El inicio del arte cinematográfico, hace más de un siglo, fue en corto. Pequeñas historias que retrataban fragmentos de la realidad se han convertido hoy en uno de los formatos con mayores posibilidades narrativas. El corto permite a muchos directores, consolidados o nuevas voces, compartir historias donde la imaginación y la capacidad de síntesis son indispensables.
El cortometraje mexicano ha demostrado su fortaleza en los últimos años, ya sea en la ficción, el documental o la animación. Basta recordar los trabajos que han conquistado la Palma de Oro en Cannes: El héroe, de Carlos Carrera y Ver llover, de Elisa Miller.
Lejos ha quedado la idea de que el cortometraje sólo es un ejercicio escolar o la vía para llegar al largometraje. Al contrario, esta forma de narrativa breve ha trascendido y alcanzado niveles de excelencia en algunos casos.
También es cierto que las oportunidades para ver cortos son escasas. A veces solo se reduce a festivales, muestras o ciclos. Por ello, FilminLatino, la plataforma de cine del mundo, se ha convertido en una de las ventanas para poder ver más de 150 títulos en este formato dentro de su zona gratuita. A continuación presentamos los diez cortometrajes más vistos en el primer año de vida de FilminLatino, muchos de ellos son trabajos referenciales en la obra de sus directores.
Trémulo, de Roberto Fiesco (2015)
Carlos barre y trapea los pisos de una peluquería de aroma antiguo. Un sábado por la mañana, en la víspera de una fiesta nacional, entre los clientes aparece Julio, un joven soldado. Sus miradas se cruzan y a la hora del cierre Julio volverá por Carlos, que le abrirá la puerta. Esa noche la pasarán juntos cenando, charlando, incluso bailando, con la conciencia de que ese encuentro será breve e irrepetible.
Para vestir santos, de Armando Casas (2004)
Doña Consuelo tiene que oír constantemente los insidiosos comentarios del anciano don Chema sobre la soltería de su hija Cristina. Lo que ellos no adivinan es que Cristina tiene un secreto.
Muchacho en la barra se masturba con rabia y osadía, de Julián Hernández (2015)
Danza y prostitución en el cuerpo de Jonathan juegan el mismo papel; virtuosismo, deseo, técnica y sexo se entremezclan para dar coherencia a una forma vital que es muchas respuestas a pocas preguntas. Hilo conductor que une opuestos y contradicciones. Respuestas, dolorosas a veces, como todas las verdades.
La teta de Botero, de Humberto Bustos (2015)
Kike es un joven preocupado por su salud que descubre a través de Sofía la posibilidad de generar un nuevo contacto consigo mismo para sobrevivir.
La tiricia o como curar la tristeza, de Ángeles Cruz (2012)
La tiricia es la enfermedad del alma cuando el corazón entristece. Una historia de tres generaciones, que andan tiricientas: Ita, Justa y Alicia (abuela, madre e hija), que en diferentes tiempos han padecido, tolerado y permitido el abuso, arrastrando con ello la enfermedad. Alicia decide romper con ese círculo y no heredarlo a una generación más.
Huevos, de René Peñaloza Galván (2004)
Rodolfo y sus amigos se divierten recorriendo la ciudad en auto de lujo y arrojando huevos a la gente. Un día planean una excursión a una casa de citas, pero Rodolfo se niega a ir a pesar de las burlas, argumentando que tiene una relación con la sirvienta.
Porcelana, de Betzabé García (2013)
Entre la fantasía y la realidad de la infancia, en un solo día Marian se topa con la vida en familia, la muerte y la sexualidad.
El trompetista, de Raúl Robin Morales (2014)
Un trompetista atrapado en una banda de guerra descubre su poder creador y, mediante la expresión de su individualidad, encuentra la libertad.
Estamos por todos lados, de Sofía Pérez Suinaga (2006)
Piolo y Claudio, dos jóvenes de clase media, sufren un asalto psicológico. Un incidente le dará a la historia un giro inesperado.
Música para después de dormir, de Nicolás Rojas Sánchez (2012)
Fidencio, un viejo violinista, emprende la búsqueda de los integrantes de su antigua orquesta para poder recibir a su hijo. Cuando la vida enmudece, la música nos reencuentra.
Fuente: El Pais