El llanto de las madres inmigrantes

Para Rosario Reyes, inmigrante salvadoreña radicada en Estados Unidos, la celebración del Día de las Madres se ha convertido en un rito familiar dedicado al hijo que no ha podido abrazar desde hace más de 13 años, según un reportaje de Excélsior.

Cada segundo domingo de mayo, cuando Estados Unidos festeja a las madres, Rosario Reyes, su esposo y los dos hijos que viven con ellos, se sientan a la mesa junto al plato vacío de José Ramón quien, como sucede cada año, no ha podido viajar a Maryland para reintegrarse a la familia.

“Por favor, digan a mi hijo que lo amo, que sueño con poder darle una casa, un hogar. Para eso puedo solicitar el DACA, Deferred Action for Childhood Arrival en Estados Unidos”, dijo a Excélsior Rosario.

Animada por esa motivación, Rosario Reyes, una salvadoreña de origen humilde, se ha ido convirtiendo en uno de los rostros visibles e influyentes del movimiento civil en favor de la reforma migratoria en Estados Unidos.

Rosario es una de las lideresas de CASA Maryland, una organización comunitaria de apoyo a los inmigrantes latinos que dejaron atrás la violencia en sus respectivos países.

“Me temo que muchas inmigrantes latinas van a pasar el Día de las Madres en prisión”, dijo Rosario sin mediar pregunta desde el otro extremo de la telefónica en Maryland.

Porque con ella el movimiento en favor de la reforma migratoria empieza a dejar huella en las calles, en la intimidad de los hogares y en los foros culturales. El movimiento tiene, por ahora, un rostro de mujer.

De acuerdo con estadísticas oficiales, el número está en los cientos de miles, no sólo en casos como el de Rosario –padres inmigrantes que no han logrado que todos sus hijos se reúnan con ellos en Estados Unidos–, sino también hijos de indocumentados expulsados.

Sólo en 2013 fueron expulsados 82 mil indocumentados con hijos estadunidenses, y de acuerdo con un reporte de Human Impact Partners en 2014, esa cifra es más o menos el promedio anual de deportados durante el gobierno del presidente Barack Obama.

De hecho, se estima que algo más de 4.5 millones de niños estadunidenses tienen algún padre indocumentado y por tanto en peligro de deportación.

La cifra de residentes en Estados Unidos que tienen hijos en otros países, separados por problemas migratorios, no es conocida con exactitud. Pero la propia Rosario Reyes explicó que el número de personas que aguardan reunirse con sus parientes en Estados Unidos ronda en los millones.

Pero hay formas y formas, procedimientos inolvidables

Incidentes como los ocurridos el 2 de enero, cuando agentes de la Oficina de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) hicieron redadas en Georgia, Texas y Carolina del Norte y usaron tácticas intimidatorias que hicieron blanco en mujeres, en madres, que difícilmente olvidarán jamás el llanto de sus hijas e hijos al momento de ser arrojados a la prisión migratoria.

Fue entonces cuando los agentes del ICE emprendieron arrestos que, según los primeros informes del Southern Poverty Law Center de Alabama y del Georgia Latino Alliance, se ejecutaron sin cumplir debidamente los procedimientos de ley.

Los arrestos reavivaron un dolor añejo, que en el caso de Rosario parece explicar la determinación con la que emprendió sus huelgas de hambre y sus plantones frente a la Casa Blanca, frente al Quinto Distrito de Justicia de Nueva Orleans y frente a la Suprema Corte de Justicia para defender los derechos de los inmigrantes.

“Cuando me enteré que el presidente Obama tenía la facultad para emprender una acción ejecutiva de migración, decidí sentarme con ocho mujeres frente a la Casa Blanca y hacer pues una huelga de hambre de 90 días, bien decididas, pues cantamos victoria”, dijo Rosario en una reciente teleconferencia de CASA Maryland.

Pero al enterarse de que un juez había decidido bloquear la medida Rosario reafirmó su determinación.

“Luego me entero de que una semana después un juez había decidido bloquearlo, entonces me dio tristeza, pero más que tristeza me dio coraje. Tienes que hacer más, más”, dijo.

Fue entonces cuando Rosario emprendió otra huelga de hambre, esta vez de 9 días frente a la Corte de Justicia de Nueva Orleans, para conseguir que el caso pasara a una instancia superior.

“Por primera vez me subí a un avión con mi pasaporte. Llegué a Nueva Orleans y me senté frente a ese Quinto Distrito de Justicia. Frente a mis ojos tenía a migración señalándome que cuando terminara esto nos iban a deportar. Pero me aferraba tanto a mi Dios que él me trajo de nuevo para mi casa y quizás, a cuatro días de regresar: ¡Victoria, la corte toma el caso de DACA!

“Y me dije ¡guau! Tú puedes más Rosario. Rema más mar adentro, me dije. Y aquí sigo, dando más y más y más y todavía no acabo”, dijo después de su triunfo.

Ahora el sueño de Rosario, que podría ser muy similar al de las madres ofendidas de ver a sus hijos en prisión, se está volviendo más audaz.

“Mi sueño de que entren cinco millones de hermanas y hermanos nuestros se está cumpliendo”, dijo Rosario a las participantes en la teleconferencia.

Llanto de madera

Elena Lacayo, una cantautora de origen nicaragüense, se inspiró con la enorme voluntad de Rosario para impulsar el cambio que ya se presiente en las leyes y ordenamientos migratorios de Estados Unidos.

Elena relató a Excélsior que escribió una de sus canciones de migrantes luego de asistir a una conferencia de Sonia Nazarino, autora de la historia de un niño que viajó desde Centroamérica hasta Estados Unidos movido por el amor, la ilusión de ver a sus padres.

Luego dedica un momento para compartir lo que sintió cuando finalmente consiguió el libro de Nazarino, titulado Enrique’s Journey (La Jornada de Enrique) y se dispuso a leerlo.

“Cuando abrí el libro y vi la foto de aquel niño lo cerré, cerré el libro. ¡No pude leer ese libro. No pude! Me dije, este pobre niño no sabe nada y lo que va a tener que pasar. Entonces me puse a pensar en el amor de una madre a su hijo’’, dijo.

Fue entonces cuando el vino le trajo pronto a la mente el trabajo de ayuda a los migrantes que había realizado en el Consejo Nacional de la Raza, antes de decidirse a componer música.

“Lo que pasa es que uno no pregunta a los inmigrantes qué les causa tanto dolor, ni pregunta sobre la situación que dejaron atrás en su país. Yo no sabía lo que habían dejado atrás, ni de las situaciones de violencia, ni de sus familiares”, dijo.

A partir de estos testimonios Elena formó un grupo musical con sus amigos, Elena y los Fulanos. Y ayudados de una batería, un charango, una guitarra acústica y otros instrumentos, decidieron reflejar el sacrificio enorme de los inmigrantes que dejan atrás a los hijos para ir en busca del sustento familiar.