“Sean costillas humanas o no, esta es la imagen del hijo de Dios, quien para ser venerado en una imagen bien merecía de algún hermano ese don, el de los huesos, porque él es el dador de cuerpos y almas; si el escultor tomó costillas humanas, fue para recordar que el Señor sigue aquí, que está vivo y sufriente”.
Viejas y empolvadas croniquillas que datan del último tercio del siglo XVIII aseguran que las costillas expuestas de la escultura del Cristo de la Columna, que habita desde entonces en el Templo de la Compañía en Guanajuato, un día pertenecieron a un ser humano.
“Sean costillas humanas o no, esta es la imagen del hijo de Dios, quien para ser venerado en una imagen bien merecía de algún hermano ese don, el de los huesos, porque él es el dador de cuerpos y almas; si el escultor tomó costillas humanas, fue para recordar que el Señor sigue aquí, que está vivo y sufriente”.
Así lo señaló el Padre Alejandro León Romero (Guanajuato, 1970), rector del Templo del Oratorio de San Felipe Neri (Templo de la Compañía), quien aseveró que “las verdades de devoción que el pueblo cristiano tiene respecto a la sagrada imagen del Cristo de la Columna, se expresan cotidianamente”.
El pueblo manifiesta con frecuencia y con mucho cariño que “hasta se le ven los huesos” y si se observa la imagen con detenimiento y a detalle se advierte que sus costillas del lado izquierdo son muy parecidas a las del ser humano, en su anatomía. No hay, sin embargo, un estudio antropológico al respecto”.
Entrevistado por Notimex ante la vitrina que exhibe la santa imagen, el Padre, quien ingresó a la Congregación del Oratorio en 1998 y se ordenó en el año 2000, dijo estar al servicio del Templo de la Compañía desde esa fecha. Con 15 años ahí, ha sido testigo diario de la devoción que despierta la escultura.
“La gente lo quiere y lo ama porque es el Hijo de Dios y representa su santa figura en el momento más difícil de la Pasión y Muerte del Señor, que es la Columna. Es una escultura bien policromada, de autor desconocido del siglo XVIII, elaborada bajo técnicas y con materiales diversos”, explicó el religioso.
Está construida en madera tallada policromada, con peluca de pelo natural (“eso sí me consta, dijo el sacerdote”) y está vestido únicamente con un sayal, prendas que cubre de la cintura a las rodillas, color rojo. Tiene en la cabeza una corona de espinas, lo que le otorga realismo y dramatismo.
Se dice que por el tamaño, la forma y la textura que presentan las costillas a la vista de los creyentes, bien podrían ser humanas, aunque a la fecha no se les han practicado estudios ni exámenes de laboratorio para determinar su origen, reiteró el entrevistado, quien acotó que un estudio así puede resultar costoso.
“A la escultura, que representa a Cristo hincado y recargado sobre la Columna y tiene toda la espalda destrozada, se le ven las costillas y las heridas en el cuerpo, exponen la carne viva y ensangrentada. Las plantas de ambos pies y la mano derecha están ennegrecidas por la sangre”, abonó León Romero.
Esta escultura, añadió, puede relacionarse con las imágenes sangrientas de la tradición pasionaria y expiatoria del Santuario de Atotonilco en San Miguel de Allende. “Los sacerdotes del Oratorio trajeron a Guanajuato esas tradiciones, y no dudo que hayan traído esta escultura”, destacó el rector del templo.
Puede ser posible, añadió, “que alguno de los sacerdotes haya indicado al escultor cómo hacerla, porque es una pieza cautivante y enternecedora que al mismo tiempo conmueve y causa dolor a los fieles, quienes son conmovidos por la expresión de su rostro, su posición cansada y las costillas expuestas”.
El cariño que le tiene la gente es muy grande, de tal forma que espera turno para ponerle un nuevo sayal. “Los devotos están en espera del turno que les toca para ofrecer una nueva prenda a la imagen, Se le cambia cada año, en víspera de la Semana Santa, y hay sayales en espera de ser usados”, comentó.
Por otro lado, el Padre subrayó pese a que la Universidad de Guanajuato (UG) es una institución de educación superior que entre sus áreas de investigación tiene a las Ciencias Médicas, hasta hoy, “todavía no se conoce a alguien de esa universidad interesado en acercase a la escultura para hacerle un estudio”.
Dijo que no duda que dando a conocer las valiosas piezas que existen dentro del templo, “algún académico universitario, investigador o estudiante, venga a analizar al Cristo de la Columna. Tal vez eso despejaría la duda que por siglos ha envuelto a la imagen que ocupa un sitio muy especial dentro del templo”.
Finalmente, el Padre Alejandro León Romero se refirió al templo como una casa en la que se puede encontrar a Dios, confesarse y comulgar, y también disfrutar del arte, pintura y escultura que igualmente están al servicio de la fe. “Las puertas de este espacio están abiertas para recibir al arte y a quien lo ama”.
Información tomada de Notimex.