En los últimos 30 años se ha registrado un incremento de la diferencia social en el país y no sólo entre los 32 estados, sino al interior de cada uno, afirmó Carlos Tello, profesor de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM, en el Seminario Permanente Desigualdades y Exclusiones en México.
En el Aula Magna Jesús Silva Herzog expuso tres ejes de divergencia: espacial, de clases y de ingreso entre individuos y familias.
En el primer aspecto, Tello señaló que naciones como Inglaterra, Estados Unidos e Italia solían registrar discrepancias entre el norte y el sur, pero en la actualidad estas disparidades son mínimas. En contraste, nuestro territorio alberga entidades como Guerrero, donde el nivel de vida en la sierra dista mucho de la de Acapulco, por ejemplo.
En ocasiones el crecimiento de una demarcación depende de sus vecinos. Por ejemplo, si estos últimos requieren de sus servicios para encontrar personal que se ocupe en una construcción o en la industria de la manufactura, este intercambio impulsa el desarrollo de aquélla, agregó.
Sobre la escolaridad, el investigador detalló que el nuestro es el país latinoamericano que destina el menor presupuesto al rubro. “El estado físico de las escuelas suele ser un indicador del grado de bienestar en cada entidad, por lo que no extraña que las más deterioradas se encuentren en Oaxaca, Guerrero y Chiapas”.
Además, los niños llegan al colegio con el estómago vacío y, por ende, no tienen el mismo nivel de aprovechamiento. Por tal motivo, es necesario orientar el gasto público a nivel estatal.
El 60 por ciento de los ocupados laboralmente pertenecen al sector informal, con salarios precarios e inciertos y sin beneficios sociales, pues prestaciones como seguro médico, adquisición de vivienda y acceso a tiendas departamentales se obtienen en el trabajo subordinado a través de afiliaciones, sindicatos y organismos. Así, la desigualdad entre empleados es abismal, subrayó Tello.
Los sexagenarios y quienes superan este rango no cuentan con pensiones y quienes poseen alguna subvención radican en zonas urbanas, pues los 25 millones de mexicanos que viven en el campo no reciben ayuda de este tipo.
Por otro lado, explicó, el gasto social en la nación es de los más bajos en América Latina y representa la décima parte del producto interno bruto (PIB), que en comparación con el de las otras naciones es paupérrimo (la mayoría invierte cerca del 17 por ciento).
“Sin embargo, esta situación puede revertirse con políticas públicas. En un ambiente de pujanza económica es posible crecer para distribuir y viceversa”, concluyó.