George Lucas dejó la estrella de director y tomó la de espectador

En el rancho, sí. Sí. Siéntela fluir dentro de ti. La puerta, el camino, las colinas, los árboles, los viñedos. Tú, él, la casa. Seres luminosos somos nosotros. Todo esto fue construido en los 80 con el dinero inicial de Star Wars, sin embargo, la casa principal fue diseñada para que pareciera mucho más vieja, grande, victoriana, auténticamente sucedánea, regodeándose en el sol del Condado de Marin.

En un pequeño pasillo en el corredor hay dos discretas repisas recubiertas de vidrio con lo que esperarías ver ahí, una vez que logres pasar a los guardianes del Skywalker Ranch: la empuñadura del sable de luz de Darth Vader, el santo grial de Indiana Jones, ese tipo de cosas están ahí. Los visitantes algunas veces se decepcionan porque el lugar no está repleto de ese tipo de parafernalia.

Sin embargo, husmeando un poco (admirando el arte original, incluyendo la pintura de 1920 de Norman Rockwell “Shadow Artist”), es cuando el cineasta de 71 años George Lucas lentamente se acerca por detrás en sus tenis blancos y sus jeans despintados y ese casualmente impresionante copete de pelo plateado.

Recientemente recibió un reconocimiento en el Kennedy Center por su trabajo y sus aportaciones a la tecnología cinematográfica, pero rápidamente destaca que él es el único beneficiario de este año que técnicamente no es un interprete. “Yo actúo en las sombras”, dice Lucas, quien en estos días está más cerca de la obscuridad del espacio exterior. “Una vez que te sales del centro de la hornilla, todos se olvidan de ti, lo que está bien”, añade.

Es extraño conocer al padre de Star Wars en este momento en particular. Los honores en el Centro Kennedy se realizaron 12 días antes del anticipado estreno de The Force Awakens, el séptimo episodio de la saga, dirigido, amplificado y recargado por J. J. Abrams.

Mira de cerca los créditos del póster de la cinta y no encontrarás el nombre de Lucas por ningún lado, a menos que cuentes el nombre de Lucasfilm.

Desde que vendió Lucasfilm a Disney hace tres años por unos exorbitantes 4,000 millones de dólares, que incluían entregar Star Wars, Indiana Jones y todo lo demás. Lucas no ha estado involucrado con la nueva película, a pesar de los reportes iniciales de que él trabajaría como un asesor. Él dice que Disney “decidió que no le gustaban” las historias que había delineado para las nuevas secuelas. Ahí se volvió claro que su creación había tomado su propio camino a la velocidad de la luz.

Disney está construyendo actualmente dos parques temáticos de Star Wars y tiene varios proyectos cinematográficos adicionales —además del episodio VIII y IX— en desarrollo.

“Yo lo llamo como un divorcio”, dice Lucas cándidamente. Siempre supo que en algún momento tendría que dejar Star Wars para que la franquicia pudiera sobrevivir.

“No hay tal cosa como trabajar por encima del hombro de alguien”, comenta. “O eres el dictador o no lo eres. Y hacer eso nunca funcionaría, así que dije ‘me voy a divorciar’. (…) yo sabía que no me podía involucrar. Todo lo que habría hecho sería hacerlos miserables. Me hubiera hecho miserable a mí mismo. Probablemente hubiera arruinado una visión —J.J. tiene una visión, y es su visión”, menciona.

Hasta hace un par de semanas, con los fans vueltos locos con pequeños fragmentos y nuevos avances para The Force Awakens, Lucas no había visto la película. Ni un sólo fotograma.

“Ahora me enfrento a una extraña realidad, y está bien”, dice Lucas. Es como cuando uno de tus hijos adultos se casa. “Tengo que ir a la boda, mi ex esposa estará ahí y mi nueva esposa también, pero yo tendré que tomar un respiro y ser una buena persona, estar ahí y disfrutar del momento, porque eso es lo que es y es una decisión consciente que tomé”, añade.

Cuando creció en Modesto, California, George Walton Lucas Jr. estaba obsesionado con los autos y las carreras, la escuela le era indiferente, con la excepción de cuando desarmaban motores europeos en su clase de taller.

Todas las cintas que posteriormente escribió, dirigió y/o produjo celebraban y honraban la misma idea del experto y a veces la del conductor temerario: es donde un joven Robert Duvall, en una motocicleta, escapa de unos policías androides en la distópica THX 1138, de 1973, o en los arrancones de los adolescentes de su éxito de 1973, American Graffiti, o mientras Han Solo esquiva un campo de asteroides en The Empire Strikes Back, o como cuando Anakin Skywalker rebasa desde la retaguardia en The Phantom Menace.

Tras sobrevivir un aparotoso choque a los 18 años de edad (fue embestido mientras manejaba un Fiat Bianchina), Lucas recapacitó: “Me di cuenta que debía de educarme”. Se inscribió en un colegio comunitario y luego en la escuela de cine de la Universidad de California del Sur durante los 60 y, al igual que muchos, se obsesionó con el cine experimental.

Era casi imposible conseguir trabajo en la industria cinematográfica, dice Lucas, así que él y su amigo Francis Ford Coppola crearon la casa productora Zoetrope Studios, en un momento en la que otros jóvenes (Martin Scorsese, Steven Spielberg, y demás) estaban dispuestos a cambiar el negocio.

Con más de 40 años de retrospectiva y la historia del cine para considerarse, puede parecer difícil de imaginar las similitudes entre Coppola y Lucas. “Compartíamos muchas ideas sobre cómo la industria cinematográfica podría ser diferente y trabajar de manera diferente con el fin de hacer ‘películas más personales’”, recuerda Coppola.

“Cuando vi sus películas estudiantiles, quedé impresionado por lo que este tímido y discreto joven podía hacer”, afirma.

Después de que Coppola hizo The Godfather (1973) y Lucas THX 1138, ambos directores estaban emocionados por colaborar en una película acerca de la guerra de Vietnam (que eventualmente se convertiría en Apocalypse Now, de Coppola) pero Coppola retó a su amigo a hacer una comedia.

Lucas aceptó la apuesta e hizo American Graffiti, un emotivo filme basado en sus propias experiencias, sobre un joven (Richard Dreyfuss) que divaga por las calles de Modesto la noche antes de irse a la universidad.

En los cines, American Graffiti regresaba sólo una década para atrás, pero para las audiencias que habían visto y vivido el tumulto de finales de los 60, la vibra de American Graffiti parecía que había pasado hace más de un siglo. La banda sonora, un disco doble repleto de temas clásicos de principios de los 60, vendió millones de copias.

Vivimos en una era de regresos y reminiscencias (ahora todos están reviviendo los 80, hasta The Force Awakens con su Han Solo septuagenario y un Chewbacca ligeramente canoso). La nostalgia, sin embargo, nunca fue la intención, dice Lucas.

Sus materias favoritas en la universidad fueron la psicología, antropología y sociología —y a la fecha lo siguen siendo. Él concibió su película casi como un documental, una elegía a cosas como los locutores de radio, la inocencia juvenil, los viernes por la noche y los paseos por la ciudad.

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