En 2010, durante las celebraciones del Bicentenario de la Independencia de México, los medios de comunicación del mundo dieron a conocer el posible rostro de los restos óseos de una mujer encontrados en una cueva subterránea frente a las costas de Tulum, Quintana Roo. Se calculó que datan de hace 10 o 12 mil años.
“La aproximación facial se hizo en París, Francia, en el Atelier Daynes”, detalló el jefe de uno de los equipos responsables del estudio y preservación de los restos, Alejandro Terrazas, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM. En este proyecto también participan el Museo del Desierto; la Universidad de Heidelberg, Alemania y el Instituto de la Prehistoria de América.
Como parte de la exposición para los festejos, en Silao, Guanajuato, el curador de la exposición encargó al Atelier Daynes esa tarea. “Pidieron nuestro apoyo como asesores en antropología física: estatura, proporciones, edad, sexo. Además, enviamos a Francia réplicas del esqueleto completo”.
“En lo que estamos de acuerdo con el Atelier es que por más que se apoyen en información científica no deja de ser una aproximación facial –no una reconstrucción–, una idea de cuál pudo haber sido la apariencia de la persona”, aclaró el investigador.
Aunque se tomaron en cuenta estándares de pueblos indígenas de América, el resultado no se asemeja mucho a éstos. “En parte, pienso, por la interpretación del artista, pero también a que el cráneo no se parece en gran medida al de los indígenas actuales”, comentó.
Al analizar los restos óseos, a los expertos les asombró el poco parecido con los pueblos amerindios modernos. “Pero no debería sorprendernos porque han pasado más de nueve mil años y las poblaciones cambian”.
Se tienen restos humanos de la misma antigüedad del centro de México y de otros lugares del continente. “La comparación obvia era con la Mujer del Peñón de los Baños o con el Hombre de Tlatilco, por ejemplo, individuos que han sido estudiados desde hace años”, subrayó.
Los que se hallaron en la cuenca del Valle de México tienen en común la forma del cráneo: grande, angosto y alto, así como las caras angostas. “Hay variaciones, por supuesto, pero ya estaba muy establecido, incluso desde el siglo XIX, que los esqueletos de la era de hielo eran mucho más robustos y de cráneos alargados que los de los indígenas actuales”.
Pero en los nuevos materiales, como la mujer que se encontró en el cenote Naharon, se observó que el cráneo está poco alargado. “Quizá se debía a que era pequeña y a que estuvo enferma, y tal vez no era un individuo muy representativo”.
Sin embargo, después se encontró a la Mujer de las Palmas, al Hombre de Muknal, a los de los cenotes El Pit y Chan-Hol. Todos se parecían a Naharon: con cráneos no muy alargados, pero tampoco redondos, sino intermedios entre los indígenas contemporáneos y los más antiguos.
El del indígena actual tiende a ser redondo, con rostro plano; se parece mucho al de los chinos modernos, con frentes abombadas, resaltó.
Los cráneos de las mujeres de Naharon y de las Palmas son intermedios, no se parecen a los indígenas ni a los chinos, tampoco al resto de sus contemporáneos del centro de México de hace 10 mil años. “Había que explicar esas diferencias. Nos parecía que las hipótesis tradicionales no funcionaban”, abundó el investigador.
Modelos del poblamiento de América
La explicación tradicional del poblamiento de América, el modelo de dos migraciones, que todavía proponen muchos investigadores, establece que hace más de 15 mil años entró un grupo asiático por el Estrecho de Bering, en el extremo oriental de Siberia y occidental de Alaska.
“Es importante señalar que en China todavía no aparecían las poblaciones que hoy llamamos mongoloides, de caras planas y cráneos muy redondos. Entonces eran de cráneos alargados y angostos”, refrendó Alejandro Terrazas.
En nuestro continente esas agrupaciones recibieron el nombre de paleoamericanos o americanos más antiguos. “Se proponía que éstos heredaron de los paleochinos la forma alargada y angosta del cráneo”.
Sin embargo, en China, por diferentes razones, esta población cambió, quizá porque llegaron otros pueblos o los grupos locales evolucionaron y dieron lugar a los rasgos mongoloides.
La segunda oleada migratoria de Asia a América pudo ocurrir hace ocho o nueve mil años. Estos pueblos, que ya son mongoloides, con la apariencia moderna, recibieron el nombre de amerindios.
“La teoría tradicional propone que los recién llegados, los mongoloides, reemplazaron a los paleoamericanos. Sin embargo, no explica cómo sustituyeron a poblaciones que llevaban miles de años establecidas aquí”, señaló el investigador.
Se piensa que llegaron con nuevas tecnologías, pero sobre todo con una demografía diferente, y que los paleoamericanos tenían pocos hijos, pero no se explica por qué.
“Son lagunas de la teoría tradicional. La idea de que los paleoamericanos fueron reemplazados casi en su totalidad por los amerindios debe estar apoyada por dos oleadas migratorias. La primera paleoamericana, y sólo paleoamericana, y una segunda amerindia, y sólo amerindia”, recalcó Terrazas.
“Es importante considerar que a Yucatán empezaron a llegar grupos humanos hace 13 mil años, es decir, hay una diferencia de dos milenios desde que la primera migración entró por Alaska hasta que se alojaron en la península”. Sin embargo, los individuos de Quintana Roo no son paleoamericanos, tienen una forma que todavía no es amerindia, pero que la prefigura.
No sabemos si son los antepasados de los amerindios o no, pero por la forma del cráneo podrían serlo de los indígenas actuales, añadió el investigador puma. “Pero hay que comprobarlo y en eso estamos. Hace unos 10 años buscamos obtener ADN de la Mujer de Naharon, pero entonces no se contaba con las técnicas actuales. Ahora vamos a volver a intentarlo”.