En Estados Unidos podría haber más personas dedicadas a la distribución de drogas que en México, pero no son visibles como aquí por dos razones: allá no hay cárteles y quienes distribuyen drogas trabajan en forma independiente y son muy discretos, nada que ver con la ostentación del narco mexicano. Así lo expone en su libro Los narcos gringos, el periodista Jesús Esquivel, informó El Universal.
“No hay que perder de vista que el narcotráfico en Estados Unidos es inmenso, pero no es tan visible porque no hay capos, no hay cárteles, no hay una agrupación que domine un condado, cada grupo domina apenas una manzana o unas cuadras”, explicó en entrevista con Excélsior.
Para darse una idea del tamaño del mercado de las drogas en Estados Unidos, la DEA acaba de dar a conocer que en los últimos siete años se triplicó el consumo de heroína en esa nación, y cada año diez mil personas mueren por consumirla.
“Eso te da una idea de cuántas personas participan en la venta de drogas y en su distribución en Estados Unidos y ni las mismas autoridades estadunidenses pueden hacer un cálculo exacto: todos los días detienen a muchos vendedores de drogas y un niño, un adolescente o una mujer cae por la misma razón”, explicó el periodista.
¿Cómo trabaja el narco en EU?
En Estados Unidos la distribución de los estupefacientes la llevan a cabo personas que cumplen tareas distintas y, sobre todo, son independientes entre sí, discretos y la mayoría ni siquiera sabe de qué cártel —Pacífico, Juárez, Los Zetas— es la droga que distribuyen.
Una vez que un cártel mexicano logra internarse en territorio estadunidense aparece el primer personaje en la cadena de distribución: el bróker.
Esquivel le dedica un capítulo de su libro y narra que: “Al bróker nada le importa, ni la guerra por las plazas para el cruce de las drogas entre los cárteles mexicanos ni la narcoviolencia o los miles de muertos; él es un empresario de narcóticos y punto, o sea, el que hace el dinero para la mafia del narcotráfico de cualquier país con el que tenga relación”.
El bróker renta diversas casas en zonas de la clase media alta estadunidense, ya sea en Texas, California u otro estado. Esos inmuebles funcionan como narcobodegas. El bróker lleva la droga a la narcobodega y contacta a una narcopandilla o narcomotociclistas que recogen la mercancía y se encargan de su distribución.
A su vez, las narcopandillas o los narcomotociclistas, entregan la droga a otras personas que las venden al menudeo. En ese punto, los cárteles mexicanos y colombianos han optado por reclutar a anglosajones, rubios o rubias de ojos azules que, vestidos con ropa de diseñador, jamás levantarían sospechas al caminar por las calles de Wall Street, en Nueva York.
Parecen un financiero o un abogado más entre los miles que hay, pero a diferencia de ellos, no llevan contratos en el portafolio, sino bolsitas con cocaína o heroína.
En el capítulo “Narcas gringas y narcos viejitos,” el periodista describe el fenómeno de las mujeres: “La mayoría de ellas ni siquiera sabe para quién trabaja, e incluso algunas ignoran que su jefe podría haber sido el mismísimo Chapo Guzmán, enemigo número uno de su país. Estratégicamente, su ignorancia o desinterés acerca de sus empleadores las hace todavía más valiosas para los capos mexicanos”.
Mujeres clave
Y las mujeres también son clave para mover las ganancias del narco a través del territorio estadunidense.
Esquivel explicó que los cárteles mexicanos contratan a mujeres anglosajonas, muchas veces con hijos pequeños, a quienes les pagan las vacaciones y las envían a Orlando u otro destino; la condición es que mantengan siempre abierto el auto.
En algún punto del viaje, cuando el auto está estacionado en el hotel, alguien deja una maleta con dinero, podrían ser miles o millones de dólares, y en otro punto de su viaje una persona se lleva la maleta. Ellas jamás deben tocarla. Y a ningún policía se le podría ocurrir que una rubia de ojos azules con tres niños trae en la cajuela dinero del narco.
Para Esquivel, el racismo estadunidense juega un papel decisivo en todo esto: “La sociedad estadunidense es profundamente racista y no va a dejar de serlo, y los narcos mexicanos y colombianos lo saben y aprovechan ese factor a su favor”.
Eso no implica que no haya muchos latinos y afroamericanos participando en el negocio, de ellos habla Esquivel en Los narcos gringos.
El hecho de que los personajes de la cadena de distribución de dogas en el vecino país del norte ignoren para qué cártel trabajan es otro un asunto clave, pues cuando los detiene la policía de EU no pueden ni siquiera revelar para quién trabajan o quiénes más están implicados.
Cuestionado sobre poqué los narcos gringos no son ostentosos como los mexicanos, Esquivel respondió a este diario: “Porque hay demasiada policía en Estados Unidos, o sea, no es sólo una policía antinarcóticos, sino que existe la policía de los condados, la estatal, los marshalls federales, el alguacil de la ciudad y aparte las agencias federales al detectarse la distribución de drogas en alguna cuadra inmediatamente los abaten, de allí que sean tan prudentes”.
¿Por qué allá no hay violencia?
Otra enorme diferencia entre la naturaleza del narcotráfico en México y en Estados Unidos es que allá los niveles de violencia no tienen nada que ver con las masacres, asesinatos y desplazamientos de población por violencia, y para ejemplificarlo Esquivel habla en su libro de los camioneros.
En Estados Unidos “los camioneros no necesitan ser amenazados por los narcos gringos, como es regla y costumbre en México, no necesitan ponerles una pistola en la cabeza y amenazarlos —con asesinar a su familia—”. Les ofrecen grandes cantidades de dinero para que lleven la carga de droga, la amenaza no es necesaria.
El periodista también aborda el tema de la narcocorrupción entre las autoridades estadunidense.
“No es como en México, que es una corrupción estructural, allá no vas a encontrar como aquí a ninguna policía de ningún condado o estado y menos a nivel federal, cuyos mandos estén recibiendo dinero del narcotráfico.”
En Estados Unidos la narcocorrupción es más sencilla, “son casos aislados de policías, de algunos funcionarios de aduana, a nivel muy bajo, o de agentes instalados en la frontera, no porque sean pobres, sino porque el dinero siempre es una tentación”.
Los Narcos Gringos es un libro apasionante escrito con maestría por Esquivel, quien desde 1989 es corresponsal en Washington, DC, ha colaborado con Notimex, El Sol de México, el Instituto Mexicano de la Radio y ha sido analista político para CNN, Univisión, Al Jazeera y Telesur, entre otros medios internacionales.