El ex presidente Salinas reafirma su presencia en la escena pública nacional

La madrugada del 20 de diciembre de 1994, Carlos Salinas de Gortari lleva 19 días como ex Presidente de México y el Gobierno federal está por devaluar el peso frente al dólar. Va a ocurrir una crisis financiera de dimensiones que ni siquiera están en la imaginación. Las empresas, los planes y el porvenir quedarán desechos. Un puñado de hombres hará fortuna. Los más, lo perderán todo.

En su primer informe de Gobierno, el Presidente Ernesto Zedillo Ponce de León ofrecerá una explicación de la hecatombe. Salinas de Gortari aparecerá como el principal responsable. Estas serán sus palabras:

“Ciertamente hubo razones para que la crisis estallara con tanta fuerza … Una de ellas fue que durante muchos años un fuerte y creciente déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se financiara con entradas de capital volátil … Con absoluta convicción, afirmo que la crisis económica nunca habría ocurrido con tal gravedad, aun en presencia de muchos de los factores adversos señalados, de no haberse descuidado la generación de ahorro interno. Mientras que en 1988, los mexicanos ahorrábamos casi 22 por ciento del Producto Nacional, esa proporción fue reduciéndose, año tras año, hasta llegar a menos de 16 por ciento en 1994”.

Los próximos veinte años, Carlos Salinas de Gortari huirá, regresará y se irá otra vez. Publicará unas cinco mil páginas entre libros, desplegados en periódicos, comunicados, alegatos, advertencias y propuestas que llevarán el signo de la acusación a su sucesor, Ernesto Zedillo. Sostendrá que él no es culpable. Brindará decenas de conferencias y entrevistas. Pronunciará graciosas frases célebres. Achicará los ojos, su gesto más efectivo para crear tensión, unos cientos de veces. Recibirá el sobrenombre del legendario críptido “chupacabras” como sinónimo de la encarnación de la perversidad. Cosas de la coincidencia, pero la tierra temblará cuando él visite México. Jamás hará un mea culpa.

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Con Vicente Fox en la residencia oficial de Los Pinos, Carlos Salinas de Gortari iba y venía del territorio que gobernó. Sin ningún ocultamiento. Hacía política y relaciones sociales. Su rostro estaba tanto en los diarios nacionales como en las revistas del corazón. El 28 de diciembre de 2000 pasó el Año Nuevo en Morelos y en diciembre de 2001, se reunió con Roberto Madrazo quien quería dirigir al PRI.

Sólo para estar en el bautizo de la hija de Enrique Regules, su amigo, voló de Houston, Texas a Nuevo León, el 11 de diciembre de 2002. Un año después, su hija Cecilia se casó con Alfredo Gatica y en el centro de todo estuvo él, Salinas.

En 2012, cuando ya era oficial el regreso del PRI a Los Pinos, el ex Presidente presumió: “La sonrisa sólo se me puede quitar con cirugía plástica”. Ya era inminente el fin del exilio. Y así, sonrió en abril de 2013, cuando su hijo Emiliano se casó con la actriz Ludvika Paleta en la Hacienda Tekik de Regil, en Yucatán, propiedad del hombre de negocios, Roberto Hernández.

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Siempre ocurre así. El ex Presidente Carlos Salinas de Gortari aparece y reaparece. Cuando sus visitas han coincidido con temblores de tierra, el hecho no ha pasado inadvertido. El 14 de junio de 2000 mientras él estaba en la tierra mexicana, un terremoto de 6.7 grados ocasionó 17 muertes. El diario Reforma tituló a primera plana: “Carlos Salinas llega en otra visita familiar … y la tierra tiembla otra vez”.

Presente o no, su influencia en los tomadores de decisiones en México jamás se ha ido desde que dejó de ser Presidente. A través de su persona o la red empresarial, partidista, legislativa o mediática, se percibe la mano del ex Mandatario.

Eduardo Murueta es experto en Psicología del Poder y dirige la Asociación Mexicana de Alternativas en Psicología (AMAPSI). De las presencias intermitentes de Salinas de Gortari, piensa: “Sirven para que hablemos de él. Si dejara de aparecer, perdería su poder. Con sus estrategias, Salinas ha logrado decir: el autor del México actual aquí está. El gran pensador de los últimos 25 años soy yo”.

El gabinete del Presidente Enrique Peña Nieto es muestra de su influencia. Los funcionarios envueltos en los escándalos más sonados hasta ahora tienen vínculos con él. El ex Procurador Federal del Consumidor, Humberto Benítez Treviño, destituido después de que su hija enviara agentes del organismo a un restaurante de la colonia Roma de la Ciudad de México, donde le negaron una mesa, fue Procurador General de la República en 1994, último año del salinismo. David Korenfeld, ex director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) integró el despacho jurídico con Alberto Bazbaz en la defensa de Raúl, su hermano. Por otro lado, Claudia Ruiz Massieu –su sobrina- ocupa la Secretaría de Relaciones Exteriores y antes, estuvo en la de Turismo.

En el tinglado de los negocios, los hermanos de su esposa, Ana Paula Gerard Rivero, están detrás de un complejo de empresas nacionales y extranjeras beneficiarias de multimillonarios contratos de obra del Gobierno federal. Hipólito Gerard Rivero, con Constructora y Edificadora GIA+A, tiene contratos de obra y concesiones carreteras y hospitalarias; su hermano Jerónimo Marcos está al frente de otra empresa que administra fideicomisos que han fondeado, entre otros a Juan Armando Hinojosa Cantú, constructor y financiero de la mansión llamada Casa Blanca, presunta propiedad multimillonaria de Angélica Rivera, esposa del Presidente Enrique Peña Nieto. (Arturo Rodríguez, Revista Proceso, 6 de junio de 2015)

En diciembre de 2015, ¿aún es importante quitarse la culpa de lo ocurrido el 20 de diciembre de 1994? El abogado Humberto Hernández Hadad, ex cónsul de México en San Antonio, Texas, en 1994, exclama: “Es un capítulo de la historia de México. ¿Cuándo y con qué presidente empezó? Ya no importa tanto. Cuándo se inicia la recuperación en firme y sostenida del país, sería la pregunta central”.

El 6 de noviembre de 2015 en el foro de The Economist, el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari se presentó en uno de los auditorios del Hotel Westin en Santa Fe y una vez más, dijo que la responsabilidad de la falta de crecimiento de la economía después de la firma del TLCAN se debió a las malas decisiones tomadas por el Gobierno que lo sucedió.

“¿Qué le diría a Donald Trump, precandidato del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos?” Fue una de las preguntas que hizo el periodista Michael Reid. El ex Mandatario mexicano más controvertido de la Historia contemporánea achicó los ojos. Se hizo el silencio. Y luego, dio su respuesta como si siguiera el formato de su propio guión:

–Señor, ¿tiene usted un mínimo de decencia?” –dijo que le diría.

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