La depresión en la infancia afecta al cerebro

Los cerebros de los niños que sufren depresión clínica durante la primera infancia se desarrollan de forma anormal, en comparación con los cerebros de los niños en edad preescolar no afectados por la patología.

Así concluye una nueva investigación de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, Estados Unidos.

Su materia gris —el tejido que conecta las células del cerebro y transporta señales entre las células y está involucrado en ver, oír, la memoria, la toma de decisiones y la emoción— es menor en volumen y más delgado en la corteza, una parte del cerebro importante en el procesamiento de las emociones, según se detalla en un artículo publicado el miércoles en Archives of General Psychiatry.

“Lo que es notable acerca de estos hallazgos es que somos capaces de ver cómo una experiencia de vida –como un episodio de depresión– puede cambiar la anatomía del cerebro”, afirma la autora Joan L. Luby, cuya investigación estableció que los niños de tan sólo 3 años pueden experimentar depresión.

“Tradicionalmente, hemos pensado en el cerebro como un órgano que se desarrolla de una manera predeterminada, pero nuestra investigación muestra que la experiencia real -incluyendo los estados de ánimo negativos, la exposición a la pobreza y la falta de apoyo de los padres y el cuidado- tiene un impacto en el crecimiento y desarrollo del cerebro”, agrega.

Los hallazgos podrían ayudar a explicar por qué los niños y otras personas que están deprimidas presentan dificultad para regular sus estados de ánimo y emociones. La investigación se basa en trabajos anteriores realizados por el grupo de Luby que detallan otras diferencias en los cerebros de los niños con depresión.

Luby, Samuel y Mae S. Ludwig, profesor de Psiquiatría Infantil, y su equipo estudiaron a 193 niños, 90 de los cuales habían sido diagnosticados con depresión cuando estaban en edad preescolar. Los autores realizaron evaluaciones clínicas a los niños varias veces a medida que crecían.

Los investigadores también les sometieron a resonancias magnéticas en tres puntos en el tiempo, conforme cada niño se hizo mayor. Las primeras exploraciones se realizaron cuando los pequeños tenían entre 6 a 8 años y los análisis finales tuvieron lugar cuando los niños estaban entre los 12 y 15 años. Se hicieron los tres escáneres cerebrales a un total de 116 niños en el estudio.

“Si sólo les hubiéramos explorado en una edad o etapa, no sabríamos si estos efectos simplemente estaban presentes desde el nacimiento o reflejan un cambio real en el desarrollo del cerebro”, relata la coinvestigadora Deanna M. Barch, directora del Departamento de Ciencias Psicológicas y Cerebrales de la Escuela de Artes y Ciencias de la Universidad de Washington. “Mediante su exploración varias veces, hemos sido capaces de ver los cambios que reflejan una diferencia real en la maduración del cerebro que surge en el curso del desarrollo”, añade.

La materia gris se compone principalmente de neuronas, junto con los axones que se extienden desde las células del cerebro para transportar las señales. La materia gris procesa información y a medidad que los niños crecen, desarrollan más. Comenzando alrededor de la pubertad, la cantidad de materia gris comienza a disminuir a medida que la comunicación entre las neuronas se vuelve más eficiente y se eliminan los procesos redundantes.

“El desarrollo de la materia gris sigue una curva en forma de U invertida -dice Luby–. A medida que los niños se desarrollan con normalidad, generan más y más materia gris hasta la pubertad, pero luego comienza un proceso llamado poda y las células innecesarias mueren. Pero nuestro estudio mostró una caída mucho más pronunciada, posiblemente debido a la poda, en los niños que habían estado deprimidos en comparación con los niños sanos”, según el artículo.

Además, la pendiente de la caída en el volumen y el espesor del tejido cerebral se correlacionan con la gravedad de la depresión: cuanto más deprimido estaba un niño, más grave es la pérdida de volumen y grosor. Los investigadores determinaron que tener depresión fue un factor clave en el desarrollo de la materia gris. En las exploraciones de los niños cuyos padres habían sufrido de depresión -es decir, los niños estarían en mayor riesgo- la materia gris parecía normal a menos que los niños hubieran sufrido depresión también.

Curiosamente, las diferencias en el volumen de la materia gris y el espesor típicos fueron más pronunciadas que las diferencias en otras partes del cerebro relacionadas con las emociones. Luby explicó que debido a que la materia gris está involucrada en el procesamiento de la emoción, es posible que algunas de las estructuras implicadas en la emoción, como la amígdala del cerebro, pueda funcionar normalmente, pero cuando la amígdala envía señales a la corteza -donde la materia gris es más delgada- la corteza puede ser incapaz de regular esas señales correctamente.

Luby y Barch están planeando realizar escáneres cerebrales en los niños aún más jóvenes para saber si la depresión puede hacer que la poda en la materia gris del cerebro empiece antes de lo normal, cambiando el curso del desarrollo del cerebro conforme un niño crece. “El siguiente paso importante implicará determinar si la intervención temprana podría cambiar la trayectoria del desarrollo del cerebro de estos niños para que vuelvan a un desarrollo más típico y saludable”, afirma Barch, también profesor de Psiquiatría.

Luby señala que es el principal reto de aquellos que tratan a niños con depresión. “La experiencia de la depresión en la primera infancia no sólo es incómoda para el niño durante los primeros años. También parece tener efectos duraderos en el desarrollo del cerebro y hacer a los niños vulnerables a problemas en el futuro. Sin embargo, si podemos intervenir, los beneficios podrían ser también de larga duración”, concluye.

HispanTV