Las herramientas y metodología que forman parte del Programa Nacional de Activación Física Ponte al 100, tienen como objetivo medir la capacidad funcional de las personas de una forma estandarizada, es decir, con evaluaciones basadas en pruebas científicamente comprobadas.
Signos vitales, evaluaciones morfológicas, nutricionales y psicopedagógicas fortalecen la prueba de la capacidad funcional con exámenes físicos que, en conjunto, permiten determinar las recomendaciones de ejercicio y alimentación adecuados para las personas de manera individual.
Entre las pruebas que se aplican en la serie de baterías del Ponte al 100 se encuentra la denominada Sargent Lewis, la cual tiene reconocimiento internacional para medir la eficiencia en las actividades físicas de corta duración y alta intensidad a partir de saltos en los que se evalúa la fuerza y potencia en los músculos de las piernas.
En el caso del Ponte al 100, esta metodología, unificada con la rutina de abdomen y lagartijas, ayuda a analizar la fuerza y potencia en watts y watts por kilogramo de peso corporal, lo que permite identificar las cualidades físicas del usuario para que de una manera confiable y certera se prescriba ejercicio acorde a la capacidad del individuo.
Conocida también como el “Test de saltar y tocar” o “Test de saltar y llegar”, la prueba Sargent Lewis se dio a conocer en 1921 y se ha complementado con diferentes variables, la última de ellas a partir de 1977 y que se usa regularmente hasta nuestros días en pruebas físicas.
El Programa Nacional de Activación Física Ponte al 100 busca orientar a la población en general a través de tres fundamentos principales: medir cómo se encuentra el cuerpo, evaluar si éste se encuentra bien, mal o regular y prescribir ejercicio y régimen alimentario de forma individual para cambiar los hábitos, es decir, empoderar a cada persona sobre la importancia del cuidado de su salud mediante la evaluación de la capacidad funcional de forma periódica de acuerdo con las necesidades de cada individuo.