

Aquí, en la Tierra, tardaríamos 8 minutos en darnos cuenta de que el Sol ya no está en su sitio. Ese es, en efecto, el tiempo que un rayo de sol tarda en recorrer, a la velocidad de la luz, los 150 millones de km. que nos separan del astro rey. Pasado ese tiempo, nos veríamos sumidos de repente en una total oscuridad. Y sería para siempre. Ni siquiera seríamos capaces de volver a contemplar la Luna, ya que su brillo no es más que un reflejo de la luz que recibe del Sol. Sí que veríamos las estrellas, que disponen de sus propias fuentes de luz, pero nuestras vidas se convertirían en una larga e interminable noche. Sin luz, además, las plantas ya no podrían seguir haciendo la fotosíntesis, con lo que la aportación de oxígeno a la atmósfera se interrumpiría casi por completo. Las reservas planetarias del gas que nos permite respirar apenas si durarían un par de semanas.

Se acabó el calor

Pero la oscuridad no sería lo más grave. De hecho, la temperatura media de la Tierra, que actualmente es de 29,6 grados, descendería rápidamente hasta los -123 grados en apenas dos meses. Cuatro meses después de la desaparición del Sol, la temperatura media de nuestro planeta sería de -198 grados, casi doscientas veces más fría que el interior de una nevera doméstica. En estas condiciones, la inmensa mayoría de la vida desaparecería de nuestro mundo. Solo quedarían algunos microorgansmos extremófilos que viven en medio de las rocas de la corteza terrestre, a varios km. de profundidad, y que no dependen de la luz solar. Los animales subterráneos y los carroñeros lograrían sobrevivir, quizá, durante un breve tiempo adicional, alimentándose de los cadáveres del resto. Pero terminarían desapareciendo en pocas semanas, junto a los demás. Sorprendentemente, los árboles más grandes lograrían, quizá, sobrevivir más tiempo, incluso durante algunas décadas, a pesar del frío y sin fotosíntesis.

Para los humanos, la única opción sería embarcar en submarinos y sumergirse con ellos hasta lo más profundo de los océanos, para aprovechar el calor interno del planeta a medida que surge a través de las fuentes hidrotermales. Con los océanos congelados, ese sería, probablemente, uno de los últimos reductos para la vida terrestre. Otra solución temporal sería la de construir módulos habitables totalmente aislados de las condiciones externas, aunque habría muy poco tiempo para hacerlo (menos de un mes desde el “apagón”) y, de conseguirlo, solo se salvarían unos pocos y durante un tiempo limitado.

Al final, unos pocos cientos de años tras la desaparición del Sol, incluso las profundidades oceánicas se congelarían. La atmósfera se colapsará y la gélida superficie de lo que fue un mundo lleno de vida quedaría indefensa del bombardeo radiactivo de los rayos cósmicos.

Un panorama, pues totalmente desolador. Por fortuna, el Sol es una estrella de mediana edad, que lleva brillando unos 5.000 millones de años y todo parece indicar que lo seguirá haciendo durante otros 5.000 millones de años más. Aunque ningún ser humano llegará a verlo. Dentro de “solo” unos 1.000 millones de años, en efecto, el Sol se habrá vuelto tan caliente que hará hervir los océanos, que se evaporarán y harán de la Tierra un mundo inhabitable. Ojalá que para entonces ya estemos instalados en otros lugares, muy lejos de aquí…