Autoridades no han podido determinar el calibre de las balas disparadas en Aquila, Michoacán

 

Las balas que fueron disparadas en Aquila, Michoacán, el domingo 19 de julio no han sido identificadas por las autoridades porque la bala que mató a un niño de 12 años es sólo una esquirla, y la única completa está en el cuerpo de un joven que se rehúsa a que se la quiten.

“Desgraciadamente se determina que hay dos heridas en el cuerpo del niño. La esquirla que entra en el cuerpo del niño no tiene salida y es muy pequeña. Es imposible determinar el calibre del arma”, dijo este miércoles 22 de julio el procurador de Michoacán, Jaime Rodríguez, en Grupo Fórmula.

Sin embargo, la muerte de un niño de 12 años y las heridas causadas a otras cuatro personas –entre ellas una niña de 6, un menor de 17 y dos adultos– no fue el único saldo que dejó la confrontación de habitantes y elementos del Ejército Mexicano en Ostula, Michoacán, ya que también hubo personas lesionadas por cartuchos de gas lacrimógeno que dispararon las fuerzas estatales y federales, de acuerdo con testimonios de habitantes.

Un joven poblador de la comunidad de Ostula, municipio de Aquila, testigo de lo ocurrido el pasado domingo en el poblado de Ixtapilla, narró que la manifestación para exigir la liberación del exlíder de las autodefensas en Aquila, Semeí Verdía, fue pacífica y con bloqueos carreteros.

Explicó que las manifestaciones se hicieron en tres puntos de ese municipio, mismos que comunican a Colima con el Puerto de Lázaro Cárdenas, hasta donde llegaron los militares y policías estatales para diluir las manifestaciones.

“Nosotros en ningún momento utilizamos la violencia, nunca lo hicimos, solamente nos manifestábamos hombres, mujeres, ancianos, toda la comunidad y demás personas que acudieron a estos puntos, inclusive habitantes de otros municipios”, enfatizó.

Sin embargo, aseguró, en el primero de los tres puntos que habían instalado sobre la carretera costera, los soldados y policías les echaron encima los pesados vehículos a los que ahí se encontraban.

“Con lujo de violencia las autoridades nos echaron encima las tanquetas blindadas, aventando hacia los lados los vehículos que ahí teníamos, no los chocaron, no les importó que hubiera civiles, ancianos, niños, no les importó que hubiera mujeres, y aun así no los echaron encima”, describió el joven, cuyo nombre no se revela por seguridad.

Pero ya en el segundo punto del poblado del Duin –agregó- disparaban los cartuchos de gases lacrimógenos en la cara de las personas; ahí se hirieron a varios de sus compañeros que caían al suelo con el impacto de estos proyectiles.

Agregó que todo parecía que nada le importaba al convoy militar-policial, incluso a costas de pasar por encima literalmente de todos los manifestantes.

En ese sentido, reveló que aquí, al menos cinco habitantes más resultaron lesionados por los impactos de las cápsulas de acero de los gases lacrimógenos y una cantidad indeterminada de golpeados por los elementos del Ejército, que tuvieron que ser atendidos por ellos mismos.

“Nosotros como podíamos los sacábamos del lugar para brindarles los primeros auxilios y tratar de detenerles las hemorragias que a causa de estos proyectiles les causaban a nuestros compañeros. Les vendamos la cabeza y algunas otras partes del cuerpo donde tenían lesiones”, explicó el comunero.

En torno a las aseveraciones del Grupo de Coordinación Michoacán, negó contundente que cualquiera de los habitantes hayan lanzado o portado si quiera gases lacrimógenos, como así lo señaló, Felipe Gurrola, comisionado federal para los trabajos de seguridad.

El testigo de lo ocurrido detalló que de una manera muy similar pasó en el tercer bloqueo, solo que ahí, a las afueras de Ixtapilla, los disparos en contra de la población marcaron la diferencia.

Ahí, la manifestación se tuvo que dispersar porque ya no solo eran gases lacrimógenos, ya el Ejército Mexicano estaba disparando con sus fusiles en contra de la población civil, donde hirieron a varios compañeros, entre ellos un niño y una niña.

“El niño recibió un impacto certero en la cara a la altura de la nariz, y quién tiene esa capacidad de alcanzar su blanco, pues el Ejército que está adiestrado para eso, porque una persona que no sabe utilizar un arma, difícilmente le da al objetivo”, señaló enfático el indígena que no pudo contener su llanto al recordar esas imágenes.

El gobierno está de la mano con los criminales, acusa madre de Semeí

Para la madre del líder de las autodefensas de Santa María de Ostula, Semeí Verdía Zepeda, la muerte de un niño de 12 años de edad, y las lesiones de los otros tres habitantes, así como la detención de su hijo, solo son consecuencia de que ahora es el gobierno en que se va dedicar a matar y a perseguir a los indígenas, como lo hacía el crimen organizado antes de que los pueblos indígenas de esa región se levantaran en armas.

Incluso, denunció, que su hijo fue engañado para ser detenido, pues aclaró, que había recibido una llamada del secretario de Gobierno en Michoacán, Jaime Esparza Cortina, quién lo citó para tener un encuentro, y no como los integrantes del Grupo de Coordinación Michoacán describió la detención.

Con lágrimas en los ojos, y en momentos con incontenible llanto, Martha Rita Zepeda, reiteró a Animal Político, que Semeí Verdía había sido detenido mientras desayunaba en una fonda de la comunidad de “La Placita”, de donde se lo llevaron las autoridades federales y estatales.

Rita se desplomaba en la silla ubicada a su lado derecho, y aseguraba repetidamente que su hijo es no es un delincuente.

Reveló, que incluso, el primer atentado que sufrió, fue mientras jugaba fútbol en una cancha de su comunidad, ya que era su pasión y su sueño, el de jugar de manera profesional. No obstante, se tuvo que ir dos años a los Estados Unidos, tras amenazas del crimen organizado y regresar para sumarse a la lucha civil armada.

“Así ya ni como confiar en las autoridades; ya nos dimos cuenta que ya no tenemos a quién acudir, porque sabemos que el gobierno está de la mano con el crimen organizado a lo que estoy viendo el día de hoy”, acusó, Martha Rita Zepeda, madre del también excomandante de la Policía Comunitaria.

Animal Político