Ni bien aterrizó hoy en República Centroafricana, un país sumido en la anarquía y arrasado por una violenta guerra civil -la última y más riesgosa etapa de su gira africana-, el Papa dejó en claro por qué quiso viajar a toda costa hasta aquí, pese a los riesgos, informa La Nación.
“Vengo como peregrino de la paz y me presento como apóstol de la esperanza”, aseguró, en su primer discurso, en el que alentó los esfuerzos que se están haciendo para llevar a la normalidad a este país desintegrado y llamó a la comunidad internacional a seguir ayudando a su reconciliación y desarme.
“En este momento en que la República Centroafricana se encamina, poco a poco y a pesar de las dificultades, hacia la normalización de su vida social y política, piso por primera vez esta tierra, siguiendo los pasos de mi predecesor san Juan Pablo II”, indicó, hablando por primera vez en francés públicamente.
“Vengo como peregrino de la paz, y me presento como apóstol de la esperanza. Por este motivo, felicito a las diversas autoridades nacionales e internacionales, con la jefa del Estado de Transición a la cabeza, por los esfuerzos que han realizado para dirigir el país en esta etapa”, agregó, en un discurso pronunciado en el Palacio Presidencial de esta capital luego de haber tenido una ceremonia de bienvenida de perfil muy bajo en el aeropuerto, en medio de un clima de ingentes medidas de seguridad.
La aerostación estaba custodiada por soldados de Naciones Unidas, que aquí tiene una misión de paz de 11.000 hombres, gendarmes del Vaticano con chaleco antibalas y reinaba un clima de bastante histerismo. A lo lejos podía divisarse un inmenso campo de refugiados adyacente a la pista.
Clima de guerra
Pese al clima de guerra reinante, con tanques de naciones unidas y cascos azules cada cien metros, el Papa tuvo una recepción emocionante. Miles de personas salieron a recibirlo con palmas, flores y carteles: “Bienvenido Papa Francisco a República Centroafricana, una nación que quiere vivir en paz”, indicaban algunos carteles. La gente tiraba papelitos y lo saludaba levantando la mano y lanzando gritos de júbilo y dando saltos de alegría.
De los nueve kilómetros que recorrió, cinco los hizo en un papamóvil abierto, provocando júbilo en la población. “Esperamos que con su visita haya un cambio. No le va a pasar nada al Papa”, dijo a LA NACION Jocast, empleada en el aeropuerto local que vestida con un colorido vestido pudo acercarse a darle la bienvenida, como algunos chicos de colegio con vestidos con los colores de la bandera del Vaticano y de este país.
La aerostación estaba custodiada por soldados de Naciones Unidas, que aquí tiene una misión de paz de 11.000 hombres, gendarmes del Vaticano con chaleco antibalas y reinaba un clima de bastante histerismo.
Apenas bajó de la escalerilla del avión, el Papa fue recibido por la presidenta de transición Catherine Samba-Panza, otras autoridades y obispos locales. Ex alcalde de esta capital desgarrada por un cruento enfrentamiento entre una milicia cristiana (anti-Balaka) y otra musulmana (Seleka), Samba-Panza fue electa por un consejo de transición interno, independiente de los dos bandos en pugna, para un interinato cuyo objetivo es llevar al país a elecciones presidenciales y parlamentarias. Estas deberían haberse llevado a cabo en octubre pasado, pero terminaron siendo postergadas debido a una violencia que no cesa.
El Papa aludió a esta situación de lo más compleja en esta ex colonia francesa rica en diamantes, petróleo y uranio, con una población de 4,5 millones de habitantes (37% católicos, 20% religiones tradicionales, 16% protestantes, 15% musulmanes).
“Ustedes, centroafricanos, pueden mejorar esta maravillosa tierra, usando con responsabilidad sus múltiples recursos. Su país está en una zona considerada como uno de los dos pulmones de la humanidad”
“Deseo ardientemente que las diferentes consultas nacionales, que se celebrarán en las próximas semanas, permitan al país entrar con serenidad en una nueva etapa de su historia”, dijo. Recordó luego que el lema de la República Centroafricana, “Unidad, dignidad, trabajo”, era como una luz para el camino o una brújula segura para las autoridades que deben guiar los destinos del país. Al explicar la importancia de la unidad, un valor fundamental para la armonía de los pueblos, llamó a evitar “la tentación de tener miedo de los demás, del que no nos es familiar, del que no pertenece a nuestro grupo étnico, a nuestras opciones políticas o a nuestra religión”.
Los conflictos interétnicos y ahora, religiosos, han desangrado a República Centroafricana, donde hay medio millón de personas desplazadas y otro medio millón, refugiados en países vecinos. El Papa, de hecho, enseguida después de reunirse con las autoridades y el cuerpo diplomático en el palacio presidencial, visitó, como estaba previsto, un campo de refugiados.
Allí, luego de estrechar manos, abrazar y besar a todo el mundo, en medio de la preocupación de sus guardaespaldas, tomó el micrófono e hizo un llamado a la paz. “Todos debemos hacer algo, trabajar por la paz, porque somos todos hermanos”, dijo, mientras un ayudante traducía al sango, la lengua local.
En su discurso ante las autoridades y el cuerpo diplomático, Francisco también aludió a la riqueza de RCA, que pese al caos y la pobreza sigue siendo de interés estratégico para Francia, ex potencia colonial que aquí mantiene una fuerza de 900 hombres y gran influencia, e hizo de todo para frenar el viaje de Francisco.
“Ustedes, centroafricanos, pueden mejorar esta maravillosa tierra, usando con responsabilidad sus múltiples recursos. Su país se encuentra en una zona que, debido a su excepcional riqueza en biodiversidad, está considerada como uno de los dos pulmones de la humanidad. En este sentido, y remitiéndome a la Encíclica Laudato si’, me gustaría llamar la atención de todos, ciudadanos, autoridades del país, socios internacionales y empresas multinacionales, acerca de la grave responsabilidad que les corresponde en la explotación de los recursos medioambientales, en las opciones y proyectos de desarrollo, que de una u otra manera afectan a todo el planeta”, dijo.
Después de reiterar el apoyo de la Iglesia católica local a contribuir cada vez más a la promoción del bien común, especialmente a través de la búsqueda de la paz y la reconciliación, tuvo palabras para la comunidad internacional.
“Animo fervientemente a que sigan avanzando todavía más en el camino de la solidaridad, con la esperanza de que su compromiso, unido al de las autoridades centroafricanas, sirva para que el país progrese, sobre todo en la reconciliación, el desarme, la preservación de la paz, la asistencia sanitaria y la cultura de una buena gestión en todos los ámbitos”.
Esta tarde, en un gesto de los más simbólico, dará inicio en forma anticipada al Jubileo de la Misericordia -que en Roma comenzará el 8 de diciembre-, abriendo la Puerta Santa de la Catedral de Bangui.
Fuente: La Nación.