Había nenas, licor y droga, revelan sobre orgías de narcos y la DEA

Los narcotraficantes colombianos Carlos Mario Jiménez (alias Macaco) y los hermanos Miguel Ángel y Víctor Manuel Mejía Munera (Los Mellizos), financiaron las fiestas con prostitutas de los agentes de la DEA, reveló hoy una investigación de El Tiempo.

Un testigo con el argumento de “romper el hielo, justificó la realización de parrandas pagadas por narcotraficantes a agentes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) y a abogados estadunidenses, italianos e ingleses, en las que abundaban el licor y la presencia de prostitutas”.

Según el testigo, quien pidió al diario el anonimato y quien tuvo acceso a varios de esos encuentros, las fiestas se extendían por varios días.

“Y no solo se hacían en las casas de los agentes pagadas con fondos oficiales del gobierno de Estados Unidos, sino que se organizaron en fincas, restaurantes y hasta reconocidas discotecas que fueron cerradas para atender a los invitados de los narcotraficantes que exploraban la posibilidad de entregarse a la justicia de Estados Unidos”, agregó.

El Tiempo sostuvo que ubicó a personas cercanas a los jefes paramilitares que se entregaron en el marco del proceso de paz con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y que fueron extraditados a Estados Unidos en marzo del 2008.

Estas personas señalaron que desde la desmovilización ya era común que se hicieran ‘atenciones’ a agentes federales y abogados que negociaban la entrega de nacionales a la justicia estadunidense.

Se hicieron fiestas en fincas cercanas a Santa Fe de Realito, zona donde se concentraron los jefes paramilitares para negociar su desmovilización durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010).

“Se hacía como una atención a los visitantes en las que, por supuesto, había nenas, licor y, en muchas ocasiones, droga”, relató una fuente tras señalar que algunas de las parrandas se hicieron en Caucasia y en lujosas fincas del bajo Cauca antioqueño.

El escándalo sexual que sacudió esta semana a la DEA fue revelado en un informe de la Oficina del Inspector General del Departamento de Justicia (OIG).

En el documento de más de 100 páginas están las declaraciones de varios policías colombianos que acusaron a una decena de agentes sobre sus comprometedores comportamientos en el país y las confesiones de varios de los investigados.

Fuentes consultadas por El Tiempo, señalaron que varios abogados extranjeros y agentes que llegaron a Colombia entre 2005 y 2009 fueron trasladados en vuelos privados y carros de alta gama a las reuniones en las que eran esperados inicialmente por emisarios de los narcotraficantes, quienes tenían la orden de satisfacer todos los deseos y peticiones de sus invitados.

“Los agentes buscaban contactos en el país y eso implicaba tener reuniones con fuentes que conocieran el negocio de la droga y que pudieran entregar información para sus investigaciones”, indicaron las fuentes.

Esta estrategia permitía que, a través de enlaces, se les hicieran invitaciones y después de asistir a la primera fiesta ya no faltaban a las siguientes parrandas.

El reporte precisó que en las fiestas, los narcos no solo exploraban la posibilidad de beneficios judiciales por colaboración, sino que de paso conseguían información sobre qué tan grande estaba el dossier contra ellos en Estados Unidos.

“En medio de los brindis y de la fiesta, la gente se iba relajando y era más fácil empezar a preguntar qué tan mal estaba el patrón en los Estados Unidos, qué tan empapelado estaba, y eso permitía hacer cálculos de qué tanto había que colaborar y qué tanto había que entregar en plata y rutas para conseguir un acuerdo favorable”, afirmó el testigo.

El reporte oficial destacó que los enredados en el escándalo sexual son un asistente de director regional, un agente especial encargado, seis agentes especiales supervisores y dos agentes especiales, todos ellos con amplia experiencia de campo en la lucha contra el narcotráfico.

El caso contra los agentes se inició por una investigación interna de la DEA entre el 2009 y el 2010 y allí se estableció que varios de ellos, además de asistir a las parrandas financiadas con plata del narcotráfico, recibieron “costosos regalos, armas y hasta dinero de los carteles de la droga.

Siete de los investigados reconocieron sus escapadas sexuales, pero negaron que supieran que las fiestas fueran pagadas por narcos.

La OIG cuestionó que los agentes, por su preparación, tenían que sospechar de dónde salía el dinero de las fiestas y que además pusieron en riesgo su misión con su comportamiento, pues en su poder tenían computadores y demás equipos con información clave para su trabajo en el país.

El diario recordó que las rumbas de los agentes del Servicio Secreto, quienes integraban el esquema de seguridad del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con prostitutas en Cartagena en 2012, fue la primera alarma que puso bajo la lupa el comportamiento de los miembros de los distintos organismos de seguridad de Washington.

 

Agencias