Santiago. Chile entró en la recta final de la carrera presidencial cuyo desenlace será el domingo 14, cuando en segunda vuelta se enfrenten la militante comunista y abanderada de la centro izquierda, Jeannette Jara, y el republicano José Antonio Kast, un fanático religioso partidario de la dictadura de Augusto Pinochet (1973/90), quien llega como favorito.
La oficialista, quien hace un mes venció en primera vuelta con 26.85 por ciento, la tiene muy difícil porque la suma de votos que obtuvo Kast (23.92 por ciento) más los otros dos candidatos derechistas, le dieron al sector casi 51 por ciento de las preferencias.
Y es probable que pocos electores conservadores opten por migrar a Jara. Sabedora de eso, ella -51 años, administradora pública y ex ministra del Trabajo del presidente, Gabriel Boric- se volcó a una campaña dura, atacando a Kast como peligroso para derechos sociales de los que fue gestora: reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales -una conquista muy valorada-; y una reforma previsional cuyo sello solidario agrietó el modelo de ahorro individual, incrementando la pensión básica a 2 millones de personas.
La semana pasada, en un debate radial que tuvo 4.5 millones de oyentes, Jara cargó fuerte contra Kast denunciando a su potencial ministro de Hacienda, Jorge Quiroz, recordando que fue sancionado porque ideó la “colusión del pollo”, un acuerdo ilegal entre empresas avícolas y supermercados entre 2008 y 2011 para fijar precios.
“Tienes en tu equipo a gente que se jode a la gente. Tú te jodes a la gente. El punto es que los amparas en tu equipo”, le espetó ella. Kast lo defendió al señalar que “está aquí presente y me siento muy orgulloso; tiene todo mi respaldo”.
Quiroz figura además en la “colusión de las farmacias”, cuando acordaron el precio de 200 medicamentos esenciales en 2007 y 2008.
Jeannette Jara tendrá oportunidad de seguir machacando este martes, cuando se enfrenten en un debate televisivo.
Kast, 59 años, abogado, padre de nueve hijos, postula por tercera vez, antes en 2017 y 2021. Su campaña, además culpar a Boric de cuanto mal padece el país y de asociarlo a su rival – “Jara es Boric y Boric es Jara, y eso está más que claro”, dijo este domingo-, se basa en un discurso anti migrante, prometiendo que sacará a 330 mil en situación irregular.
“No vamos a expulsar a 300 mil personas en un día, pero quienes quieran volver tienen que irse”, afirmó.
Conectado con lo anterior, izó un discurso que apela al miedo a la delincuencia, caracterizada por la violencia de los crímenes, a menudo a cargo de sicarios venezolanos y colombianos.
Kast evita responder sobre aborto, matrimonio igualitario, eutanasia, control de la natalidad, sexualidad en la educación, y dice “ideología de género” para referirse al feminismo. Visitó a condenados por delitos de lesa humanidad, la mayoría militares, y es partidario de enviarlos a sus casas.
Como explicación para eludir temas, alega que el país “se cae a pedazos” y que el suyo será un “gobierno de emergencia”.
Según la socióloga Silvia Lamadrid, que Kast evite la retórica contra feministas y diversidades sexuales, no implica que varió convicciones “que ha practicado consecuentemente en su propia familia. Su visión de las relaciones de género es patriarcal y en ella el papel de las mujeres es la crianza y el cuidado de otros, renunciando a su proyecto de vida”.
El economista Eugenio Rivera, director de la Fundación Casa Común, plantea que “con Kast llegaría al gobierno un partido que se ha negado a acuerdos. Se vio en el segundo proceso constitucional (2023), cuando republicanos quiso imponer una Constitución que representaba un retroceso en las libertades y derechos de la gente para vivir de acuerdo con sus valores y aspiraciones”.
Álvaro Ramis, rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, publicó que Kast es “una defensa del orden, la autoridad vertical y la homogeneidad cultural”, un conservadurismo que “suele ocultar privilegios, justificar jerarquías y minimizar la diversidad como un problema más que como una riqueza democrática”.
Si Kast gana, incluso en la improbabilidad de que no suceda, la izquierda chilena deberá encontrar respuesta acerca de cómo fue posible aquello; en qué erró tanto como para que tras seis gobiernos progresistas desde 1990 y a 52 años del golpe militar de 1973, la antípoda de todo aquello se convirtió en mayoría; y que a seis años del estallido social de 2019, lo que ese momento pareció significar -el inicio de la salida del neoliberalismo- reviente contra sí mismo.
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Source: Mundo
