El próximo 24 de marzo, Jueves Santo, el papa Francisco celebrará por la tarde la misa que recuerda la última cena de Jesús en un centro para refugiados de Castelnuovo di Porto, a las afueras de Roma, y lavará los pies a 12 de ellos.
Como cada año desde su elección como Papa, Jorge Mario Bergoglio presidirá la misa “In coena domini”, no en la basílica San Juan de Letrán, como sus predecesores, y dedicará ese rito a los marginados y más necesitados.
Primero lo hizo en un instituto de menores, después en una residencia para enfermos y en la más populosa cárcel romana. Este 2016 tocará el turno a un Centro de Acogida para los Solicitantes de Asilo (CARA por sus siglas en italiano).
Será un signo simple pero elocuente. La visita estará acompañada por la celebración del rito del lavado de los pies. Ante 12 refugiados el Papa se inclinará y lavará sus pies, como signo de servicio y de atención a su condición”, escribió Salvatore “Rino” Fisichella.
El presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización comentó el gesto en un largo artículo publicado en la edición vespertina del diario vaticano “L’Osservatore Romano”.
Estableció que con ese lavado Jorge Mario Bergoglio quiere decir que es necesaria una “debida atención” hacia los más débiles de este momento histórico, y que todos están llamados a restituirles su dignidad sin recurrir a subterfugios.
Reveló que muchos de los jóvenes a quienes lavará los pies no son católicos y con su actuar el Papa indicará el camino del respeto como vía maestra para la paz, pedirá respeto para cada uno.
En los últimos días Francisco se ha referido al drama de los refugiados, justo cuando la Unión Europea alcanzó un acuerdo político cuyo resultado será la expulsión de miles de migrantes, en un intento por blindar las fronteras del continente.
El pasado domingo, durante la misa de Ramos, comparó a los refugiados con Jesús, porque ellos padecen la indiferencia al igual que Cristo al momento de su pasión, por el cual nadie quiso asumir la responsabilidad.
Pienso en tanta gente, en tantos marginados, en tantos migrantes, en tantos refugiados, en aquellos por los cuales nadie quiere asumirse la responsabilidad de su destino”, añadió.
Esas palabras resonaron pocos días después del acuerdo para blindar la ruta de los Balcanes, que prevé la expulsión de miles de refugiados que se encuentran en Idomeneos (Grecia), en la frontera con Macedonia, en condiciones inhumanas.
Allí, al menos 14 mil personas permanecen en un campamento, más allá de un muro metálico. Y los líderes europeos aceptaron negociar con Turquía para alistar un mecanismo de traslado, a cambio de ciertas ventajas para ese país y el pago de tres mil millones de euros.
Antes, el 16 de marzo pasado, en una audiencia pública Francisco cuestionó: “¿Dónde está la solidaridad, el sentido de acogida hacia el extranjero que desde hace milenios expresa el grado de civilización de un pueblo?”.
“¿Cómo es posible que tanto sufrimiento pueda abatirse sobre hombres, mujeres y niños inocentes? Cuando buscan entrar en otra parte les cierran la puerta”, planteó.
Están ahí, en la frontera de tantas puertas y de tantos corazones cerrados. Los migrantes de hoy que sufren… que sufren al aire libre, el frío, sin comida y no pueden entrar, no sienten la hospitalidad”, dijo.
Dijo que a él le “gusta mucho cuando veo a las naciones que abren el corazón y abren las puertas”.