Ellos biológicamente no necesitan tener más encuentros sexuales que ellas, aunque sí los buscan más. Los hombres, en comparación con las mujeres, tienen un costo de reproducción mucho más bajo. No requieren cargar un feto durante nueve meses, ni alimentarlo con su propio suministro de comida. Tampoco ponen en riesgo su vida dando a luz. Además, la aptitud reproductiva de un hombre por lo general mejora al tener muchas parejas sexuales y eso implica apetito sexual. Pero en el caso de las mujeres, a ellas les va mejor si son exigentes al escoger a su pareja.
A las mujeres, en comparación con las hembras de otros mamíferos, no les resulta agradable el proceso de parto por dos razones: las cabezas de los bebés son más grandes en relación con el tamaño del cuerpo, y la especie camina erguida. El haber evolucionado hasta estar por completo erguidos requirió que nuestros ancestros modificaran el ángulo y la forma de la pelvis, lo que redujo la anchura del canal pélvico.
La selección natural ha sometido a la pelvis en dos direcciones distintas: para correr rápido, necesitamos una pelvis estrecha, pero para dar a luz con facilidad, una ancha. Es lo que se conoce como el dilema obstétrico y la pelvis de los humanos modernos es un compromiso entre estas coacciones. Si las mujeres tuvieran las caderas más anchas, no podrían correr.
La selección natural tal vez ha sido más implacable a la hora de eliminar madres lentas o bebés subdesarrollados que a las mujeres a las que el dolor del parto les hizo no querer quedar embarazadas.
En cuanto a si la preferencia sexual es aprendida o genética, estudios con gemelos han mostrado alguna evidencia de un componente heredadopara la homosexualidad, pero eso no es lo mismo que hablar de un ‘gen homosexual’. Por ejemplo, un estudio de 1997 de la Universidad de Toronto mostró que, en el caso de los hombres, por cada hermano mayor que tengan, aumenta su posibilidad de ser homosexuales. En el caso de las mujeres, el componente hereditario de la homosexualidad parece ser más débil.
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