Mientras los menores que cometen algún delito son sometidos a proceso, con o sin restricción de la libertad, según la edad y el tipo de ilícito en el que incurran, los niños de menos de 12 años reciben un tratamiento diferente cuando realizan alguna acción nociva catalogada como conducta antisocial, según un reportaje de Excélsior.
En abril de 2014, el Gobierno del Distrito Federal dio a conocer el Protocolo para la atención integral de niñas y niños menores a 12 años de edad vinculados a una conducta antisocial, con el propósito de prevenir acciones que violan los derechos de otros o las normas o reglas que son apropiadas para su edad, mediante la intervención multidisciplinaria de expertos en trabajo social, sicología y pedagogía.
A su vez, el director general del DIF-DF, Gamaliel Martínez Pacheco, dio a conocer el trabajo que realiza la institución a su cargo con los menores de 12 años de edad que son detectados en conductas antisociales y a quienes la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal les levanta “actas especiales” y envía a tratamiento.
Martínez explicó que el trabajo se realiza con toda la familia del niño, ya que se da por sentado que su entorno no es el adecuado. Se aplican estudios sicológicos, sociológicos y de la situación en el hogar hasta lograr la rehabilitación del menor y de la familia.
Ejemplos de conducta antisocial podrían ser a los cuatro años de edad morder y golpear, a los diez años robar en tiendas y salirse de la escuela sin permiso o, como los ejemplos que presentamos a continuación, acciones con implicaciones sexuales que se desarrollan en centros escolares entre compañeros.
Violentada en la escuela
En 2013 una niña de 11 años reportó una agresión sexual dentro de su escuela. El atacante era un menor varón de 11 años. Fue la profesora de la escuela quien recibió la denuncia de la pequeña y habló con los padres de familia, quienes también habían notado cambios de conducta en su hija.
El hecho ocurrió en el salón de clases cuando no se encontraba la profesora. Los niños explicaron que estaban jugando cuando varios de ellos cayeron al piso y el menor agresor quedó encima de la niña. En ese momento otro compañero le dijo a la pequeña: “te están cogiendo” y otro más hizo ruidos de quejidos sexuales, lo que provocó que la menor se fuera de prisa del salón.
A partir de ese momento la niña violentada presentó cambios en su conducta y no quería ir a la escuela, además no permitía que la tocaran. Por lo anterior se presentó la denuncia en la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), la que a su vez canalizó al menor agresor al DIF-DF.
Al recibirse la solicitud de intervención en el DIF-DF, ésta se dirigió al área de trabajo social, la cual visitó la casa del niño agresor. Ahí elaboró un diagnóstico que envió al área de sicología de la institución. Ya con los antecedentes, esta instancia realizó una impresión diagnóstica del niño y detectó que no existía alteración de su desarrollo sicosexual, pero encontró que había tenido contacto con mensajes de carácter sexual no acordes a su edad.
Al profundizar se supo que dichos mensajes estaban en el teléfono celular de su mamá, quien almacenaba material de contenido sexual. A partir de ahí se trabajó con la madre, quien era soltera, y se le sensibilizó respecto a la información a la que tenía acceso su hijo. También se logró que el niño le expresara el uso que le daba a su celular con la finalidad de crear un puente de comunicación respecto de temas sexuales y se le orientó sobre conductas que estaba expresando con otros menores, las cuales no eran las adecuadas.
Agresor sexual a los 11
En 2013, un pequeño de ocho años de edad que cursaba el tercer grado de primaria comenzó a mostrar cambios severos de conducta. La madre se percató que no se dejaba tocar por su hermano y pasaba todo el día dormido, además ya no quería ir a la escuela. Luego de platicar con su hijo, éste le reveló que un compañero de la escuela que cursa el sexto grado de primaria le pedía que le hiciera tocamientos bajo amenazas.
Se descubrió que el compañero de escuela, de 11 años de edad, le pedía de manera regular tocar su pene, advirtiéndole que si decía algo lo iba a matar porque siempre traía una navaja. Luego de conocer el hecho se pidió la intervención de la PGJDF, la que inició una “constancia de hechos” o “acta especial” y canalizó el caso al DIF-DF.
De manera inmediata, el DIF-DF pidió a trabajo social que hiciera una visita a la casa de ambos niños para que posteriormente ordenara la intervención al área de sicología. En dicho departamento se trabajó con el pequeño de ocho años y se detectó que se encontraba en un alto grado de vulnerabilidad, además de que tenía un fuerte problema de falta de comunicación con su madre.
Por otra parte, se determinó que el niño agresor, de 11 años, ejercía un acto de coacción para que el más pequeño llevara a cabo una conducta sexual mediante el uso de la fuerza física. En este menor sí se detectó una fuerte alteración en el desarrollo sicosexual, ya que presentaba conductas que daban cuenta de una sintomatología de violencia sexual.
Por lo anterior, se trabajó con las dos familias y ambos menores fueron canalizados a instancias especializadas debido al alto grado de afectación emocional.
También se intervino a las familias y se les instó para que trabajaran la problemática de manera integral. A los padres se les dio asesorías en los estilos de crianza, transformación del ambiente, comunicación e integración.
Hoy día las familias continúan recibiendo atención especializada.
Alteración sicosexual
Este caso ocurrió en 2014, también dentro de una escuela de la Ciudad de México. El agresor es un niño de 11 años de edad quien obligaba a dos de sus compañeros a sostener actos sexuales. Los hechos ocurrieron cuando el victimario ingresó a los baños de la escuela y, con navaja en mano, obligó a uno de sus compañeros a que le chupara el pene a otro. En el momento del hecho un cuarto compañero entró a los baños y al ver lo que ocurría avisó a los profesores.
La PGJDF intervino y envió el “acta especial” al DIF-DF, donde se realizaron visitas domiciliarias a la casa de los tres menores. En el caso de las víctimas, el área de sicología no detectó alteraciones en su desarrollo sicosexual, sin embargo se determinó que por la necesidad de pertenecer a un grupo de pares, los niños depositaban poder en el líder del grupo.
En este caso se trabajó con ambas familias y se les concedió atención sicológica. Se fortaleció la red de apoyo que existía en los hogares para escuchar las necesidades de los propios niños y se logró empoderar a los pequeños.
Por lo que respecta al niño agresor se encontró que era de aprovechamiento escolar bajo y que repitió el sexto año por no alcanzar calificación aprobatoria mínima para acceder a la secundaria. Sus padres trabajan todo el día por lo que el menor pasaba toda la tarde en la calle con jóvenes mayores.
Este menor tiene precocidad por una inadecuada estimulación en el aspecto sicosexual. El niño estaba expuesto a información sexual no acorde a la edad y sin la orientación correspondiente. También se detectó omisión de cuidados por parte de los padres, estilos de crianza inadecuados, canales de comunicación difusos y poca claridad en roles genéricos y límites. En la intervención sicológica se reforzó el uso de estilos de crianza basados en la paternidad positiva, comunicación asertiva y tiempo de calidad.