“De lejos dicen que se ve más claro”, dice la canción. México ha sido, en ese sentido, un país que escritores como D.H.Lawrence, Malcolm Lowry, Roberto Bolaño y tantos otros, han podido narrar con minuciosidad y un instinto básico, certero.
Así las cosas, el estado actual de la violencia en nuestro país, un lastre heredado de la fallida “Guerra contra el narco” impulsada en el pasado sexenio por el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, se trata mejor con ojos extranjeros, una circunstancia que se ve traducida en trabajos documentales que con más o menos espectacularidad según el caso dan cuenta de una situación que al decir de muchos analistas políticos tiende a empeorar y está muy lejos de ser resuelto.
Sobre todo luego de que el famoso narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, Alias “El Chapo”, se escapara por segunda vez, ahora del penal de máxima seguridad del Altiplano, generando gran desazón e incertidumbre en un pueblo donde el Gobierno federal parece haber bajado los brazos frente al crimen organizado y la corrupción dado el lugar de protagonismo social a los que habitan y se desarrollan fuera de la ley y las instituciones.
¿ES EL CHAPO?
Precisamente, ha sido el estadounidense Charlie Minn el responsable de analizar el fenómeno representado por el líder del Cártel de Sinaloa en la película “¿Es el Chapo?”.
Estrenada en 2014 y que elabora una tesis que podría ser considerada absurda y fruto de una imaginación más que frondosa si no fuera porque los mexicanos nos hemos acostumbrado como ningún otro pueblo a lo poco convencional.
Minn, nacido en Nueva York, se pregunta si en realidad fue “El Chapo” Guzmán el detenido el 22 de febrero de 2014 en un hotel de Mazatlán. Allí, la periodista Anabel Hernández, experta investigadora del Cártel de Sinaloa, dice no saber si en realidad es el narcotraficante más buscado del mundo el que fuera apresado sin disparar ningún tiro, en momentos en que extrañamente el criminal tenía escasa seguridad a su alrededor.
Hernández, autora entre otros libros de Los señores del narco, está convencida de que los últimos tres gobiernos mexicanos (Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto) amparan los intereses del Cártel de Sinaloa.
“Si es así, ¿por qué fue apresado?”, pregunta Minn a Anabel. “Esa es la gran pregunta”, dice a la cámara la profesional mexicana, en un filme que se refiere a los 120 mil muertos por la Guerra del Narco, donde la sociedad es la víctima (Hernández dixit) y donde el gran enigma era, en 2014, saber si “El Chapo” se iba a volver a escapar. Ya no hay dudas sobre ello.
“Como la mayoría de las personas en México, no confío en la declaración oficial”, dijo Charlie Minn al presentar la película cuyas ganancias fueron a parar a organismos de derechos humanos en Ciudad Juárez.
Para el estadounidense, lo que más le sorprendió es que mucha gente en Sinaloa considerara al delincuente como un héroe que ayudaba a los más necesitados, a pesar de los miles de asesinatos cometidos por su cártel.
THE LEGEND OF SHORTY
Joaquín Guzmán Loera, alias “El Chapo”, nacido hace 60 años en La Tuna, Badiraguato, Sinaloa, México, es el centro de esta película dirigida por el peruano Guillermo Galdós y el estadounidense Angus McQueen.
Desde su infancia campesina hasta formar parte de la lista Forbes como uno de los hombres más ricos del mundo, The legend of Shorty, la vida del narcotraficante prófugo y líder del Cártel de Sinaloa se devela mediante testimonios de familiares, integrantes del gigantesco entramado del tráfico de drogas y conocidos de la infancia.
Ambos incluso llegaron a hablar con él, pues según Galdós –entrevistado por la agencia Notimex– “no se maneja bien delante de una cámara, es un campesino sin oratoria”, pese a lo cual estamos frente a “un tipo muy habilidoso, que supo hacer muchas alianzas y que cuando estuvo preso por primera vez, nadie lo traicionó fuera”.
“Cuando la gente habla de ‘El Señor’, todo el mundo baja la voz”, dice Galdós para referirse a la figura de autoridad que representa el narcotraficante más poderoso del mundo.
La película, presentada en 2014, plantea la dificultad que representaría tanto para las autoridades estadounidenses como las mexicanas la detención del “Chapo”, un hecho que de todos modos ocurrió el 22 de febrero de 2014.
Sin embargo, como sabemos, el narcotraficante está otra vez libre e inhallable. Su poder, al parecer, se mantiene incólume.
