Una política escolar de castigo no disminuye el bullying, explicó John Winslade, profesor de la estadounidense Universidad Estatal de California, San Bernardino, en el Seminario Internacional: La Producción y Reproducción de la Violencia en las Escuelas, realizado en la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.
Manejar una estrategia de cero tolerancia no ayuda. Por ejemplo, expulsar a un alumno sin cuestionar sus razones para lastimar a otro no tiene efectos secundarios positivos, pero sí afecta en el aprendizaje, además de que estas actitudes negativas terminan por reaparecer, planteó al impartir la conferencia Prevención y atención de violencia en escuelas. El enfoque de justicia restaurativa.
Las agresiones no siempre se infligen físicamente, pues existen otras formas como las amenazas verbales, tirar o romper objetos personales, patear una silla de ruedas u orinar en la mochila de los compañeros, añadió.
Para lograr escuelas sanas, es preciso poner en marcha actividades que eviten los castigos y tratar a los alumnos con respeto. “Ninguno es un monstruo, las personas son quienes etiquetan a los individuos”, enfatizó.
Al expulsar a un niño, éste suele ser visto como un elemento nocivo por la sociedad, es rechazado y con ello se agrava el problema. En este caso es mejor abordar el daño de las relaciones. Por ejemplo, buscar formas para hacer sentir bien a la víctima y no sólo castigar al responsable para satisfacer a las autoridades.
Una manera es invitar al ofensor a ponerse en lugar del agredido y lograr que ambos conversen. Además, padres y profesores deben contrarrestar la situación, incrementar el intercambio de opiniones y escuchar al provocador.
Otra es alentar a los espectadores a que digan la verdad, pues con frecuencia los infantes apoyan situaciones negativas y encubren por miedo. En estos casos, lo recomendable es reunir a quienes no participaron y explicarles que nadie será castigado.
Después es factible crear un equipo antibulliying oculto en el grupo para que, al darse un acto de estas características, entre en acción y apoye al ofendido, lo que se premiará con una medalla y algún vale.
Por último, se pregunta al agresor qué quiere en el futuro y se le explican los efectos de la violencia. “Siempre eligen el camino pacífico”, consideró Winslade.