Vivimos en una época de celulares, tabletas, computadoras, televisiones, consolas y refrigeradores inteligentes que recopilan nuestras actividades diarias, un aspecto susceptible de ser aprovechado en lo educativo para maximizar esta labor, estableció Alfonso Bustos Sánchez, de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza de la UNAM, al participar en el Seminario Internacional Escenarios 2020.
Existe un reto en esta área y no tiene que ver con tecnologías o metodologías, sino con el sentido social de la instrucción universitaria, expuso en el auditorio Pablo González Casanova de la Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia (CUAED).
Al impartir la conferencia Analítica del aprendizaje: hacia una personalización de las ayudas educativas, explicó que la actividad referida se aboca a la colección, análisis y aplicación de la información acumulada, con herramientas computacionales, para medir el comportamiento de las comunidades integradas en torno a la relación docencia-enseñanza.
“Estos recursos permiten aplicar técnicas estadísticas, modelos predictivos y visualizaciones interactivas para optimizar el potencial de profesores y estudiantes. En términos generales, los resultados sirven para mejorar la instrucción y formación mediante la ponderación y desglose de aspectos demográficos y de desempeño de los educandos”, aseveró.
Regularmente las escuelas y colegios no se preocupan por recoger estos indicios, organizarlos, sopesarlos y utilizarlos, pero si conozco los patrones, ¿a quién y cómo se los comparto y para qué?, ¿qué puedo lograr si un profesor tiene datos de la trayectoria y conducta de determinados jóvenes y las instituciones conocen cómo recopilar este saber?, planteó Bustos Sánchez.
“La clave radica en reflexionar sobre cómo hacer que los menores de edad y los adultos atribuyan un propósito a este nivel académico. En este contexto surge la analítica del aprendizaje”, dijo.
¿Qué pasaría si muestro a un estudiante su avance y forma de actuar y las comparo con las de sujetos más exitosos en el rubro? ¿Los centros de educación superior les atribuyen valor? “La respuesta es no. Se acopian y acumulan por un tiempo y luego se pierden, pese a que pueden ofrecer un soporte fundamental”, concluyó.