Hay dos fiestas religiosas vinculadas con Jesucristo: la conocida como tiempo de la Natividad del Señor y la Pasión y muerte de Jesús, la cual se inicia con el Carnaval, sigue con el Miércoles de Ceniza, la Cuaresma y la Semana Santa.
La tradición del Domingo de Ramos o la bendición de las palmas llegó a México con los frailes evangelizadores, en los primeros años de la Conquista.
“Ya desde entonces se tejían figuras utilizando diferentes fibras vegetales. Esta artesanía proviene de las regiones aledañas a Alicante, España, donde en un inicio se utilizó el laurel y el romero, que fueron sustituidos, en el siglo XV, por la palma.
Ese día, en nuestro país, se adornan los altares y las capillas externas de las iglesias, donde los fieles van a bendecir sus ramas de olivo o sus palmas, sobre todo en provincia, y que colocarán en la parte trasera de las puertas de sus hogares o en los altares domésticos”.
Tal es el comienzo de la Semana Mayor, la cual se conmemora de diferentes maneras a lo largo y ancho del país, dentro de un diálogo en el que se conjugan la visión católica con los elementos sagrados de los pueblos prehispánicos, con lo que se ha construido tan solo desde dos perspectivas: la mestiza y la indígena, “a partir de fundamentos religiosos comunes”, se especifica en el libro La Semana Santa en México.
En las comunidades indígenas, donde el mestizaje se refleja en cada una de sus celebraciones religiosas, todo lo vinculado con la Pasión y muerte de Jesús adquiere características muy especiales, donde se funden tanto la presencia católica, como las costumbres heredadas desde tiempos prehispánicos.
Así, por ejemplo, en el asentamiento tarahumara denominado “La Soledad” su Gobernador indígena Liborio Carrillo, aseguro que esta tradición comienza desde el miércoles con pintos danzantes, en donde jóvenes bailan al ritmo de un tambor a lo largo del día.
Dentro de este grupo de baile tarahumara, también hay personas que lo dirigen, en donde por lo general, recorren varias cuadras a ala redonda danzando, para concluir con una misa dependiendo el dia, en donde los participantes durante la danza se comunican con Dios, la naturaleza y la Virgen.
Asimismo el Gobernador informó que los Tarahumaras tienen su propia versión de la Pasión y Muerte de Jesús, expresada en la costumbre de pintarse el cuerpo con colores sagrados tales como el negro, el blanco y, principalmente, el rojo.
Juan Hernández Cordero un tarahumara que se le encomienda dirigir las danzas, nos explica que muchos de los jóvenes “pintos” que son los que bailan todo el día, algunos son de deferentes zonas serranas de la sierra de Chihuahua, por ello no hablan español y el funge como traductor dependiendo la danza que estén interpretando.
También dentro de las creencias de los Tarahumara, la comida que se consume en estos días, tiene su significado, ya que no se consume carne roja y solo blanca y platillos especiales como, chacales, torrejas, nopales en chile colorado, ensalada, spaghetti, pescados y algunos otros.
Por su parte Fernando Legarreta joven misionera, llevo un año llevando la palabra del señor hacia esta comunidad que se ubica a las espaldas del Cerro Grande, en donde comenta que esta semana es muy importante en la religión catolica.
Acompañado por varios jóvenes misioneros Fernando oficializa la misa en donde brinda el mensaje según el dia y les explica a los tarahumaras el significado y el porque de la semana santa.
Como lo es el Miércoles Santo es el día en que se reúne el Sanedrín con Judas Iscariote, el tribunal religioso judío, para condenar a Jesús; Jueves Santo, la Iglesia católica conmemora la institución de la Eucaristía en la Última Cena y el lavatorio de los pies realizado por Jesús; Viernes santo en este día, la Iglesia Católica manda a sus fieles guardar ayuno y abstinencia de carne como penitencia, Sabado santo es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su Descenso al Abismo; una vez ha anochecido, tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual y el Domingo de Ramos es aquel en el que los cristianos conmemoran la entrada apoteósica de Jesús de Nazaret en Jerusalén, aclamado por una multitud exultante, días antes de su pasión, muerte y resurrección.