Quince parejas homosexuales han bautizado a sus hijos en los últimos meses gracias a la valentía eclesiástica del Padre Ángel. La Iglesia de San Antón, en el madrileño barrio de Chueca, es el único lugar en el mundo donde todos los hijos son bautizados como hijos de Dios, independientemente de su familia de procedencia.
La humanidad y la rebeldía del Padre Ángel retan al Derecho canónico en defensa constante de la igualdad y el sentido común. Sus batallas defienden la sonrisa de los desfavorecidos… porque él sabe que hay normas que es necesario cambiar. Las puertas de su iglesia están abiertas 24 horas para todo el que quiera visitarla y sus manos dispuestas para bendecir lo que para otros puede estar muy mal visto. En la Iglesia de San Antón, el Padre Ángel siempre accesible, siempre empático, bautiza a aquellos niños que otros sacerdotes han alejado de la Iglesia: los hijos de las parejas homosexuales ya reciben el sacramento del bautismo.
Existen tantos modelos de familias como personas, y todas ellas merecen las mismas oportunidades, independientemente del tipo de familia en el que hayan nacido. Los argumentos del Padre Ángel responden al más absoluto sentido común, y los testimonios de familiares y amigos dejan constancia en los libros recordatorio que están en la entrada de la Iglesia. “¡Esta es la Iglesia en la que yo creo, en la que tiene sus puertas abiertas a la realidad de las gentes”, asegura la abuela de una familia formada por dos mamás.
El Padre Ángel habla con la rotundidad que aporta el sentido común y la cordura, y todavía no se explica “cómo es posible que en el siglo XXI yo tenga que ver a una mujer llorar porque pensó que nunca ningún sacerdote iba a querer bautizar a su pequeño”.
—¿Qué necesita un niño para ser bautizado en la Iglesia de San Antón?
—Que su familia quiera que forme parte de esta Iglesia. Me sorprende que me pregunten qué me tienen que traer… el libro de familia, certificados, explicaciones… a mí lo único que me parece importante es que me digan un día y una hora. Si han llegado hasta esta Iglesia y me hablan de su deseo de bautizar a su hijo… ¡quién soy yo para ponerles piedras en el camino!
—¿Recuerda la primera vez que aceptó bautizar al hijo de una pareja homosexual?
—Sí, me impresionó porque nunca en todos estos años había tenido un caso así. Me ha pasado muchas veces en mi vida que recurren a mí mamás solteras o divorciados diciéndome que otros sacerdotes no han querido bautizar a sus hijos porque su familia no cumple con las reglas… Pero nunca me había enfrentado a la realidad de las mamás y papás homosexuales.
—Me sorprende que le siga sorprendiendo la normativa de su propia institución. Me consta que colecciona historias de todo tipo.
—Recuerdo una vez que un miembro del Gobierno del Partido Popular me pidió que bautizara a su hijo, él estaba divorciado. Cuando llegamos a la iglesia donde iba a celebrarse la ceremonia los sacerdotes de esa iglesia se opusieron… Tuve que recurrir al Nuncio, que me aconsejó que los padres firmaran un certificado donde se comprometían a educar al niño en la doctrina cristiana. ¡¿Cómo iba yo a poner a un ministro a redactar un documento poniéndole pegas para que su hijo se bautizara?! ¡Por supuesto se bautizó! ¡Y es que sea el hijo de un ministro o el hijo de una madre soltera sin recursos… lo único que a mí me importa es que quieren ser cristianos y formar parte de nuestra iglesia!
—No sé por qué sospecho que lo tienen más fácil los hijos de un ministro de derechas, que una madre soltera o dos lesbianas…
—Recuerdo una madre que se acercó por la calle Fuencarral muy tímida, avergonzada, a contarme que su hijo tenía siete años y que no lo había podido bautizar. Lo había pedido en muchos sitios y siempre se lo denegaban… ¡Cómo es posible que pase esto cuando el Papa Francisco ha bautizado a hijos de todo tipo de familias y dice abiertamente que la iglesia tiene lugar para todos!
—La Iglesia de todos… De los niños que tienen solo una mamá, solo un papá, dos mamás…
—En San Antón hemos bautizado a niños cuando ya tenían dos, tres, siete años… porque sus familias no encontraron antes quien lo hiciera. Decenas de hijos de solteras, muchísimos hijos de divorciados. Catorce niños con dos mamás se han bautizado en esta Iglesia en este año. Y un niño que vive con sus dos papás. ¡Y qué felices y queridos son esos niños!
—¿Sigue viendo a esas familias?
—No te imaginas la ilusión que me hace saludarles cuando pasan por aquí y entran en la Iglesia de San Antón a verme… Es gente cristiana, muy buena y valiente.
—Si a los hijos de los divorciados y solteros no les bautizan porque sus padres viven en pecado… ¿No sería más coherente bendecir a las parejas gays que quieran vivir en paz con Dios?
—Cuando bendigo a los niños, por supuesto, estoy bendiciendo también a sus familias. Parte del protocolo de la ceremonia es decir: “Bendigo a esta madre, y bendigo a este padre”. Pero los textos están hechos para adaptarse. Fíjate, en la liturgia hay un texto que dice “bendigo al fruto del vientre de esta madre…”, pero a mí no me parece correcto porque hay muchos niños adoptados. ¡Los textos están para adaptarlos y corregirlos!
