Enseñar a los niños a disfrutar sin deteriorar un planeta en el que tendrán que vivir muchos más años es en gran medida responsabilidad de los padres, pero también de los Reyes Magos, Papá Noel, el Niño Jesús y compañía.
Mientras la comunidad internacional intenta frenar en París el cambio climático, la proximidad de las Navidades invita a equipar a los más pequeños con juguetes que les ayuden a crear un mundo menos autodestructivo.
Enseñar a los niños a disfrutar sin deteriorar un planeta en el que tendrán que vivir muchos más años que los políticos reunidos en la cumbre del clima COP21 es en gran medida responsabilidad de los padres, pero también de los Reyes Magos, Papá Noel, el Niño Jesús y compañía.
A estas alturas la oferta es tan amplia que cuesta encontrar excusas para gastarse el dinero en juguetes contaminantes: hasta Barbie se ha pasado al embalaje sostenible e incluso ha cambiado su flamante mansión de plástico rosa por una casita de diseño con placas solares.
La iniciativa responde a una decisión que tomó la casa estadounidense Mattel cuando Greenpeace denunció en 2011 en un vídeo que algunas jugueteras utilizan fibras de bosques tropicales en sus productos.
Y como a nadie se le escapa el tirón de la rubia de curvas de plástico y cintura de avispa, los diseñadores polacos de la firma Miniio aprovecharon la circunstancia para crearle una residencia estilo Ikea a base de materiales ecológicos con toda una gama de “mobiliario verde”.
Pero no todas las fábricas de juguetes necesitan del nervio de las organizaciones ecologistas para modificar sus formas de producción, pues la concienciación medioambiental continúa penetrando en más y más hogares.
Es el caso de la firma estadounidense Kroom, que lleva una década manufacturando naves espaciales, puzzles y coches sostenibles con cartón reciclado, pero que también centran sus esfuerzos de marketing en garantizar que sus juguetes no contienen materiales tóxicos que los niños puedan llevarse a la boca.
Las hay también que ponen el acento en productos que están hechos con piezas de madera que provienen de bosques gestionados de forma responsable y coloreados con tintes a base de agua y aceites naturales que, además de divertir a los niños, les ayudan a desarrollarse.
Es el caso de la empresa alemana Grimm, especializada en inspirar a los más pequeños y entrenar sus capacidades psicomotrices con bloques de madera para levantar imaginativas construcciones y fabricar arcos iris o puzzles infinitos.
En la misma senda, Plant Toys comercializa desde caleidoscopios a cocodrilos rodantes, pasando por cohetes y canguros bailarines elaborados con madera extraída de árboles demasiado viejos para hacer caucho al tiempo que participa en un programa de reforestación que ha plantado 40.000 árboles en los últimos ocho años.
La estadounidense Green Toys ofrece una gamma de juguetes clásicos como camiones, tractores o cocinitas a base de plástico reciclado obtenido esencialmente de antiguos botes de leche, mientras que la holandesa Ikonic Toys reinventa los clásicos trenes y las carreras de coches con sabor a madera y cuidado diseño.
Y la incipiente “start-up” Huzi traslada la ecología a la aventura espacial con naves, planetas y satélites a base de madera natural e imanes, productos artesanales y duraderos que desarrolla a través de la plataforma de emprendimiento Kickstarter con un compromiso con el desarrollo medioambiental y social, explicaron a EFE sus responsables.
Los juguetes ecológicos carecen de componentes electrónicos y pilas, con lo que suelen ser silenciosos. Pero como la música es una parte fundamental del aprendizaje, también hay marcas que incluyen instrumentos musicales en su gama, como las panderetas, flautas, silbatos y tambores de la española Goki.
Otra forma de educar a los pequeños en sostenibilidad es enseñándoles a adquirir hábitos de reciclaje, por ejemplo donando a través de ONG juguetes que ya no utilizan pero que aún están en buen estado y, con una buena limpieza y puesta a punto, pueden servir para que nadie se quede sin la ilusión de desenvolver un regalo en Navidad.
EFE/Sin Embargo