El presidente Enrique Peña Nieto usó a Luis Videgaray Caso, hasta inicio de esta semana Secretario de Hacienda y Crédito Público, como “chivo expiatorio” ante “los recientes bochornos” que ha enfrentado el mandatario como es el caso de las acusaciones de que una empresa con sede en Miami pagó los impuestos a la propiedad de su esposa Angélica Rivera; las revelaciones sobre el plagio en parte de su tesis universitaria y la cita “poco prudente” que hizo a Donald Trump, plantea The Economist en su más reciente edición, informó The Economist.
Bajo el título “El costo de un invitado no deseado”, el semanario británico dice que Peña Nieto trató de dejar atrás lo desagradable al aceptar la renuncia de Videgaray, su hombre más cercano e importante, “que tenía la esperanza de convertirse en presidente en 2018”.
“La mayoría de los observadores creen que Videgaray asumió la culpa por sugerir la visita del señor Trump en primer lugar. El cortejo hecho por el señor Peña al republicano horrorizó a la gran mayoría de los mexicanos. Incluso antes de todo eso, el señor Peña tenía los índices de aprobación más bajos que cualquier presidente de este siglo”, publica The Economist.
Detalla que la intención de Luis Videgaray fue tratar de tranquilizar a los inversores, que temen que un presidente Trump derogaría el Tratado de Libre Comercio de América del Norte o bloquería las remesas de los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos. Sin embargo, “Videgaray calculó mal el costo político”.
“El señor Videgaray estaba bajo presión por otras razones. Él permitió que la deuda del sector público aumentara en más del 10 por ciento del PIB desde 2012; Standard & Poor, una agencia de calificación, dijo en agosto que podría calificar a México hacia abajo. Los mexicanos, que ven sus salarios en dólares, están molestos por una caída en el valor del peso”, detalla el medio.
The Economist dice que al despedirse de Videgaray, Peña Nieto rompió las ataduras con el arquitecto de las reformas “por las que es probable que sea recordada su presidencia”. No obstante, explica que esta salida es poco probable que cambie el curso de esas reformas.
“El uso de Peña de un chivo expiatorio no responde a las preguntas más apremiantes que enfrenta: cómo evitar la irrelevancia en los dos últimos años de su mandato y preparar su Partido Revolucionario Institucional (PRI) para la próxima elección… Peña ha tenido poco que ofrecer a los mexicanos que están cada vez más molestos por la sordidez, el aumento de la violencia y la debilidad general del estado de derecho. El índice de la corrupción del país, según lo medido por los investigadores de Transparencia Internacional, es obstinado y vergonzosamente pobre para una democracia cuya economía es la 15ª más grande en el mundo”, critica el semanario.
Dice que la atención del mundo político es probable que ahora se vuelva hacia la próxima carrera presidencial: “La caída del señor Videgaray quitó un competidor importante de la carrera. La promoción del señor Meade mejora sus perspectivas presidenciales. Se especula que Manlio Fabio Beltrones, quien renunció a la dirección del PRI después de que sufrió reveses en las elecciones estatales en junio, ahora puede hacer una reaparición. El Partido Acción Nacional, de centro-derecha, está en las etapas iniciales de una lucha entre los aspirantes a la presidencia”.
The Economist detalla que los mexicanos moderados temen que los fallos de Peña abran la puerta a Andrés Manuel López Obrador, “un populista de izquierda que obtuvo el segundo lugar en las dos últimas elecciones presidenciales”. En ese sentido, concluye: “Con el señor Videgaray desaparecido y el Sr. Peña cojo, la identidad del próximo presidente podría ser la única decisión de importancia que debe tomarse en los próximos dos años”.