Desde su arranque oficial el 4 de septiembre de 2012 hasta el pasado 12 de marzo, las sesiones del pleno del Senado implicaron un gasto de 9.5 millones de pesos en café y alimentos para los 128 legisladores federales.
De acuerdo con información de la Unidad de Eventos de la Secretaría General de Servicios Administrativos del Senado a cargo de Carlos A. Terán Camuñas, cada sesión del pleno cuesta 397.30 pesos por cada uno de los 128 senadores, lo que equivale a que cada día de sesión cuesta 50 mil 854 pesos.
Y cuando la sesión se prolonga para entrada la noche e incluso la madrugada, como ocurrió recientemente en dos sesiones de diciembre, se pidió servicio extra de chapatas, con un costo extra de 60 pesos en promedio por senador; es decir, en esas dos ocasiones la sesión del pleno costó siete mil 680 pesos más, lo que implica un gasto total por 58 mil 534.4 pesos por cada una de ellas.
Cada semana, el Senado eroga 101 mil 708.8 pesos para la realización de sus sesiones los días martes y jueves, cantidad que es equivalente al precio de una fiesta de boda o 15 años en los jardines de Cocoyoc, Cuernavaca, entre otras zonas del estado de Morelos, con alta demanda para este tipo de festejos.
El registro oficial del Senado muestra que desde la primera sesión del pleno que tuvo esta LXII Legislatura, realizada el 4 de septiembre de 2012, hasta el pasado jueves 12 de marzo, el pleno del Senado se reunió en 187 ocasiones, que –a un costo promedio de 50 mil 854 pesos– implica un total de nueve millones 509 mil 772.8 pesos.
La información obtenida por Excélsior en torno al servicio de cafetería y alimentos que reciben los senadores de la República durante las sesiones del pleno precisa que se diseñan para los 128 legisladores y para un promedio cuatro horas de duración.
Existe variedad de café que se les sirve, ya sea americano, capuchino, expreso; caliente o en frapé, así como galletas, algunas botanas, como nueces de la India, almendras y pistaches.
En cuanto al bufete, la información obtenida por este diario precisa que se trata de servicios de bufete que se colocan en dos espacios. Uno en el llamado Pasos Perdidos, que es adyacente al Salón de Plenos y es utilizado para que los senadores de la República reciban invitados; ahí se acondicionó un pequeño restaurante que ya incluso debió ser reordenado, porque quienes se comían el bufete eran asesores, amigos y empleados de los senadores.
El otro espacio donde se sirve el bufete está ubicada en la parte inferior del pleno y ahí sólo tienen acceso los senadores; ninguno de sus auxiliares ni asesores, menos invitados, pueden comer de esos alimentos.
Los senadores tienen a su disposición en ambos servicios de bufete ensaladas, botanas de verduras y hortalizas, principalmente zanahoria, jícama y pepino; diferentes tipos de pescado; jamones, quesos y pastas; últimamente se retiró el servicio de la fruta.
Los registros del Senado dejan ver que de las 167 sesiones que registra el pleno del Senado, siete se refieren a periodos extraordinarios. El primero fue de dos sesiones, los días 21 y 22 de agosto de 2013, cuando se aprobó la mayoría de las nuevas leyes y reformas en materia educativa.
El segundo periodo extraordinario fue de sólo un día, el 14 de mayo de 2014; el tercer extraordinario también fue de un día, el 19 de junio de 2014; en ambos casos fue para la aprobación de las leyes reglamentarias de la reforma constitucional en electoral.
Otro extraordinario fue el 4 de julio, cuando el pleno aprobó la nueva Ley Federal de Telecomunicaciones, mientras en las sesiones extraordinarias del 17 de julio y del 4 de agosto del año pasado aprobó el paquete de leyes en materia energética.
El primero de diciembre, como una forma de ahorro, la Mesa Directiva y la Junta de Coordinación Política del Senado acordaron ponerle fin a los gorrones, pues giraron instrucciones a la Secretaría Administrativa para que nadie que no sea senador coma en los espacios destinados para la alimentación de los legisladores en el Salón de Plenos.