Las personas que tuvieron cáncer de niño pueden estar en mayor riesgo de ser obesas debido a las terapias que recibieron durante su juventud, según un nuevo estudio publicado en la edición digital temprana de “Cancer”.
Un equipo de científicos del Hospital de Investigación Infantil St. Jude en Memphis, Estados Unidos, diseñó un estudio para estimar la prevalencia de la obesidad entre los sobrevivientes de cáncer infantil e identificar los riesgos clínicos y relacionados con el tratamiento de la obesidad en estos individuos.
El análisis, que también analizó los potenciales factores genéticos que podrían jugar un papel en este tema, incluyó a 1996 sobrevivientes previamente tratados para el cáncer que habían sido diagnosticado con cáncer hace al menos diez años.
Los científicos encontraron que el 47 por ciento de los supervivientes que había recibido radiación craneal era obeso, en comparación con el 29,4 por ciento de los que no habían recibido radiación craneal.
La probabilidad de la obesidad aumentó entre los sobrevivientes tratados con radiación craneal que también habían recibido glucocorticoides o que eran menores en el momento del diagnóstico.
Además, ciertas variantes en genes que participan en el crecimiento, la reparación y la conectividad de las neuronas estaban vinculadas con la obesidad entre los supervivientes tratados con radiación craneal.
Los sobrevivientes que habían sido tratados con radiación para el pecho, el abdomen o la pelvis tenían la mitad de probabilidades de ser obesos que los que no recibieron estos tratamientos.
Los investigadores señalan que los hallazgos podrían ayudar a identificar a los sobrevivientes de cáncer que tienen más probabilidades de ser obesos y proporcionar una base para futuros esfuerzos de investigación encaminados determinar las vías moleculares que intervienen en la relación entre el tratamiento del cáncer en la niñez y la obesidad.
“Además, la capacidad de identificar a los pacientes con mayor riesgo puede guiar la selección de los protocolos terapéuticos que maximicen los resultados del tratamiento y reducir al mínimo al mismo tiempo el riesgo de complicaciones a largo plazo entre los niños diagnosticados con cáncer”, indicó concluye Kirsten Ness, uno de los autores del estudio.