La mamografía convencional salva vidas del cáncer, pero por la exposición a rayos X, para la mujer implica un riesgo mutagénico que investigadores de la UNAM tratan de evitar mediante el uso de luz infrarroja.
Realizar ese estudio equivale a un año de radiación natural, “es algo que no es con probabilidad cero”, explicó Neil Bruce Davidson, del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM.
Es como la lotería, acotó su alumno de doctorado Eduardo Ortiz Rascón. “La probabilidad de que te la saques es pequeña, pero ocurre, y si hay gran cantidad que se someta a ese examen, a alguien le toca”.
Un problema derivado es la percepción social del riesgo-miedo, que disuade a un número considerable a no hacerse la mamografía, lo que incrementa los casos de cáncer no detectados a tiempo. Además, por la compresión a la que se someten las mamas, esta técnica causa más o menos dolor, según la sensibilidad de cada mujer.
Por esas inconveniencias, Bruce Davidson y Ortiz Rascón se dedican al desarrollo de un método de detección que no sea invasivo ni doloroso y, sobre todo, con cero riesgo mutagénico, para contribuir a cambiar la percepción social de la mamografía como detonadora de cáncer.
Como parte de la línea de estudio Modelación del esparcimiento de la luz en volúmenes para aplicaciones médicas, laboran en perfiles de transmisión de luz difusa, con el uso de formación de imágenes resueltas temporalmente.
Su trabajo es teórico-matemático, con modelación en cómputo y a nivel experimental, en donde aplican láseres pulsados de luz infrarroja a maniquíes o simuladores del tejido mamario, que son nanopartículas o leche de vaca diluida en agua, que presentan un coeficiente de esparcimiento similar a ese tejido.
Un problema a resolver es alcanzar con rayos infrarrojos información anatómica y de calcificaciones en mama, tan detallada como con la mamografía convencional con rayos X.
Con ese fin, analizan el esparcimiento de la luz dentro de la mama. Al irradiarla, si hay un objeto dentro del tejido los rayos X lo atraviesan sin desviarse demasiado, y al final se obtiene una imagen nítida del objeto que los detiene.
En cambio, la luz infrarroja sufre demasiado esparcimiento. Los fotones (partículas) siguen diferentes trayectorias adentro del tejido y al desviarse mucho, la imagen es muy borrosa.
“Con infrarrojo no se tiene certeza en dónde pegan los fotones; con rayos X uno sabe por dónde pasa cada uno. Llegan y siguen derecho y proporcionan la información tal cual”.
Por eso, una meta es detectar los infrarrojos, que tienen una trayectoria similar a la de los X. Según sus proyecciones teóricas, modelos y pruebas experimentales, la trayectoria de fotones que servirá para reconstruir la imagen será la que tenga menos eventos de esparcimiento, es decir, la que tarde menos tiempo en atravesar la muestra, esto es, los primeros fotones del pulso de luz transmitidos por la muestra.
¿Cómo lo saben? Con un detector ultra rápido determinan cómo salen pulsos de luz de nano segundos para obtener una distribución de intensidades con respecto al tiempo. Al enviar pulsos con duración de femtosegundos, la variación de caminos dentro de las muestras significa que los pulsos transmitidos duran nanosegundos.
Pasar de una duración de femtosegundos (una millonésima de una billonésima parte de un segundo) a una de nanosegundos (una billonésima parte de un segundo), significa que los pulsos están ensanchados por un factor de un millón dentro del medio. Es decir, salen mil veces más ensanchados de lo que entraron.
El objetivo es descartar todos los fotones esparcidos y enfocarse en los que atraviesan el maniquí en el menor tiempo, porque son los que siguen la trayectoria más corta, la que indica también el tiempo más breve de vuelo. Son partículas con poca intensidad y “son las que queremos capturar para reconstruir la imagen”, apuntó Ortiz Rascón.