Esa persona que sigue acelerando el corazón por muchas veces que la veas, que sigue haciendo temblar todo por dentro aunque la fachada exterior sea de calma, que por mucho rechazo que se intente sentir sigue atrayendo como un imán. Eso es el Atlético para el Real Madrid y el Real Madrid para el Atlético.
Es el séptimo derbi del año y nadie está cansado o aburrido, a nadie se le ocurre ni siquiera pensarlo hoy. Porque todo gira en torno al reloj, a cuándo darán las 20.45, cuándo las 22.30, cuándo se podrá volver a respirar y el corazón recuperará su ritmo normal.
Desde aquella final de Copa de 2013, en la que los madridistas recordaron lo ruidosos que eran esos vecinos atléticos, nada fue igual.
Volvieron las hostilidades, los gritos de gol, los golpes en la pared… Y la sonrisa socarrona, bolsa de basura en mano, al coincidir en el ascensor después del otro derbi, entre el 4º A y el 4º B.
Esta temporada los rojiblancos ganaron la Supercopa, eliminaron al Madrid en Copa y en Liga disfrutaron del éxtasis del 4-0, un día en el que hasta el atlético con mejor memoria olvidó qué era eso de Lisboa que tanto gritaba el del otro lado de la pared.
Y cuando las bolas de la Champions les volvieron a emparejar, a ambos lados del tabique se escuchó un resoplido, un “otra vez estos”, no de hartazgo sino de extenuación. Aguantar la mañana de hoy, colgar la bandera de la terraza, responder a los WhatsApp del amigo o del primo de turno y sobrevivir otros 90 minutos, 180 en este caso, requiere esfuerzo.
Desde abril de 2013 se han disputado 14 derbis con el de esta noche, que es el que importa porque es el último. 14 derbis en 24 meses y, como cantarían Porretas en homenaje a Burning, dos de los grupos madrileños por excelencia, ‘Y aún arde Madrid’.
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