Hay un asunto incómodo en el Instituto Nacional Electoral (INE), y que pese a ser piedra en el zapato, prefirió guardarse cuando era IFE y es el nepotismo y las relaciones familiares que permean entre los altos cargos del organismo electoral.
En su columna de este sábado en El Universal, Salvador García Soto, destaca el caso de la esposa del consejero electoral Javier Santiago Castillo, Sandra Yáñez Gómez, quien trabaja como asesora en la oficina de otro consejero, Marco Antonio Baños.
No es el único, “se suman varios casos más que confirman que la vinculación y las recomendaciones familiares son una práctica común entre funcionarios de alto nivel del órgano electoral”, en donde se jactan en decir que “no hay conflicto de interés”, y tampoco hay nepotismo, “o contrataciones irregulares, tal y como lo hizo recientemente el consejero Santiago”.
En el texto, titulado Las esposas del INE, señala que otro caso de esposas y funcionarios es el del secretario Ejecutivo del INE, Edmundo Jacobo Molina. “Su esposa, Claudia García González, es la directora de Difusión y Campañas Institucionales, que se encarga de asignar los tiempos de difusión a los partidos políticos y cuya adscripción, en la Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y Educación Cívica, depende directamente de la Secretaría que encabeza su esposo”.
En tanto, Jorge Torres, actual coordinador General de Servicios Informáticos, tiene trabajando directamente bajo su mando a su esposa, Danae Barrera Reynoso, quien es subdirectora de Servicios Web.
Así viene el rosario de cargos a familiares del INE.
En su columna Serpientes y Escaleras, el periodista destaca que otros utilizan el llamado “nepotismo cruzado”.
El ejemplo de ello “es René Miranda Jaimes, director Ejecutivo del Registro Federal de Electores, cuya esposa, Farah Munayer Sandoval, no trabaja directamente con él, pero sí como asesora del consejero electoral Ciro Murayama”.
Se toca también el caso del consejero Marco Antonio Baños, quien “no sólo tiene como asesora a la esposa de su compañero consejero Javier Santiago, sino que el mismo está casado con Arminda Balbuena Cisneros, quien fuera directora del Centro de Desarrollo Democrático hasta finales del año pasado, cargo que dejó para ser nombrada consejera electoral del Instituto Electoral de Guanajuato”.
Y podrán alegarse “carreras y servicio profesional” electorales, dice García Soto, “podrán decir que nada tuvieron que ver en la designación de sus esposas” y que “ellas tienen su propia carrera”, sin embargo, “el hecho innegable es que existen ese tipo de relaciones familiares entre funcionarios electorales y subalternos que a veces dependen de ellos o a veces de otra área, pero en algún momento tendrán que interactuar y tomar decisiones que tocan los límites del cuestionado conflicto de interés y el nepotismo, ambos señalados en la Ley Federal de Servidores Públicos”.
El columnista remata su texto con la famosa frase de Pompín Iglesias, en el IFE, como en otras instituciones y poderes del Estado mexicano, “¡qué bonita familia!”.
Información tomada por Sdpnoticias