El gobierno de México ha evaluado regular la producción de amapola para elaborar opiáceos farmacéuticos como la morfina, en un esfuerzo por debilitar a las bandas de tráfico de heroína, según un cable de la agencia Reuters.
En medio de una revisión de la política sobre drogas, el secretario de Gobernación, Miguel
Ángel Osorio Chong, preguntó a finales de 2015 a especialistas si México puede obtener autorización de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (INCB, por su sigla en inglés), órgano de Naciones Unidas, para cultivar y exportar amapola de opio para analgésicos.
Es una pregunta legítima, dijo una de las fuentes con conocimiento directo de las conversaciones, que no estaba autorizada a hablar públicamente, cita el despacho de Reuters.
Osorio Chong se refirió al tema el pasado 8 de marzo en Saltillo, Coahuila, durante uno de los cinco foros regionales del debate nacional sobre el uso de la mariguana.
En su mensaje dijo: mientras que en México, debido a la regulación internacional aplicable, no es posible cultivar amapola con fines médicos, lo cierto es que el mercado ilícito la produce para su tráfico y consumo en otros países de alta demanda. Pero por otro lado, en nuestro país hay muchos pacientes, muchos, que carecen de acceso adecuado a sus derivados terapéuticos como la morfina, debido a que debe ser importada.
No obstante, Gobernación no ha emitido ninguna información o respuesta respecto de la supuesta consulta a la ONU en ese sentido.
El jueves, el presidente Enrique Peña Nieto propuso históricos cambios a la política antidrogas del país para permitir el uso medicinal y científico de la mariguana, así como aumentar el consumo personal (al pasar de cinco a 28 gramos como posesión legalmente permitida), y liberar presos sentenciados por posesión de menos de 28 gramos de la erba.
El mandatario no mencionó la amapola, pero en un discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas esta semana dijo que deben crearse alternativas productivas en zonas donde se cultivan drogas.
La regulación dificultaría, en teoría, que bandas narcotraficantes de México produjeran heroína. Pero expertos dicen que la combinación en el país de violencia de grupos criminales y de instituciones débiles ponen en duda su resultado.
La Jornada