¿Una prótesis para la disfunción eréctil?

Aunque se hable poco de ella e incluso pueda ser motivo de mofa, la disfunción eréctil —la incapacidad para mantener una erección que permita una actividad sexual satisfactoria— es más común de lo que se atreve a reconocer el imaginario popular. Según los expertos, alrededor de la mitad de los hombres de entre 40 y 60 años pueden padecer esta dolencia. Pero no es un mal irremediable. Cuando se trata de una disfunción eréctil por motivos orgánicos —esto es, por causas físicas y no emocionales—, la ciencia y los avances tecnológicos de los últimos años ya han hecho sus deberes en favor de los pacientes. Además de la archifamosa viagra y otros fármacos vasodilatadores, la medicina ha dado con la alternativa definitiva para los pacientes resistentes a los tratamientos habituales: la prótesis de pene.

La cirugía protésica se ha convertido en una terapia en alza, sobre todo debido a las comorbilidades (varias patologías) que presentan cada vez más pacientes. “Hoy en día casi no hay limitaciones quirúrgicas para tratar este problema”, afirma el doctor Josep Torremadé, cirujano de la Unidad de Andrología del Servicio de Urología del Hospital de Bellvitge de Barcelona. Su hospital, que es uno de los centro de referencia a nivel nacional para tratar esta dolencia, celebra esta semana un curso para cirujanos de toda España para presentar las novedades técnicas en el campo.

Las cirugías contra tumores de vegiga, colon y próstata pasan factura al mecanismo vascular del pene. También el aumento de patologías cardiovasculares asociadas, diabetes u otras dolencias tienen impacto sobre la disfunción eréctil. Aunque la cirugía protésica es el último eslabón de la cadena de tratamiento —primero se probaría con fármacos orales y, si no funcionan, la segunda línea de terapia serían las inyecciones intracavernosas—, los expertos advierten que todas esas comorbilidades asociadas aumentan el número de pacientes susceptibles de someterse a una intevención para implantar la prótesis de pene. “Hemos visto un aumento en los últimos años y en los próximos años veremos más: la población es más añosa y tiene más problemas cardiovasculares asociados a la disfunción eréctil”, concreta el doctor Torremadé. El hospital de Bellvitge implanta unas 15 prótesis al año.

El hospital de Bellvitge realiza una quincena de prótesis de pene al año

El universo de las prótesis de pene ha avanzado mucho de la mano de la tecnología. Lejos queda ya el primer implante que se realizó en los años 30, con una técnica rudimentaria en la que se implantó un trozo de cartílago costal. Luego vinieron las prótesis maleables, que podían ser manipuladas por el mismo paciente o la pareja a placer, colocándolas en posición de erección o hacia abajo simulando flacidez. Pero, según los expertos, la verdadera revolución en estos mecanismos llegó con las prótesis hidráulicas. “Se trata de dos cilindros que van en el cuerpo del pene y dan la rigidez y la intumescencia. Luego hay una bolsa de líquido, un reservorio, que va dentro de la barriga; y una bomba que activa y desactiva esta prótesis desde la bolsa escrotal”, explica Torremadé. El médico asegura que estéticamente “es muy aceptable” porque no se percibe que haya una prótesis y además, “la sensación fisiologica, de dirección e intumescencia es muy buena”. La mejora de la técnica ha elevado la satisfacción de los pacientes por encima del 90%.

La disfunción eréctil puede afectar hasta al 50% de hombres de entre 40 y 65 años

Torremadé asegura que el nicho principal de pacientes tiene entre 50 y 65 años, pero la gente joven no está exenta de sufrir una disfunción eréctil precoz. “Los pacientes jóvenes con diabetes o que se han sometido a una cirugía colorrectal, también pueden padecer la dolencia de forma precoz como consecuencia de estas patologías asociadas”, apunta el médico. El médico sostiene que todos estos grupos poblacionales son susceptibles de someterse a la cirugía protésica si no responden a los demás tratamientos. La única contraindicación que existe es que el paciente no pueda someterse al proceso anestésico-quirúrgico o que padezca una cardiopatía que contraindique la actividad sexual.

Fuente: El País