En todo México hay un solo lugar donde se puede comprar legalmente un arma. Está escondido en un edificio anónimo de una base militar en la capital, atendida por soldados.
Quienes entran deben dejar sus celulares, tabletas o cámaras; quitarse gorras y pasar a través de un detector de metal. Las armas se mantienen en cajas de cristal cerradas con llave, a diferencia de las más de 50,000 tiendas de armas en Estados Unidos donde se exhiben a la vista de todos y los empleados están dispuestos a dejarte tomar una pistola o fusil descargado.
La Constitución mexicana garantiza el derecho de los ciudadanos a tener una pistola y rifles de cacería para defensa personal y deporte. Sin embargo, para que legalmente tengas en tus manos un arma, es necesario superar una serie de obstáculos burocráticos mucho más estrictos que en Estados Unidos y, para varios, también implica viajar grandes distancias para llegar a la única tienda de armas del país.
De hecho, es posible que la mayoría de los cerca de 120 millones de habitantes de México no tengan idea de la Dirección de Comercialización de Armas y Municiones de la Secretaría de la Defensa Nacional, simplemente porque está prohibido que anuncie lo que vende e incluso la propia existencia de la tienda.
Eso, sin embargo, no ha impedido que sus ventas hayan ido al alza, en paralelo al gran y activo mercado negro de armas traficadas desde Estados Unidos.
De acuerdo con el registro oficial del ejército, a quien pertenece la tienda, se vendieron 549 armas en el 2000. Para 2015, las ventas se dispararon a 10,115, un incremento que también refleja el aumento en las preocupaciones sobre la seguridad personal en medio del incremento de los homicidios en México.
Las ventas subieron de manera importante después del 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón asumió el poder y declaró una guerra contra los carteles de las drogas. En el país se registraron más de 164,000 asesinatos entre el 2007 y 2014, según estadísticas oficiales.
En la tienda de armas se pueden encontrar 27 marcas, desde la estadounidense Colt, la austriaca Glock y la italiana Beretta, hasta la mexicana Mendoza y Trejo.
Aunque la propiedad de armas está consagrada en la Constitución, la ley también faculta al gobierno regular los tipos permitidos bajo ciertas condiciones. Los mexicanos pueden comprar legalmente una pistola para proteger su casa, mientras que miembros de clubes de cacería y tiro pueden adquirir hasta nueve rifles de un calibre no mayor a .30 y pistolas de hasta calibre 12, dijo a The Associated Press el coronel Eduardo Téllez Moreno, director de la tienda de armas.
Pero a diferencia de quienes dirigen las tiendas de armas en Estados Unidos, Téllez preferiría que nadie comprara lo que él vende en la suya.
“Es preferible no tener un arma, incluso en la casa, porque lleva a haber accidentes o peor, accidentes dentro de la familia por manejo indebido de las armas de fuego”, dijo. “Es obligación del Estado proporcionar la seguridad a las personas que viven en el país, (pero) no es exactamente para tomar la justicia por su propia mano”, añadió.
Pero algunas personas no confían en las capacidades de las autoridades para garantizar la seguridad.
Recientemente, el capitalino Alejandro Lozano llegó a la tienda para recoger un rifle de cacería después de esperar una semana mientras su documentación era procesada. Dijo que tiene una pistola en su casa, pero que desearía poder llevarla consigo a todos lados para protegerse de asaltos en autobuses, en cruceros o a la salida de bancos y cajeros automáticos.
“No es difícil” conseguir un arma, dijo Lozano. Pero “quisiéramos que mejor nos dejaran tener portación… como en los Estados Unidos… que nos dejen portar el calibre que sea”.
Al menos seis documentos son necesarios para comprar un arma en la tienda oficial: certificado de nacimiento, una carta de su trabajo, una sobre no antecedentes penales, un comprobante de domicilio, una identificación oficial y el registro del seguro social.
Los propietarios de armas deben registrar cada una que tenga y es prácticamente imposible conseguir un permiso de portación, algo que es permitido en casi todos los estados de Estados Unidos.
Luciano Segurajáuregui Alvarez, un defensor de las armas y quien dispara para competir y también como recreación, dijo que los permisos de portación son constantemente negados.
“Si meto mis papeles… van a tomar alrededor de tres o cuatro, incluso seis meses, y luego me enviarán una carta diciéndome que es obligación del Estado brindar seguridad a todas las personas en México, por lo cual tu permiso es negado”, dijo Segurajáuregui, profesor de diseño en la Universidad Autónoma Metropolitana en la capital mexicana.
Consideró eso absurdo. “No puedes asignar un soldado para garantizar la seguridad de cada una de las personas”, dijo.
Defensores de las armas dicen que si se reducen las restricciones, la gente podría protegerse de grupos armados que aterrorizan y extorsionan en varias partes del país.
Muchos mexicanos consideran que las fuerzas de seguridad son incapaces de hacer ese trabajo y en ocasiones incluso están ligados a carteles de las drogas. Desde el 2013, grupos civiles de “autodefensa” han surgido en algunas zonas rurales donde sus habitantes se han cansado de la corrupción, el crimen organizado y el fracaso de la policía y el ejército para protegerlos de los criminales.
“Entonces al vernos solos, al vernos desprotegidos por el gobierno, ¿qué tuvimos que hacer como ciudadanos? Tomar las armas para defender a nuestras familias y las vidas de nosotros mismos”, dijo Hipólito Mora, uno de los fundadores de las autodefensas en Michoacán, uno de los estados más afectados por la presencia del narcotráfico en años anteriores.
Sin embargo, aunque la tasa de homicidios es cinco veces más alta que en Estados Unidos, no se ha dado un debate sobre los derechos a portar armas y no hay ninguna presión política para reducir las restricciones.
“No es un tema”, dijo Alejandro Hope, un analista de seguridad en la Ciudad de México. “El régimen liberal extremo sobre el control de armas que hay en Estados Unidos es visto como un fenómeno extraño. Que el portar armas sea visto como un importante derecho humano es extraño”, añadió.
La venta de 52,147 armas en la tienda del ejército entre el 2009 y 2014 es una cifra mínima comparada con el mercado negro impulsado sobre todo por la entrada ilegal de armas estadounidenses.
Las leyes mexicanas prohíben la entrada de armas sin un permiso especial de importación, pero la aplicación de la ley es irregular: 73,684 de las 105,850 armas confiscadas en México, también entre el 2009 y 2014, tenían su origen en Estados Unidos, según la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos del país vecino.
No hay estadísticas actualizadas sobre el número de armas que poseen los mexicanos, pero el proyecto Small Arms Survey señala que en 2007 los habitantes de México tenían 15.5 millones de armas, de las cuales 4.5 millones estaban registradas con el ejército.
En el mercado negro, compradores tienen acceso al mismo tipo de armas y calibre que las usadas por los carteles de las drogas y no necesitan ningún papeleo.
Para los habitantes de la ciudad de Tijuana, por ejemplo, es más sencillo comprar un arma que fue obtenida en alguna de las cerca de 15 tiendas de armas en San Diego, Estados Unidos, y traficada a México, que viajar los más de 2,700 kilómetros hasta la tienda oficial en la capital.
Segurajáuregui aseguró que los defensores de las armas quieren que el ejército abra tiendas en cada uno de los 31 estados del país, además de la capital, pero no hay señales de que eso vaya a ocurrir.
“Una reforma sobre armas en México siempre ha sido una papa caliente”, dijo. “Nadie quiere tocarla. Nadie”.