Las infecciones nosocomiales, además de complicar la salud e incrementar la hospitalización y riesgo de muerte del paciente, representan un alto costo económico para estas instituciones (en países como Estados Unidos cada una implica un desembolso de entre 14 y 36 mil dólares), expuso Daniela de la Rosa Zamboni, tutora de la maestría en Epidemiología de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
De acuerdo con un diagnóstico de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la inversión en el sector público para atenderlas en México es de 73 mil 932 millones de pesos, refirió la especialista en infectología.
Dado este panorama, es imprescindible contar con medidas de control de infecciones nosocomiales, término clínico dado a estas epidemias si son atribuibles a la atención recibida, es decir, si no estaban presentes ni en incubación durante el arribo del individuo al hospital.
Para la maestra en Epidemiología, es imposible hablar del mismo tipo de padecimientos para cada sitio y añadió que incluso si una institución toma todas las medidas preventivas posibles, es susceptible a estas afecciones, aunque en menor grado.
Asimismo, De la Rosa Zamboni consideró difícil hablar de las más frecuentes porque esto depende del hospital; por ejemplo, en uno quirúrgico probablemente se derivarán de las cirugías y si es uno de cuidados intensivos, del ventilador, el catéter o la sonda.
Sobre su frecuencia, refirió que en Latinoamérica, a nivel general, su número varía desde cuatro hasta 50 por cada mil días de estancia. En México, se estima una prevalencia que va de 20 hasta cero casos por el lapso referido, pero esto es variable, porque hay algunos con una tasa de dos días y otros de semanas, principalmente porque tienen pacientes oncológicos, con trasplantes o en terapia intensiva.
Estos padecimientos derivados de la atención pueden ser desde leves, como una gripa, hasta severos, como una neumonía o una bacteriemia (presencia de bacterias en la sangre). Una persona afectada tiene entre dos y cinco veces más riesgo de fallecer, explicó.
Al respecto, subrayó que los responsables de las medidas de control son quienes tienen contacto con el paciente (como el médico, la enfermera o los familiares). Además, cada unidad debería contar, según su tamaño, con áreas de control de infecciones, de epidemiología hospitalaria o de vigilancia.
“No se puede afirmar que el sector privado tenga mejores condiciones que el público, porque ambos disponen de programas en el rubro, en algunos casos desde hace más de 20 años, aunque otros son de reciente adopción”, apuntó Daniela de la Rosa.
Para crear conciencia es recomendable fomentar una retroalimentación sobre la eficacia de las medidas diarias de prevención; facilitar el comportamiento (tener disponible lo necesario para dichas prácticas); recordar las conductas adecuadas mediante carteles, y contar con el respaldo de líderes hospitalarios que apoyen acciones encaminadas a lograr que los demás se involucren, dijo.
Es preciso otorgar información a todas las personas relacionadas con la atención del paciente, según su nivel, y referente a la mejor manera para que adquieran conciencia sobre qué pasa con cada infección y por qué pueden ser altamente costosas o, en el peor de los casos, mortales, concluyó.