En los tiempos que transcurren, la depresión se ha convertido en un problema de salud pública que extiende sus garras por el planeta para atacar, por igual, a niños, adolescentes, jóvenes, personas maduras y adultos mayores, sin importar sexo ni condición socioeconómica. Los médicos psiquiatras disponen, junto con el tratamiento psicoterapéutico, de una variada gama de fármacos para combatirla.
No obstante, según diversos estudios, 30 por ciento de las personas con algún grado de ese padecimiento no responden al tratamiento convencional con antidepresivos. Entre ellas, las que sufren depresión moderada podrían encontrar en la estimulación magnética transcraneal (EMT) una opción para tratarse y salir del abismo emocional en que malviven.
Este tipo de estimulación no invasiva tiene el potencial de excitar, de manera selectiva, la actividad de las áreas cerebrales involucradas en los circuitos reguladores del afecto y la cognición, dijo Gerhard Heinze Martin, jefe del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM y exdirector general del Instituto Nacional de Psiquiatría Dr. Ramón de la Fuente Muñiz.
El primer tratamiento con EMT fue realizado en 1896 por el biofísico e inventor francés Jacques Arsene d’Arsonval, quien en unos casos reportó fosfenos (manchas luminosas) y vértigo; y en otros, síncope.
Hacia 1985, Anthony Barker llevó a cabo con éxito la primera aplicación de EMT y las primeras evaluaciones clínicas de esta herramienta terapéutica en el Departamento de Medicina Física de la Universidad de Sheffield, Inglaterra.
En 2004, el Instituto Nacional de Psiquiatría fue la primera institución del país en contar con un equipo de EMT. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos considera que este tipo de estimulación es un tratamiento seguro para la depresión moderada. Se deben aplicar 15 sesiones por tres semanas (una de lunes a viernes) para obtener un efecto terapéutico.