José Antonio Meade, el nuevo secretario de Hacienda de Enrique Peña Nieto, no sólo tiene la particularidad de repetir en el cargo bajo dos administraciones distintas, y de partidos distintos, también ha sido encargado de liderar las finanzas del Estado en la recta final de dichas administraciones.
No obstante, el abogado y economista recibió la secretaría el 9 de septiembre de 2011 de las manos de Ernesto Cordero Arroyo durante el último año de la presidencia del panista Felipe Calderón en una situación macroeconómica diametralmente distinta a la de hoy. Cinco años después, al asumir el cargo tras la renuncia de Luis Videgaray, la economía crece a uno de sus ritmos más lentos en años, siendo el segundo trimestre de 2016 el primero en tres años con una contracción (de 0.2 por ciento).
La balanza comercial registró en el último año y medio el mayor déficit desde la crisis financiera mundial de 2008-2009, según estadísticas oficiales. A julio de 2016, acumula un déficit de 8.943 millones de dólares, un 37 por ciento superior al registrado en el mismo periodo de 2015, y mayor en 7.534 millones de dólares a lo que se registraba en 2011, cuando Meade llegaba por primera vez a Hacienda. Esto, como consecuencia de una reducción anual del 9 por ciento de las exportaciones, y de un 9.9 por ciento en las importaciones, con una caída en la venta del petróleo al extranjero de 22.3 por ciento en el séptimo mes del año.
Quizás uno de los mayores contrastes en los indicadores económicos que le toca gestionar a Meade en su segundo turno en Hacienda es el precio del petróleo. Lejos quedaron aquellos días en que el barril mexicano superaba los 100 dólares por barril. Hoy, con la mezcla mexicana a penas superando los 38 pesos por tonel, los ingresos petroleros del país ascendieron, durante el segundo trimestre de 2016, a 314 mil 964 millones de pesos, un monto inferior en 16.2 por ciento respecto al monto programado para este periodo. De 2011 a la fecha, el barril de petróleo mexicano ha perdido un 62 por ciento de su valor.