—No le pondrán los de su gremio también pegas a la adopción…
—El gran patrón de los niños adoptados es San José… Él fue el primero en adoptar a Jesús, según las escrituras. No fue padre biológico, pero sin embargo ejerció y lo cuidó como a su hijo. ¡Y mira que está bien visto! Eso es lo que de verdad importa en las familias: que cuiden y amen al niño que crece a su lado.
—¡Y esa es la verdadera bendición!
—Yo no entiendo que haya gente que ha venido al mundo, y mucho menos que se haga cura…o más que cura… para maldecir y criticar… Yo, desde luego, me he hecho cura para bendecir y no para maldecir a nadie. ¡Para maldecir ya hay bastante gente!
—Por lo visto hay instituciones que prefieren bendecir casas, coches y negocios… ¡y despreciar a las personas!
—En enero bendije 23.000 mascotas en esta Iglesia, porque San Antón es el patrón de las mascotas. Fue precioso ver a miles y miles de personas con sus perros y otros animales… y aquí tuvieron hueco todos. ¡Y alguien va a venir a decirme a mí que debo bendecir mascotas, garajes, chatarra, negocios… y que no puedo bendecir a dos personas que se quieren! ¡Preocupémonos por favor de la gente que odia, y dejemos de poner problemas a los que se quieren!
—Pero están las normas, los textos, el Derecho canónico…
—Sí, pero antes del Derecho canónico se hizo el evangelio… Y en el evangelio dijo Jesús que se debe perdonar a todos, amar a todos, bendecir a todos… Luego vinieron algunos chiflaos muy listos, que hacen leyes como se hacen en las Cortes, en los Senados, en las diputaciones… ¡pero de vez en cuando no está mal que las corrijamos! Para bendecir a alguien no hacen falta las normas, hace falta querer hacerlo. ¡Y aquellos que se nieguen a bendecir, habría que denunciarles!
—¿Y a los que se niegan a bautizar…?
—Aquellos que se nieguen a bautizar a un niño, es posible que con el Derecho canónico en la mano… en fin, quizás a quien me tengan que meter en la cárcel es a mí, porque lo que me da es muchas ganas de insultarles. Confío en que ya vendrá alguien a abrirme después las puertas del cielo…
—Benditos malditos y malditos benditos… ¡Qué contradicción! ¿No hay leyes ni penalización para los eclesiásticos que maldicen a los que sufren o qué promueven la discriminación y el sufrimiento?
—Aquellos que maldicen o que se niegan a bendecir, sobre todo si son sacerdotes o cristianos, esos deberían dedicar el resto de su vida a rezar pero lejos de la gente… no hay derecho a como se trata a los homosexuales, a los drogodependientes, a los discapacitados… he dado la primera comunión a niños discapacitados de trece o catorce años, porque nadie había querido hacerlo antes, ¿dónde está la misericordia? ¡Esos niños saben quién es Dios, quieren pertenecer a nuestra iglesia y no hay derecho a que nadie les ponga problemas!
—¿Nadie interviene?
—Deberían hacerlo… yo ya no tengo tiempo, pero habría que sancionarles, alguien debería llamarles la atención, que sepan que no están cumpliendo con su labor.
—Y el Papá Francisco… ¿no tiene nada que decir?
—Un amigo argentino del Papa Francisco vino a verme esta semana a la Iglesia de San Antón y al entrar me dijo: “Esta iglesia, Padre Ángel, tiene olor a ovejas”. Y me emocionó, porque el Papa dice: “Dejad de ser funcionarios, y sed pastores”. Él predica con su ejemplo, bendiciendo a todo el mundo, sea cómo sea. Para casar hacen falta leyes, como para algunos actos civiles, pero para bendecir no…
—Para estar bautizado legalmente hace falta inscribirlo en la parroquia y en el registro.
—Tras la ceremonia hace falta rellenar unos impresos en los que preguntan el nombre del padre y de la madre. Yo relleno el impreso como puedo… y nadie me lo ha enviado de vuelta. No he llamado para preguntar si está todo el orden porque creo que a veces es preferible pedir perdón que pedir permiso, pero nadie se ha quejado… Por lo que llegado este momento entiendo que me lo han permitido. ¡Cómo iba a ser de otra forma si lo único que hacemos es algo bueno para la gente!
—¿Y si mañana nos llaman, ¿qué decimos?
—Que si Jesús y el Papa dicen que ésta es la iglesia de todos… ¡yo no puedo contradecirles ni cerrar las puertas a nadie!
—Pero le han llamado la atención muchas veces Padre Ángel… Cientos de críticas a lo largo de sus más de 50 años trabajando por los necesitados aunque sus actos, la opinión pública, los miles de mensajeros de la Paz… y ahora el Papa Francisco, demuestran que la única iglesia que tiene futuro es la que usted predica.
—No creo que bautizar niños sea la mayor barbaridad que he hecho en estos años. Ni rezar por un transexual, hacer un funeral a un homosexual o hablar con gente de todo tipo. A veces se me critica porque invito a hablar en mi iglesia a políticos o a gente de la periferia social… Pero es que son actos religiosos, donde todo el que quiera participar es bienvenido. A veces se me complica la vida porque algo se malinterpreta… ¡Pero los actos que se hacen en San Antón son todos preciosos y están abiertos al mundo! Nuestra Iglesia es la Iglesia de quien más la necesita… y quedan todos invitados.