De un año y medio a la fecha, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM se ha convertido en el principal punto de venta de drogas en el sur de la Ciudad de México, según denuncian alumnos y profesores de la institución. El fenómeno, alarmante de por sí, viene acompañado de una ola de asaltos, robos y acoso sexual. Estudiantes y trabajadores de esa facultad cuentan a Proceso lo que ocurre y claman por ayuda; una ayuda que la dirección de su escuela no quiere o no puede dar.
Viernes, 09:00 horas, estación Universidad de la línea 3 del Metro. A esa hora, mezclado entre los estudiantes, un hombre cruza el puente que va de la colonia Santo Domingo a la Ciudad Universitaria. Lleva dos grandes perros sujetos con correas. Baja las escaleras y se mete entre los puestos que llenan la zona. Luego se interna en el campus.
Camina entre los edificios escolares hasta llegar a una zona de piedra volcánica y vegetación abundante. Se instala, se descuelga la mochila que todo el tiempo trajo a la espalda y se alista para iniciar su actividad diaria: vender drogas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
Hace aproximadamente un año y medio dejaron de operar ahí El Mentes, La Rana y El Tijuana, los tres narcomenudistas que durante años vendieron mariguana en ese lugar. Fueron desplazados por una red que convirtió la FCPyS en el principal centro de distribución de drogas en el sur de la Ciudad de México.
Y desde la llegada de los nuevos narcomenudistas aumentaron, a la par que la venta de drogas, el acoso sexual, los asaltos y el robo, especialmente de equipos de cómputo.
Inconformes por la inseguridad, los alumnos de la UNAM se han organizado: exigen seguridad, alumbrado, transporte nocturno, teléfonos de emergencia que funcionen y que se instaure el sistema de credencialización para ingresar al plantel. Se quejan de que el director de la FCPyS, Fernando Castañeda Sabido, ignora sus peticiones.
En entrevista con Proceso, Castañeda Sabido asegura que ya se toman medidas para contrarrestar esta situación, y que el Consejo Técnico de la facultad discute el tema de la credencialización. Incluso solicitó los teléfonos de emergencia y la instalación de botones de pánico en los lugares más “peligrosos” para los alumnos.
Pero, se queja Castañeda, el grupo de narcomenudistas también se refuerza en número y crea sistemas de venta más sofisticados: el vendedor recibe el dinero y el perro le indica al comprador el lugar en el que puede recoger la droga. Se trata, dice, de unos 30 narcomenudistas que se asentaron en este espacio escolar.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 2010, ya en circulación)