El Clásico, más que un manojo de nervios, fue un libro abierto de malos entendidos. Se jugó a todo pulmón y hasta paralizar los corazones, pero con varias contradicciones, informó Excélsior.
América tuvo a Chivas en el primer tiempo como pocas veces se le volverá a presentar, y aunque hizo daño con un gol de William da Silva, volvió a quedarse en el camino por no saber cerrar los partidos.
Otra contradicción. Con la insistencia en la línea de cinco defensas que no termina de funcionar en el América, a Edson Álvarez le costó la novatez al cometer el penal.
Del otro lado, Matías Almeyda no escuchó a la tribuna y sentó a la Chofis López por Carlos Peña, aunque el Gullit puso dos pizcas de pimienta que bastaron para mandar el partido empatado a Guadalajara.
El primer aviso fue un tiro al poste y luego se devoró a Álvarez, quien pagó con creces su novatez. El chico tocó por la espalda al Gullit y el penal se decretó a segundos de terminar un primer tiempo que tuvo un guión confuso. Para La Volpe fue una cubetada de agua fría.
Alan Pulido acomodó el balón en el manchón penal, pero la voz jerárquica de Carlos Salcido le hizo cobrar el tiro con toda la experiencia para marcar el 1-1.
Es cierto, Chivas despliega mejor que América, pero a cambio las Águilas presionaron como si no existiera mañana y eso provocó que el juego se abriera como una nuez.