La pregunta parece ponerlo en órbita de nuevo, pero viaja en el recuerdo. “¿Cuándo me titulé?, fue en 1975, de Ingeniería Mecánica, con especialidad en Comunicaciones; son ya 40 años. Obtuve el grado en la Facultad de Ingeniería (de la UNAM)”, rememoró Rodolfo Neri Vela.
Tras su paso por esta casa de estudios recibió una beca del Consejo Británico e hizo su maestría, después el doctorado en la Universidad de Birmingham, con subvención del Conacyt. A su regreso a México se dispuso a trabajar en un centro de investigación y retornó a la Universidad Nacional, donde laboró como profesor de tiempo completo. Luego se presentó la gran oportunidad, se cumplieron las circunstancias para que fuese seleccionado como el primer astronauta mexicano.
A fines de este 2015 se cumplirán 30 noviembres de aquel hecho suscitado en 1985; del ímpetu indómito más allá del techo terrestre, donde Neri Vela, a los 33 años de edad, abordó una nave espacial hacia la inmortalidad.
Así, parecen transitar en una primavera interminable, con el otoño célebre, charlas, firmas y flashes, sin que sus neuronas cedan en aquella bóveda craneal que experimentó ya la gravedad cero y que ahora se muestran en alrededor de 20 libros especializados.
“Han ocurrido muchas cosas. Veo con satisfacción, por ejemplo, que ya existen mujeres ingenieras, expertas en telecomunicaciones, que están a cargo de altas responsabilidades. Aunque he estado en el espacio, nunca se me olvidará que el mejor lugar para vivir es la Tierra, porque nacimos para existir aquí”, dijo.
Aún se ruboriza al hablar en primera persona, se expresa con mesura y se presenta como el “primer puma en el espacio”; finalmente, es el embajador de la UNAM, más allá de la atmósfera terrestre.
En lugar de la escafandra o el overol celeste, utilizado en su misión, se viste con una camiseta blanca, que a la izquierda porta el escudo de la NASA y a la diestra el de la misión STS-61-B, a bordo del transbordador espacial Atlantis, que despegó la noche del 26 de noviembre de 1985 y regresó el 3 de diciembre del mismo año.
En la manga corta derecha se lee: “primer astronauta mexicano”, y en la izquierda resalta orgulloso el escudo de México. En los 80 su labor consistió, entre otros proyectos, en colocar en órbita el satélite Morelos II. Aunque también, de manera casi involuntaria, creó el verdadero taco espacial: las tortillas llegaron más allá de la atmósfera a la mitad de esa década y, desde entonces, la NASA las incluye en el menú de los astronautas.
Año satelital
Aunque no cedió a revelar mayor detalle, el 2015, dijo, “es un año importante en materia satelital, no sólo por los aniversarios, sino por el lanzamiento de dos nuevos satélites mexicanos asistidos por académicos y por el gobierno federal”.
Como parte de los festejos del trigésimo aniversario de la misión STS-61-B, donde estuvo integrado como el primer mexicano en ser electo como astronauta, la NASA le formuló una invitación para responsabilizarse de algunas actividades.
“El Centro Espacial Kennedy, en Florida, me invitó a ofrecer algunas charlas para gente de todo el mundo que visita el inmueble, que asiste a conocer lo que realiza la NASA; como agregado se encuentra la exhibición del transbordador Atlantis, en la que fui al espacio, la original, dado que los orbitadores ya fueron retirados de operación”, aclaró.
Además, de manera externa a los festejos establecidos por la agencia espacial, se ha organizado –con compañeros de misión– un evento conmemorativo.
“Esto se hará con mis colegas por separado; como nuestro comandante reside en Houston, a través de él preparamos todo para celebrar a finales de este 2015 el 30 aniversario. A la reunión invitaremos a personal especializado que nos auxilió en el entrenamiento, el aprendizaje y todo lo necesario para una misión exitosa”, aterrizó.