A los 30 años, Viridiana Álvarez hizo algo radical: tiró los tacones, cerró la puerta de su oficina —en la industria automotriz—y comenzó un viaje cuesta arriba.
Literal y simbólicamente. Dejó atrás la comodidad, el sueldo fijo, la certeza. Empezó a escalar sin experiencia, sin patrocinadores, sin entrenamiento profesional. Vendió su coche. Pidió préstamos. Y se aferró a una sola idea: “¿Y si subo el Everest?”.
Todo había comenzado dos años antes, con un maratón de 10 kilómetros. Luego llegó la bicicleta de montaña. Y con ella, una revelación: su cuerpo también podría marcar el rumbo.
“No sabía que estaba comenzando una travesía que cambiaría mi vida”, recuerda. Una travesía que la llevaría a lograr una de las mayores hazañas del alpinismo: subir las 14 montañas más altas del planeta, conocidas como las ochomiles.
Las probabilidades estaban en su contra. Las estadísticas revelaban que era más factible que una mujer fuera astronauta que alpinista de ochomiles.
En el mundo, 65 mujeres han viajado al espacio. Solo tres —una española, una italiana y una austriaca— habían coronado las 14 montañas más altas del mundo. Ninguna americana.
Con más preguntas que certezas, Viridiana dio su primer paso hacia la cima.
La cima empieza adentro
Frente a los micrófonos del podcast Pioneras de MILENIO–conducido por las periodistas Claudia Solera, Janet Mérida y Cinthya Sánchez–, cuesta imaginar que Viridiana alguna vez se sintió perdida.
Pero su historia no comienza en las cumbres nevadas, sino en Aguascalientes, con una niña hiperactiva que no destacaba ni en el deporte ni en la escuela.
“No todos los hijos tienen que sobresalir académicamente para tener éxito en la vida”, afirma.
Antes de escalar las 14 montañas más altas del planeta, Viridiana tuvo que escalarse a sí misma. Dejó atrás su carrera como administradora de empresas, dos maestrías (en ingeniería y administración) y un camino trazado. La expedición real comenzó cuando decidió mirar hacia adentro.
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A través del coaching ontológico –llamado New Field Consulting de Rafael Echeverría, sociólogo y doctor en Filosofía de la Universidad de Londres– aprendió a hacerse las preguntas que importan:
“¿Qué me da miedo? ¿Qué me limita? ¿Por qué no me creo capaz?”.
Descubrió que la mente también se entrena. Que la confianza, la resiliencia, la paciencia y el liderazgo no son dones, sino músculos que se ejercitan día a día.
“El fracaso no es no llegar a la cima. El fracaso es no intentarlo”.
También entendió que el miedo no desaparece.
“El día que deje de tener miedo, estaré muerta. El miedo me permite medir los riesgos: las rocas que pueden caer, las avalanchas, las grietas”.
Ese conjunto de habilidades la llevó a conquistar el Monte Everest —Sagarmāthā, Chomolungma—, con sus 8 mil 848 metros de altura. Luego el K2 (8 mil 611 m) y el Kangchenjunga (8 mil 586 m). Lo hizo en un tiempo récord: un año y 364 días. Así obtuvo su primer Récord Guinness por velocidad.
Del Everest a las estrellas
Viridiana no solo subió el Everest. Una a una, conquistó las demás cumbres. En su investigación descubrió ese dato asombroso: había más mujeres que habían ido al espacio que las que habían coronado los 14 ochomiles.
Esa hazaña le valió su segundo Récord Guinness: la primera mujer del continente americano en escalar las 14 cumbres de más de 8 mil metros.
Tocó muchas puertas para patrocinios. La mayoría no se abrió. Hasta que una sí: la de mFlexi, una empresa mexicana de calzado que apostó por ella.
“En la montaña no hay reflectores, ni medallas. Hay soledad, silencio y voluntad, así que no es tan sencillo que inviertan en ti, porque los resultados no son inmediatos ni con millones de espectadores en tiempo real».
En 2023, a Viridiana le faltaba una montaña. Dos alpinistas estadunidenses también estaban a punto de completar el reto de escalar las 14 cimas más altas del mundo.
A ellas les faltaba el Tíbet. En su último intento, ambas murieron en diferentes avalanchas. Eran muy jóvenes. Fue un golpe duro para Viridiana, pero después de ese duelo, decidió seguir.
Viridiana Álvarez no solo conquistó las cumbres más altas del mundo. También escaló contra los mitos: La edad. El género. La supuesta normalidad. Demostró que, a veces, hay que tirar los tacones, cerrar la oficina y comenzar de nuevo. Que la cima no siempre está allá arriba: está en el camino que conecta con tu alma.
Claro, nada es gratis. El precio fue alto y uno de ellos es aprender a vivir con la incertidumbre y solamente, aprender a reconciliarte con ella.
El amor llegó después, a los 42 años, cuando ya no lo buscaba y tenía trazada una ruta. Hoy comparte las cimas con él.
“El Everest dura 42 días. La cima, apenas unos minutos. Si solo piensas en llegar, te pierdes lo más importante. Como en la vida. Lo esencial es disfrutar cada paso del recorrido».
Viridiana nos enseñó que nunca es tarde para escalar cada vez un sueño más alto.
Con información de Milenio
Source: Deportes