NI VIVOS NI MUERTOS
“Si no tengo miedo, soy un pendejo”, respondió el periodista italiano Federico Mastrogiovanni a una pregunta de SinEmbargo. Por entonces, el profesional recibía el Premio Pen a su labor a favor de tratar un tema tan vigente como tabú en nuestro país: el de los desaparecidos.
Primero escribió el libro Ni vivos ni muertos, un trabajo que le otorgó entre otras cosas la firme convicción de que “México es la tumba de los derechos humanos”.
Las desapariciones forzadas en nuestro país se remontan en la investigación de Mastrogiovanni a los ‘70, cuando desapareció el luchador social guerrerense Rosendo Radilla Pacheco, en el contexto de la llamada “Guerra sucia” y llegan hasta nuestros días, con casos como el de Alan Cerón, un joven desaparecido en Cuernavaca.
O el de Melchor Flores, conocido como el Vaquero Galáctico, desaparecido por policías en Monterrey. O la historia dramática de Nepomuceno Moreno, quien luchaba en búsqueda de justicia para su hijo y acabó muerto a balazos.
Luego del libro vino el documental que el periodista hizo con el cineasta mexicano Luis Ramírez, “casi sin querer”, según dijo en varias entrevistas.
“De pronto acumulamos mucho material sobre el tema y vimos, además, que nadie se estaba ocupando de los desaparecidos”, afirmó Mastrogiovanni.
CARTEL LAND
El fenómeno de las autodefensas es tan complejo como poco sorpresivo. Por un lado plantea esa línea difusa y tan poco palpable que separa al mal del bien. Por el otro, cuesta creer que poblaciones enteras puedan soportar sin emitir reacción alguna los reiterados y gravísimos ataques que contra su patrimonio y sus seres queridos ejecuta el crimen organizado en las denominadas “zonas calientes” de nuestro país.
Hacia el corazón de las autodefensas y alrededor de su líder polémico, el doctor José Manuel Mireles, legó el cineasta estadounidense Matthew Heineman, para filmar Cartel Land, una película fascinante desde lo visual y bastante discutible desde lo ideológico.
El filme realizado en la cuna de los Zetas, La Familia y Los Caballeros Templarios, establece un paralelismo entre el Arizona Border Recon y las Autodefensas en Michoacán, y esta teoría debilita el complejo entramado por medio del cual se manifiesta el tema de la violencia en México.
Bandas despiadadas producen el alzamiento en Michoacán, donde aumenta el control territorial por parte de los cárteles, mientras disminuye la presencia de autoridades e instituciones que cumplan con su obligación de preservar el orden público y garantizar la seguridad de las comunidades.
Al otro lado de la frontera, en cambio, la reacción parece ser el testimonio de un nuevo racismo que no se hace cargo de una verdad irrefutable: si hay narcotráfico es porque hay un mercado de demanda. Y hasta que las estadísticas no demuestren lo contrario, el gran mercado consumidor de drogas en el mundo es Estados Unidos.
NARCOCULTURA
Dirigida por el fotógrafo de guerra israelí Shaul Schwarz, el largometraje documental estrenado en 2013 todavía levanta ámpulas entre los espectadores mexicanos, porque ha sido un modo de voltear la lente e inquirir al propio público para preguntarle cuánto de cierta admiración hacia los narcotraficantes pervive en su fuero más interno.
No por nada, cuando fuera apresado “El Chapo” el pasado 22 de febrero salieron a la calle muchos pobladores de Sinaloa para exigir la liberación del líder del cártel que lleva el nombre del estado y ahora, en su segunda fuga, desde temprano en Culiacán hubo fiestas populares para celebrar la “buena nueva”, según contó a SinEmbargo el periodista de RioDoce Javier Valdez Cárdenas.
“Para un gran número de mexicanos y latinoamericanos en todo el continente, los narcotraficantes se han convertido en delincuentes célebres, glorificados por músicos que alaban estos nuevos modelos de fama y éxito.
Los narcotraficantes representan una manera de escapar de la pobreza; han creado un nuevo sueño americano impulsado por una adicción al dinero, las drogas y la violencia”, dice la sinopsis de Narco Cultura.
Se trata de una mirada feroz e indagadora a la explosiva influencia de los cárteles en la cultura popular en ambos lados de la frontera norte, y una muestra de la manera en que este fenómeno es experimentado por un cantante de narcocorridos de Los Ángeles que sueña con el estrellato y un investigador criminal de Ciudad Juárez que está en la avanzada de la lucha contra el narcotráfico en México.